Artificieros rusos trabajan en desminar Palmira

A pocos pasos de las ruinas de Palmira, en el desierto sirio, los artificieros rusos trabajan en el difícil desminado de la ciudad, arrebatada por el ejército a los yihadistas hace poco más de diez días.

Protegidos por una gruesa combinación y equipados con detectores, estos militares rusos inspeccionan los montículos de arena que rodean el sitio arqueológico en busca de minas y explosivos colocados por los combatientes del grupo yihadista Estado Islámico (EI) antes de huir de la ciudad.

Sólo el ruido de una explosión provocada por uno de los artificieros a más de un kilómetro rompe el silencio de la ciudad, liberada el 27 de marzo.

"Desminar es un trabajo arduo en cualquier lugar. Mi principal preocupación es que mis hombres estén sanos y salvos", confía a la AFP el responsable de los artificieros, Alexei Makarenko, durante una visita de prensa organizada por el ministerio ruso de Defensa.

"Pero, por supuesto, en un sitio como éste, te sientes invadido por una mayor responsabilidad", agrega.

La toma de Palmira, conocida como "la perla del desierto", es una victoria simbólica de envergadura. La conquista de la ciudad en mayo de 2015 por el EI y la macabra puesta en escena de ejecuciones en el templo romano del siglo II conmocionaran el mundo entero.

Moscú, al principio criticado por su apoyo con fuerzas aéreas a su aliado Bashar Al Asad, ahora puede alardear de su papel esencial en la liberación de esta joya arqueológica.

La misión para desminar la zona fue ordenada por el presidente ruso Vladimir Putin, se dice en Palmira.

En dos días de trabajo, en medio de columnas antiguas, los cerca de 100 artificieros rusos dicen haber inspeccionado unas 20 hectáreas, de las 234 del conjunto.

Por el momento, han encontrado sobre todo obuses y granadas, según su responsable, que estima a un mes el tiempo necesario par analizar toda la zona.

El EI había colocado 4.500 artefactos explosivos vinculados a través de celulares a la central telefónica. Fueron desactivados in extremis, según el gobernador de Palmira.

El aumento de las temperaturas, que pueden subir hasta 40 grados, es sin embargo un problema que complica el trabajo, advierte Makarenko. "Tengo dos hombres que se desmayaron por culpa del calor", explica.

Al lado del conjunto arqueológico, se encuentra la ciudad moderna, donde vivían 70.000 personas. En ella, los yihadistas enterraron por doquier minas o bombas artesanales. Una de las principales calles está llena de cráteres, causados por las explosiones provocadas por los artificieros.

Uno de ellos, el comandante Krivonogov, enseña a los periodistas una muestra de las trampas halladas en las casas de los habitantes de Palmira, como por ejemplo una bomba que podía accionarse con un interruptor.

Los que instalaron estos artefactos "tenían conocimientos militares y sabían lo que hacían", declara el portavoz militar Igor Konachenkov. "Debían tener aquí una fábrica de explosivos", añade.

"Quisieron crear un verdadero infierno para la llegada del ejército sirio", concluye.

Tras desminar la ciudad, la vida tendrá que volver a esta ciudad fantasma, destrozada por la guerra. Sus habitantes empezarán a volver a partir del sábado, anunció el jueves a la AFP el gobernador de la provincia de Homs.

A su vuelta, se encontrarán con múltiples calles impracticables y casas derrumbadas. Según el responsable de la oficina del gobernador de Homs, la ciudad está destruida en casi un "45%".

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