REFUGIADOS. AMNISTÍA DENUNCIA ABUSOS DE BANDAS MAFIOSAS A REFUGIADOS Y MIGRANTES EN LIBIA

- Recoge testimonios de violencia sexual, explotación, homicidios, tortura y persecución religiosa. Amnistía Internacional (AI) señaló este viernes que ha recopilado testimonios de “atroces relatos” de violencia sexual, homicidios, tortura y persecución religiosa a personas refugiadas y migrantes en Libia, lo que revela la “escalofriante gama de abusos” que se cometen a lo largo de las rutas de tráfico de seres humanos que se dirigen a este país o lo atraviesan para llegar a Europa a través del Mediterráneo.
La organización ha hablado con al menos 90 personas refugiadas y migrantes en centros de acogida de Puglia y Sicilia, que habían hecho la travesía del Mediterráneo hasta el sur de Italia en los últimos meses y habían sufrido abusos a manos de traficantes de personas, tratantes de seres humanos, bandas de delincuencia organizada y grupos armados.
“Desde secuestros, encarcelamientos subterráneos durante meses y abusos sexuales a manos de miembros de grupos armados hasta palizas, explotación o disparos a manos de traficantes de personas, tratantes de seres humanos o bandas delictivas, las personas refugiadas y migrantes han descrito con espeluznantes detalles los horrores que tuvieron que soportar en Libia”, manifestó Magdalena Mughrabi, directora adjunta provisional del Programa para Oriente Medio y el Norte de África de Amnistía Internacional, quien añadió: “Sus experiencias trazan una aterradora imagen de las condiciones de las que muchos de quienes vienen a Europa quieren desesperadamente escapar”.
Cientos de miles de personas refugiadas y migrantes (en su mayoría del África subsahariana) viajan a Libia para huir de la guerra, la persecución o la pobreza extrema, a menudo con la esperanza de asentarse en Europa.
La Organización Internacional para las Migraciones (OIM) calcula que, en la actualidad, hay más de 264.000 personas migrantes y refugiadas en Libia. Según el Alto Comisionado de la ONU para los Refugiados (Acnur), hay registrados unos 37.500 refugiados y solicitantes de asilo, la mitad de ellos sirios.
“Nadie debería tener que sufrir secuestro, tortura y violación en Libia para pedir protección. La comunidad internacional debería estar esforzándose al máximo por garantizar que, para empezar, las personas refugiadas no necesitan huir a Libia. La UE y, de hecho, los gobiernos de todo el mundo deberían incrementar enormemente el número de plazas de reasentamiento y visados humanitarios para personas refugiadas vulnerables que se enfrentan a graves penurias y tienen pocas perspectivas en los países vecinos a los que huyeron en primer lugar”, apuntó Mughrabi.
Pese a la formación de un gobierno de unidad nacional respaldado por la ONU, los combates continúan en algunas zonas de Libia, como Bengasi, Derna y Sirte.
“Las autoridades libias deben tomar medidas urgentes para restaurar el Estado de derecho y proteger los derechos de las personas refugiadas y migrantes. El Gobierno de unidad nacional respaldado internacionalmente se ha comprometido a respetar y defender los derechos humanos, y tiene el deber de hacer rendir cuentas a los responsables de estos abominables crímenes”, añadió.
“LUCRATIVO NEGOCIO”
Amnistía subrayó que, en la situación de anarquía y violencia que sigue azotando Libia, se ha establecido “un lucrativo negocio de tráfico de personas” a lo largo de las rutas que van desde el sur de ese país hasta la costa mediterránea en el norte, desde donde parten las embarcaciones con rumbo a Europa.
Al menos 20 de las personas con las que habló la organización describieron también abusos sufridos a manos de la guardia costera libia y en los centros de inmigración de dentro del país.
Amnistía Internacional habló con personas refugiadas y migrantes que describieron los abusos que habían sufrido en cada etapa del viaje, desde su llegada a Libia hasta alcanzar la costa marítima del norte. Otras habían vivido en Libia durante años, pero querían escapar por el acoso o los abusos de las bandas locales, la policía o los grupos armados.
La mayoría de las personas con las que Amnistía Internacional habló declararon haber sido víctimas de trata de seres humanos. En cuanto entraban en Libia, eran capturadas por traficantes o vendidas a bandas delictivas. Varias describieron cómo las habían golpeado, violado, torturado o explotado quienes las mantenían cautivas. Algunas presenciaron cómo los traficantes mataban a gente a tiros y otras vieron cómo se dejaba morir a gente a consecuencia de enfermedades o malos tratos.
Amnistía Internacional habló con 15 mujeres que, en su mayoría, dijeron que, durante el viaje hasta la costa libia, vivían con el temor constante a la violencia sexual. Muchas dijeron que la violación era tan habitual que se aprovisionaban de píldoras anticonceptivas antes de emprender el viaje para evitar quedarse embarazadas. En total, recopiló 16 relatos de violencia sexual de boca de supervivientes y testigos.
Según los testimonios, las mujeres eran agredidas sexualmente por los propios traficantes, por tratantes o por miembros de grupos armados. Las agresiones tenían lugar a lo largo de la ruta de tráfico de personas, mientras permanecían retenidas en casas particulares o en almacenes abandonados cerca de la costa esperando embarcar rumbo a Europa.
Muchas personas dijeron que los traficantes las habían mantenido cautivas para hacer que sus familias pagaran rescate por ellas. Las mantenían en condiciones deplorables y, a menudo, de auténtica miseria: les privaban de la comida y el agua y las golpeaban, acosaban e insultaban constantemente. Otras contaban que sus captores las golpeaban repetidamente, y a quienes no podían pagar los obligaban a trabajar gratuitamente para saldar la deuda.
Además, Amnistía Internacional indicó que el aumento en los últimos de grupos armados, entre ellos algunos que habían jurado lealtad al autodenominado Estado Islámico, que pretende imponer su propia interpretación de la ley islámica, ha puesto a los extranjeros, especialmente a los cristianos, en un mayor riesgo de sufrir abusos y posibles crímenes de guerra.
El pasado 28 de junio, el Consejo Europeo aprobó la decisión de ampliar otro año más la Operación Sofía, la operación naval en el Mediterráneo central, manteniendo su función principal de hacer frente a los traficantes de personas y sumando a sus tareas la formación de la guardia costera libia y el intercambio de información con ella, así como la vigilancia de la implementación del embargo de armas a Libia.
“La UE debe centrarse menos en mantener fuera a migrantes y refugiados y más en encontrar vías seguras y legales para que las personas atrapadas en Libia accedan a un lugar seguro. La prioridad debe ser salvar vidas, y eso significa desplegar recursos suficientes en los lugares adecuados para evitar nuevas tragedias”, concluyó Mughrabi.

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