Rodrigo Duterte, un cóctel de heterodoxia y polémica

Los filipinos están acostumbrados a una vida política convulsa, pero la llegada al poder de Rodrigo Duterte, un político autoritario, carismático y poco convencional que ha acaparado portadas con sus polémicas declaraciones, ha sorprendido a propios y extraños.

Este alcalde de la ciudad de Davao (sur) ha fascinado a los filipinos con una campaña populista, centrada en la seguridad, en la que no faltaron los comentarios groseros ni las amenazas de muerte.

El abogado y exfiscal de 71 años, que en sus tiempos mozos formó parte de una organización comunista, afirma ser capaz de zarandear la política convencional.

Sus salidas de tono y sus insultos han sido portada en la prensa, como el día en que calificó al papa de "hijo de puta" o cuando bromeó diciendo que le hubiera gustado ser el primero en la violación en grupo de una misionera australiana en 1989. Unos comentarios que no han empañado su popularidad.

Su inesperada conquista de la presidencia en las elecciones del lunes refleja la frustración de los filipinos, hartos de la corrupción endémica, de la pobreza y de que la economía esté en manos de unos cuantos clanes familiares.

Su carisma es indudable y su verborrea gusta, al igual que su estilo de vestir informal.

Presume de relaciones adúlteras y reconoce tener cuatro hijos con cuatro mujeres distintas.

Su afición por la controversia viene de lejos. Los jesuitas lo expulsaron del centro de enseñanza secundaria Ateneo, de Davao, donde, según cuenta, prefería jugar al baloncesto que leer libros.

Rodrigo Duterte es hijo de una musulmana y de un exgobernador provincial católico que emigró del centro del país al sur en busca de mejores condiciones de vida.

Mientras sus rivales reconocían su derrota frente a él, Duterte se dirigió al mausoleo de sus padres, donde lloró a lágrima viva.

De joven, cursó estudios en la universidad de Manila donde tuvo como profesor a José María Sison, el fundador de la rebelión comunista actualmente en el exilio.

Estudió derecho en el centro de San Beda y se convirtió en fiscal, una profesión que le permitió -cuenta- tomar conciencia de la corrupción que gangrena todos los estamentos sociales.

Entró en política después de la caída del dictador Ferdinand Marcos en 1986. Paradójicamente, Corazón Aquino, la nueva dirigente, lo nombró alcalde adjunto interino de Davao.

Su hijo Benigno Aquino, presidente filipino saliente, es uno de sus más férreos críticos y lo acusa de ser un dictador en potencia.

Rodrigo Duterte pasó la mayor parte de los últimos 20 años en la alcaldía de Davao, la tercera ciudad más importante de Filipinas.

Cuando él llegó al poder Davao era escenario de rebeliones comunista y musulmana, como el resto de la región de Mindanao.

Ahora promete extender a todo el archipiélago el modelo instaurado en Davao, convertida según él en una ciudad segura, donde se prohíbe fumar en las calles y los coches circulan despacio.

Pero algunos de sus métodos generan polémica.

Los defensores de los derechos humanos lo acusan de haber organizado escuadrones de la muerte que asesinaron a más de 1.400 personas, incluidos niños.

Por momentos se jactó de haber orquestado estos escuadrones formados por policías, exrebeldes comunistas y asesinos a sueldo. En otras ocasiones aseguró no tener nada que ver con estos comandos.

Durante la campaña electoral, prometió limpiar el país de la misma forma que hizo en Davao y advirtió que las fuerzas de seguridad estarán autorizadas para matar a decenas de miles de criminales.

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