"A Azaña le tocaba ser de derechas", asegura su sobrino Enrique De Rivas

  • Roma.- Al que fuera presidente de la República de España Manuel Azaña (1880-1940) "le tocaba ser de derechas" por "cuna" aunque no lo fue, dijo en una entrevista con Efe, en su casa de Roma, el poeta y escritor Enrique De Rivas, sobrino del político republicano.

"A Azaña le tocaba ser de derechas", asegura su sobrino Enrique De Rivas
"A Azaña le tocaba ser de derechas", asegura su sobrino Enrique De Rivas

Roma.- Al que fuera presidente de la República de España Manuel Azaña (1880-1940) "le tocaba ser de derechas" por "cuna" aunque no lo fue, dijo en una entrevista con Efe, en su casa de Roma, el poeta y escritor Enrique De Rivas, sobrino del político republicano.

De Rivas, hijo del gran director de escena Cipriano Rivas Cherif y sobrino de Dolores, la esposa de Azaña, vivió de niño el exilio en Francia con toda la familia, pues el político salió de España con su mujer, cuñados e hijos que, como tantos otro republicanos, acabaron en México.

Hoy, De Rivas es el propietario de la tumba de Azaña en Montauban (Francia) donde del próximo 3 al 6 de noviembre se celebrarán los actos del 70 aniversario de su muerte.

"Tenía Azaña horror a los traslados de cadáveres y siempre decía: 'Si quiere Usted que no le zarandeen los huesos, muérase fuera de España y en secreto'", rememora su sobrino y ahijado.

"Lo recuerdo en las Navidades de 1939 en Pyla-sur-Mer, cerca de Burdeos, cuando ya estaba enfermo, sentado en una butaca tapado con un manta porque ya escaseaba el carbón", señala.

En junio, Azaña y su mujer fueron trasladados a Montauban para escapar de los alemanes, mientras el resto de la familia quedaba en Pyla-sur-Mer, donde el 10 de julio fue detenida por la Gestapo, incluido el pequeño Enrique, y su padre, quien fue entregado a las autoridades españolas y condenado a muerte.

En 1940 Azaña, en Montauban ya muy enfermo, se dirigió al obispo de Pierre-Marie Théas para evitar el fusilamiento de su cuñado y el prelado escribió dos telegramas uno a Francisco Franco y otro al Papa.

Rivas Cherif, junto al político y sindicalista asturiano y "otros dos amigos más se salvaron porque entre la condena y la ejecución Azaña murió, el 3 de noviembre de 1940".

"Franco pensó: '¿Para qué matarlos?'. Y los condenó a 30 años de cárcel de los que mi padre cumplió seis porque tras la II Guerra Mundial, el general concedió un indulto a las condenas de más de tres décadas", según De Rivas.

El sobrino mayor del presidente de la República comenta que "aunque Azaña era laico en política, se casó por la Iglesia" y fue su padrino de bautizo.

De Rivas afirma que "el odio de la derecha" hacia la figura de Azaña y de otros cientos de republicanos se debe a que les habría tocado "por cuna" ser derechas, porque "eran burgueses", como Julián Besteiro o Fernando de los Ríos, de la Institución Libre de Enseñanza, pero no lo fueron.

Recuerda que en un acto por los 50 años de la muerte de su tío, el ex presidente del Gobierno José María Aznar dijo que Azaña "se fue a unos lares que no le pertenecían".

Y cuando se le pregunta por la admiración de Aznar hacia la obra de Azaña, responde: "!Ojalá se le atraganten!. Son faroladas".

"En el desarrollo intelectual de Azaña -refiere- influyó la Institución Libre de Enseñanza y cuando muere Giner de los Ríos él hace un gran elogio y eso que eran laicos, laicos, laicos, laicos".

Y menciona el famoso discurso de 1931 sobre la separación Iglesia-Estado y que Azaña termina con la frase "pero hoy España ha dejado de ser católica".

Para su sobrino, "no era anticlericalismo, era la defensa del laicismo".

"Azaña salvó la Iglesia porque la propuesta de los socialistas era la supresión de todas las órdenes religiosas, su disolución y confiscación de bienes y él se levantó y pronunció el discurso".

De qué servía cerrar un convento de monjas que se dedicaban a hacer buñuelos -subraya-, "la cosa quedó con la expulsión de los jesuitas, el laicismo en la educación y eso no se lo perdonaron nunca".

Enrique De Rivas acabó en México, con la mujer de Azaña, con su madre y sus hermanos, al igual que otros muchos exiliados españoles como León Felipe, Emilio Prados, Manuel Altolaguirre o Ramón Gaya.

Allí doña Lola, viuda de Azaña, conoció al rey Juan Carlos I de España quien, según De la Riva, le dijo: "'Señora yo he leído la obra de su marido'". A lo que ella contestó:"'Entonces habrá leído su último discurso que termina con Paz, Piedad y Perdón y por eso estoy aquí'".

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