Cansadas de la discriminación, mujeres inmigrantes en EEUU buscan en el papa un "abogado"

  • Décadas atrás, Juana Flores recibió a un Papa como una joven monja. Hoy, esposa y madre, marcha a Washington con más de cien mujeres, muchas indocumentadas, para pedirle a otro pontífice que eleve ante los políticos los abusos que sufren los inmigrantes.

"Es un peregrinaje de fe y esperanza para que todos nuestros compañeros inmigrantes de veras podamos seguir viviendo en este país pero con dignidad, paz y seguridad, y sentirnos libres", dice Flores.

El centenar de mujeres llegaba este martes a la capital estadounidense para el último trecho de una marcha de una semana y 100 millas (160 kilómetros), desde un centro de detención para migrantes en Pensilvania (este).

A tiempo para el arribo a Washington del papa Francisco, que inició una gira de seis días a Estados Unidos, la primera en sus dos años y medio de pontificado.

Al ritmo de canciones religiosas y en cómodos zapatos deportivos, el organizado tropel de mujeres, de mediana edad y de hasta 27 nacionalidades -aunque preponderantemente latinoamericanas-, se dirigía a una sesión de oración en la Basílica de la Inmaculada Concepción, donde el pontífice oficiará una misa el miércoles.

Cerrarán la jornada con una vigilia cerca de la Casa Blanca.

En sus camisas piden "dignidad para los migrantes" y sus pancartas replican el mensaje del primer papa latinoamericano a favor de una "globalización de la caridad" para responder al fenómeno mundial de la migración.

Esperan que el papa escuche sus historias, pero sobre todo que las propague en su periplo de altamente político por la capital estadounidense, donde se reunirá con el presidente Barack Obama el miércoles y se dirigirá al pleno del Congreso el jueves.

"Estoy caminando 100 millas para pedirle al papa que sea abogado de los inmigrantes en el Congreso", señala Elvira Díaz, una activista migratoria "católica" de 54 años.

Tras varios días caminando, las mujeres intercambian sus historias y algunas reflexionan sobre las otras marchas, más peligrosas, que las llevaron a Estados Unidos. "Ahora nos tratan bien", dice Flores.

Pero en el nuevo país muchas de ellas trabajan de manera precaria de mucamas, cuidadoras o limpiadoras, como María Lira, una mexicana de Houston (suroeste), que emigró legalmente a Estados Unidos hace tres décadas y realiza limpieza de casas.

Las mujeres buscan llevar a Francisco sus "historias de abuso y sufrimiento que experimentan diariamente en sus trabajos porque no tienen beneficios, no tienen trabajo justo, no tienen respeto, no tienen dignidad", dice Lira.

La inmigración, un tema políticamente sensible en Estados Unidos, se espera que esté en el centro de las intervenciones de Francisco en Estados Unidos, tras sus recientes llamado por la crisis migratoria en Europa.

Unos 11 millones de personas viven clandestinamente en territorio estadounidense, principalmente latinos, y han estado en el centro de una fallida reformas y en la actual campaña a las primarias para los comicios presidenciales de 2016.

Flores cruzó clandestinamente la frontera con México cuando sus dos hijos eran pequeños y pasó varios años en las sombras antes de regularizar su estado. Pero los problemas de los inmigrantes no acaban ahí, dice.

"Muchas veces aunque no uno tenga documentos sigue siendo perseguido y acosado. Siempre nos echan la culpa de que los inmigrantes (...) somos la carga de este país, y eso no es verdad", afirma esta mexicana de 54 años.

"Que el papa vea y no calle", apunta, llamando al líder de la Iglesia Católica pedir a los católicos estadounidenses no ser "cómplices de las injusticias de las leyes migratorias".

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