Con la muerte cara a cara: "Así viví mi primera autopsia"

    • Tatiana Ojeda Bermúdez, estudiante de Periodismo y Criminología, cuenta las sensaciones vividas en la autopsia a sus 20 años.
    • "Retiran la sábana y lo primero que percibo es su entrecortada sonrisa postmortem" escribe en este testimonio.

Forense se prepara para la autopsia
Forense se prepara para la autopsia

Lleva escrito su nombre en la tarjeta que cuelga del dedo gordo de su pie.Se llamaba Ángel y las 12 del día anterior fue la hora de su fallecimiento. En algún momento de su vida donó su cuerpo a la ciencia para que un estudiante como yo pudiera aprovecharlo.No puedo verle el rostro. Intuyo, por la amarillenta piel, que murió de forma natural. Observo las marcas rojas de sus tobillos, clínicamente llamadas 'livideces' y siento pavor al darme cuenta de que, evidentemente, no respira. La sangre no fluye por su cuerpo y su corazón ha dejado de latir.

Retiran la sabana. Lo primero que percibo es su entrecortada sonrisa postmortem, pose rígida y tacto helado. El cadáver de alguien que acaba de abandonar su vida yace ante ti. No sabes cómo reaccionar, no sientes ganas de llorar, porque no es uno de los tuyos. Tampoco sientes dolor, porque sabes que no sufrirá durante la intervención que le espera.Cadáver: un acrónimo tan rotundo como descriptivo: CAro DAta VERmibus (carne dada a los gusanos).


Simplemente sientes miedo. Miedo de morir, miedo de sufrir y miedo a la vida.Paradójico esto último, porque ¿Qué existe más satisfactorio y puro que vivir?

Presenciar una autopsia por primera vez es una experiencia muy ambigüa.Más allá del interés profesional que podemos encontrar analizando los órganos y demás partes del cuerpo, despierta el "sentir humano". Creo que pocas veces un suceso ajeno a mi propia historia ha podido crearme sensaciones tan diferentes.Sucesos que marcan tu existencia

Curiosidad, expectación, repelús, dolor, empatía... Son algunos de los sentimientos que aparecen con el transcurso del proceso.

Comienzas viendo que todo lo que has vivido a lo largo de tu existencia, se reduce a cenizas, a materia, a nada. La sierra que corta el cráneo como si de tijera y papel se tratara, perfora tus sentidos. A pesar de que no huele a putrefacción, solo puedes definirlo con tres palabras: Olor a muerte.

Aún puedo percibir el áspero aliento de la parca, que vestida de negro, observaba cautelosamente a su nuevo compañero. Parecía satisfecha por haber realizado bien su trabajo. Se trata de un olor único, que durante el proceso se graba a fuego en tu mente... y que dudo pueda olvidar.

Sentimientos encontrados. Quería salir de allí y a la vez deseaba quedarme a presenciar qué sería lo siguiente, ver cómo somos por dentro, observarlo lentamente y de cerca.Puedo decir con total sinceridad que he percibido hasta cosas bonitas. Qué extraño resulta hacerlo en un ambiente tan lúgubre, en el que todo está completamente helado y en silencio: La sala, los espectadores, la forense y por supuesto, el cadáver.Un "modus operandi" particular

La frialdad de los técnicos impresiona, y mucho. Lo paradójico de tratar con delicadeza al que hacía unas horas respiraba y a su vez "abrirlo en canal" para analizarlo."Réstale al cuerpo su alma y te quedará solo el cuerpo" La famosa frase del filósofo San Agustín describe a la perfección el suceso vivido.

Impactante ver un cerebro reducido a trozos de casquería. Cada recuerdo y sueño. Cada pecado y lección aprendida por un solo hombre hechos trizas al igual que su cuerpo. Todo lo que somos y seremos, en aquel momento flota libre en el mundo de las ideas.La fragilidad del ser humano

Algunos de mis compañeros no pueden aguantar y atraviesan la puerta. Se marchan. El número de espectadores se reduce notablemente, pero yo me quedo. La curiosidad puede conmigo.

El apetito desaparece de mi organismo cuando abandono la sala. También desaparece mi racionalidad por unos instantes. Sólo quedan las ténues imágenes que acabo de presenciar. Ellas, descaradamente, han ocupado un hueco dentro de mi memoria a largo plazo.

Te deslizas arrastrando los pies hasta que consigues tomar asiento. Una vez sostenido por una superficie que no son tus piernas comienzas a reflexionar. Valoras la vida y lo afortunado que eres por respirar. Porque es cierto: después de presenciar cómo un simple bisturí de dos centímetros es capaz de atravesar tu piel con resistencia de cuero, te das cuenta de lo frágil que eres. 'A todo se acostumbra uno' como dice mi madre.

He salido del anatómico forense conmocionada, pensativa y pradójicamente enriquecida.Sin exageración alguna confieso que esta experiencia te cambia el modo de ver la vida. Os revelo que es algo que todos deberíamos presenciar aunque fuera tan sólo una vez. Porque, sorprendentemente, y a pesar de la impresión que pueda causarnos, una autopsia es la visión de la vida misma, pero a través de la muerte.

Mostrar comentarios