Concha López: "Una pamela con una cabeza de caballo no es un sombrero"

  • Concha López lleva toda la vida entre sombreros. Nieta e hija de sombrereros ha crecido entre agujas, hormas y paja. Es de las pocas que realiza manualmente todo el proceso y ha conseguido crear una marca propia.
Concha López: “Una pamela con una cabeza de caballo no es un sombrero”
Concha López: “Una pamela con una cabeza de caballo no es un sombrero”
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Ylenia Álvarez | David G. Tesouro

Madrid es una ciudad de rincones. Podríamos desmenuzar la ciudad en barrios, recorrer cada uno con cuidado y aún así nos quedarían pequeños lugares por descubrir. En uno de estos rincones, situado justo en el número 17 de la calle Caramuel, en Puerta del Ángel, tiene Concha López su pequeña sombrerería.

La gente pasea por el barrio, va a la compra y vive su vida, sin reparar en que al otro lado de la pared una máquina de coser, con más de 100 años, suena durante horas. En ese lugar se mezclan paja, telas y abalorios de forma artesanal, y cada pamela, cada canotier, cada sevillano o cada tocado son únicos y personales, resultado de un amplio proceso de elaboración.

Desde el Antiguo Egipto y Grecia… hasta hoy

Utilizados para demostrar el estatus social, para defenderse del frío o del calor, por razones artísticas y decorativas, los sombreros han evolucionado, igual que otras prendas de vestir, con el paso del tiempo.

Un complemento imprescindible en otras épocas, hoy resurge a bandazos promovido por las tradicionales celebraciones familiares y algunas fiestas de noche. Muy poco por el uso diario, el de la calle, ese que reivindica Concha López.

Eso sí, poco tienen que ver con las Nemes -cofias de tela- que usaban los faraones en el Antiguo Egipto o con los sombreros cónicos, altos y de color blanco de los sacerdotes israelitas en Mesopotamia.

Debe ser por la constante vuelta del hombre a lo clásico, pero bastante más tienen que ver los tocados y prendidos actuales con los de las mujeres de la Antigua Grecia.

Su verdadero esplendor y perfeccionamiento llegó con el Renacimiento, aunque su punto álgido de ostentación llegó en el siglo XIX: terciopelo, paño, plumas y cintas, dieron paso a encajes, raso y piedras preciosas. Hoy en día se siguen incorporando novedades, algunas inspiradas en el conjunto de todas estas épocas pasadas.

Ascot y las 'nuevas vanguardias'

Mujeres de clase media acuden a su taller en busca de una idea sacada de Internet o de una revista, aunque otras veces piden consejo: "Traen los vestidos para ver el color, el tipo, pero también depende mucho de la persona, si le va una pamela de ala ancha o más pequeñita, o mejor un tocado. Es muy personalizado", nos cuenta Concha.

Se fija en lo que lleva todo el mundo en la cabeza, "normal", dice, "deformación profesional", e incluso nos confiesa que va al hipódromo cada día con un sombrero diferente.

Eso sí: "Los de Ascot no me gustan, me parecen demasiado extravagantes. Hace poco una mujer llevó una pamela con una cabeza de caballo y eso no es un sombrero. Me gusta la creatividad, pero siempre dentro de un margen, más elegancia, más vestir".

El Hipódromo de Ascot es famoso en todo el mundo por convertirse cada año no sólo en un ir y venir de caballos, sino porque los sombreros más originales y vanguardistas se dan cita en esta localidad inglesa. El circuito guarda relación con la Familia Real Británica y por ello reúne a las personalidades más influyentes de Inglaterra.

Aquí, en España, en Madrid, la crisis económica se ha notado en el oficio a pesar de que "al final, la gente que quiere un sombrero especial no ha dejado de comprarlo porque, aunque tenga crisis en su casa, si es para la boda de su hijo se aprieta un poquito más".

Y así, poquito a poquito, con la excusa de una celebración, los clientes buscan en la calle Caramuel la sombrerería artesana del número 17. Otro rincón de Madrid descubierto.

 

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