El Brasil amazónico y el "desafío" de votar

  • Edilenza caminó seis horas para poder votar. Llegó puntual a las 8 de la mañana, regresó a su casa poco después de las 11 para preparar la comida a su marido y volvió a recorrer de nuevo 30 kilómetros a pie para llegar al colegio electoral: "Voto porque es obligatorio. Pero es una carga".

Alba Santandreu

Río Branco (Brasil), 5 oct.- Edilenza caminó seis horas para poder votar. Llegó puntual a las 8 de la mañana, regresó a su casa poco después de las 11 para preparar la comida a su marido y volvió a recorrer de nuevo 30 kilómetros a pie para llegar al colegio electoral: "Voto porque es obligatorio. Pero es una carga".

Con la piel curtida por el sol, Gilson Taliste, de 49 años, también refleja cansancio tras más de dos horas esperando en la sede electoral del barrio 6 de agosto, uno de los más pobres de Río Branco, capital del estado amazónico de Acre, situado en el extremo noroccidental de Brasil.

"Lo único que puedes hacer es apoyar una pierna en la pared, y luego otra. Y así va pasando el tiempo", cuenta el agricultor, quien demoró dos horas en autobús para recorrer los 110 kilómetros que separan su casa de la sede.

Como Edilenza y Gilson, miles de personas en todo Brasil se ven obligadas cada legislatura a realizar largos recorridos para ejercer su derecho a voto, sobre todo en el norte del gigante latinoamericano, donde las infraestructuras para el transporte son precarias y muchas veces inexistentes.

Para ellos, las condiciones empeoraron todavía más este año debido a que el sistema de identificación de votantes con huella dactilar sufrió problemas técnicos; aumentó el tiempo de espera, y llevó a muchos brasileños a condenar firmemente el voto obligatorio.

"Creo que es una cobardía que el voto sea obligatorio. Cada persona tendría que poder decidir", comenta Izaquiel Cunha da Silva, de 30 años, mientras dos mujeres que se encuentran detrás de él en la fila asienten con la cabeza, secundando sus palabras.

Con 35 grados cayendo sobre Río Branco, unas 500 personas intentan escapar del sol de la tarde y buscan refugio bajo la uralita del colegio, mientras los funcionarios confieren los documentos en las diversas salas del edificio.

En otro de las sedes electorales de la capital acreana, situada en el parque ecológico Capitão Ciriaco, las filas y el hastío de los votantes se repite entre árboles del caucho, simbólicos de esta región fronteriza con Bolivia y Perú.

"Nunca más voy a votar. Llevo esperando dos horas y pico. La próxima vez pago una multa. Pero no voto", insiste Adansinete Álvez, acompañada por sus dos hijos.

A pocos metros del colegio electoral, José Francisco se relaja en el patio de su casa, construida de madera y donde tiene un pequeño palenque para las peleas de gallos que el mismo cría. Él ya votó, y votará siempre -dice- "sea obligatorio, o no".

Proveniente de una familia de recolectores de caucho, José Francisco cuenta que sus hijas, fruto del matrimonio con su exmujer, son familiares del asesinado líder ecologista Chico Mendes, defensor de la selva amazónica y de sus habitantes.

"La causa de Chico Mendes fue muy relevante y tiene que continuada", resalta, apelando a la importancia del voto.

José Francisco cuenta que este domingo entregó su votó a la candidata socialista Marina Silva, hija de recolectores de caucho y compañera de lucha de Mendes en su juventud, aunque reconoció que, a nivel regional, sigue apostando por el Partido de los Trabajadores del expresidente Luiz Inácio Lula da Silva.

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