El cura "villero" Pepe, modelo de la iglesia misionera que reclama el Papa

  • La renovación de la iglesia católica que reclama el papa Francisco germina desde hace años muy lejos del Vaticano, en los barrios más pobres de su Buenos Aires natal, de la mano de sacerdotes como José di Paola, más conocido como padre Pepe, afirma en su último libro la argentina Silvina Premat.

Mar Centenera

Buenos Aires, 30 sep.- La renovación de la iglesia católica que reclama el papa Francisco germina desde hace años muy lejos del Vaticano, en los barrios más pobres de su Buenos Aires natal, de la mano de sacerdotes como José di Paola, más conocido como padre Pepe, afirma en su último libro la argentina Silvina Premat.

"Desde su elección, el Papa habla de una iglesia de pobres para pobres, de salir de la sacristía y te das cuenta de que lo que pide es posible porque lleva tiempo haciéndose en las villas", aseguró la autora de "Pepe, el cura de la villa" (Sudamericana) en una entrevista con Efe.

El padre Pepe, a quien Premat describe como "un hombre de Dios", atrajo a la fe católica con su ejemplo a miles de niños, jóvenes y adultos de la Villa 21-24, el asentamiento de viviendas precarias más grande de la capital argentina, que fue su hogar durante 13 años.

"Su forma de vivir el sacerdocio, en la que deja entrar a la gente y apuesta por ellos es muy similar a lo que pide el Papa, subrayó Premat sobre este cura de 51 años.

En el libro, relata cómo una fría noche de invierno el sacerdote encontró acurrucados en la puerta de la parroquia a tres borrachos y los invitó a dormir dentro del templo ese día y los sucesivos.

A raíz de ese encuentro fortuito, el cura creó la casa Virgen de Itatí, un hogar para habitantes de la villa con problemas de alcoholismo.

Esa fue una de sus primeras obras en el asentamiento, del que se despidió con gran pesar en 2010 tras haber sido amenazado de muerte por narcotraficantes.

Premat entrevistó dos veces al entonces cardenal Jorge Bergoglio, hoy Francisco, sobre el trabajo del cura Pepe y vivió de cerca la explosión de alegría en las villas con la que fue recibida su elección como pontífice.

"El teléfono del padre Pepe no paraba de sonar y de recibir sms de gente de las villas, que lo sentía como suyo", relató la periodista, quien recordó que el barrio de Barracas fue inundado de carteles en blanco y negro con la imagen de Francisco y el lema "el papa villero".

La amistad entre Bergoglio y Di Paola se remonta a décadas atrás, cuando el exarzobispo de Buenos Aires ayudó al entonces veinteañero sacerdote a superar su crisis vocacional, motivada por el deseo de fundar una familia, y regresar al sacerdocio.

Las coincidencias entre ambos son numerosas: comparten el origen porteño, un gran sentido del humor, la afición por el tango y la admiración por san Francisco de Asís, del que tomó el nombre el pontífice y que decidió la vocación sacerdotal del padre Pepe, según su biógrafa, que le conoció cuando escribía su anterior libro, "Curas villeros".

"Se fascinó con la posibilidad de ser un misionero entregado a los más necesitados cuando tenía quince años y vio el film 'Hermano sol, hermana luna', de Franco Zefirelli, sobre la vida de san Francisco de Asís", dijo Premat.

Pese a la sorpresa inicial de su entorno familiar, la decisión de hacerse sacerdote les pareció muy acertada.

"Vos sos diferente", le espetó con trece años su hermano Jorge al anunciarle su decisión, "nunca te quedás con nada para vos, nunca decís que algo es tuyo".

Superados los cincuenta, mantiene esa forma de ser "despojada", confirmaron Bergoglio y sus colaboradores más cercanos.

Así como la crisis espiritual que llevó a Di Paola a colgar los hábitos duró tan sólo unos meses, el sacerdote sólo resistió dos años su exilio forzoso.

Tras las amenazas se mudó a una zona rural de Santiago del Estero, una de los provincias más pobres de Argentina, más de mil kilómetros al norte de Buenos Aires, pero el pasado febrero, volvía a hacer las maletas y se instalaba en su nuevo destino: La Carcova, un asentamiento construido sobre un enorme basural en la periferia bonaerense.

Allí se enteró de la elección de Bergoglio como nuevo Obispo de Roma y, siguiendo su consejo, sale cada día de la parroquia para ayudar -ya sea a los afectados por una inundación, a la familia de un joven asesinado o a los que quieren alejarse de las drogas- y "llevar la fe a las cosas sencillas de la vida".

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