El disidente cubano Horacio Piña recupera en España la vida con su mujer

  • Madrid.- Horacio Piña, uno de los últimos disidentes cubanos excarcelados por el régimen castrista, ha visto cómo su acogida en España le ha abierto la puerta a la libertad y a poder convivir con su mujer, Suyoani Tapia, a quien conoció hace siete años en la prisión donde ella trabajaba como médico.

El disidente cubano Horacio Piña recupera en España la vida con su mujer
El disidente cubano Horacio Piña recupera en España la vida con su mujer

Madrid.- Horacio Piña, uno de los últimos disidentes cubanos excarcelados por el régimen castrista, ha visto cómo su acogida en España le ha abierto la puerta a la libertad y a poder convivir con su mujer, Suyoani Tapia, a quien conoció hace siete años en la prisión donde ella trabajaba como médico.

"Nunca habíamos estado más de tres horas juntos hasta que tomamos el avión a Madrid", resume Suyoani, de 30 años, su relación con Horacio, de 43, que comenzó en una celda de castigo del penal de Canaleta, en el centro de la isla, al poco de ser encarcelado en marzo de 2003 junto a otros 74 opositores durante la llamada "Primavera negra".

La pareja aterrizó en Madrid el pasado 6 de octubre con su hija de 18 meses, Ada María, para iniciar una nueva vida sin barrotes entre medias y sin el repudio de quienes trataron de obstaculizar su noviazgo por ir en contra del credo revolucionario.

"Yo, como Horacio, también me he sentido presa y perseguida", confiesa Suyoani en declaraciones a EFE-TV en el hostal del madrileño barrio de Vallecas, donde se alojan con otros exiliados.

Lo que la gente "ve como una telenovela" -compara ella- empezó a los pocos días de que Horacio fuera condenado a 20 años de prisión por ser un activista en favor de los derechos humanos.

Por entonces, Suyoani, recién licenciada, cumplía el servicio social como doctora encargada de las consultas con los internos.

Después de meses "en los que apenas conversamos", el idilio arrancó en mayo de 2004, cuando ya los oficiales de seguridad comenzaron a sospechar.

"Me interrogaron y me acusaron de mantener una relación con un terrorista, a lo que les respondí que no compartía ese concepto de terrorista, porque la persona de la que yo me había enamorado no lo era", rememora Suyoani.

Horacio reconoce que trató "por momentos de esquivar la relación, porque sabía a lo que ella y su familia se exponían" por su condición de contrarrevolucionario.

En agosto de 2004, fue trasladado a la cárcel de Pinar del Río, en el extremo oeste del país, y Suyoani apartada como médico en Canaleta, donde -asegura- fue testigo de "cómo se torturan" a los presos en Cuba.

Al año siguiente, ella se mudó para estar cerca de su pareja y conseguir trabajo, pero con "un nivel de acoso muy alto" desde el primer día.

"A pesar de la carencia de médicos, no me querían dar plaza. La seguridad se encargó de ponérmelo difícil. Durante siete meses estuve en un pueblo a 30 kilómetros, adonde tardaba dos o tres horas en llegar, a veces en carreta", recuerda emocionada.

Después de dos años con un régimen de visitas ordinarias de un par de horas cada 45 días y una más íntima de tres horas cada dos meses, Horacio y Suyoani se casaron por lo civil en la prisión en marzo de 2007.

"También para eso nos pusieron problemas, porque hasta la quinta cita, el notario no apareció", apunta la doctora, quien desea celebrar pronto una boda religiosa "bien hecha" en España.

Ni durante su embarazo, ni con la llegada al mundo de Ada María en la primavera de 2009 las cosas cambiaron y los funcionarios de la cárcel "hicieron de todo para que ella se fuera y me dejara", apunta Horacio para denunciar lo "intolerante" del régimen castrista.

"A veces, para visitarle, tenía que esperar cuatro horas con la niña, y cuando entrábamos en el cuartito, en el mejor de los casos estaba dormida, sino gritando por el cansancio", relata Suyoani.

A pesar de lo sufrido, Horacio, hijo de un militante del Partido Comunista de Cuba que nunca renegó de él por ser un opositor, asegura "no guardar rencor" contra el Gobierno de La Habana.

"Lo único que quiero es que un día las cosas cambien en Cuba", confía el disidente.

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