Li Hao tenía plan: construir un sótano en una finca de su propieda en Henan (China). Pero Li no quería utilizarlo como refugio nuclear o como un lugar donde guarecerse las noches de tormenta, lo quería para encerrar a mujeres.
Durante un año, Li estuvo cavando el habitáculo bajo el almacén. El resultado: una cueva siniestra e improvisada. Éste chino, de 34 años, empleó los doce meses siguiente en llenar el calabozo de mujeres. Raptó a seis en varios karaokes de la zona.
La Policía china interrogaba hace una semana a Li Hao, acusado de matar a dos de sus cautivas y de maltratar física y psicológicamente a otras cuatro, todas ellas esclavas sexuales.
Un estrecho túnel y varias puertas de hierro daban acceso a la horrible habitación subterránea. El lugar había sido dividido en dos espacios, uno para guardar cadáveres y otro en el que mantenía encerradas e incomunicadas a sus esclavas vivas.
Los detectives conocieron el lugar cuando una de las esclavas llegó a la comisaria contando la historia. Li había dejado a una de las retenidas salir para prostituirse. En su enferma cabeza pensaba que las mujeres, retenidas contra su voluntad, estaban locas por él.
Doble vida
La mujer de Li, con la que comparte un hijo, ha dicho que no sabía nada de los monstruosos planes de su marido. Cada mes, Li pasaba quince días fuera de casa, trabajando como agente de seguridad decía a su esposa.
Durante esas dos semanas, se iba al depósito construido bajo un almacén alquilado. Allí, Li daba de comer a las mujeres cada dos días.
Al menos una de las cautivas murió a manos del monstruo, asesinada a golpes delante de sus compañeras. El nivel de locura de Li es casi increíble, sostiene que la otra víctima falleció cuando se pegaba con otra de ellas cuando discutían para ver quién dormía con él esa noche.
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