En Gaza, un Ramadán aún más en la calle por el calor y los cortes de energía

  • El mes de Ramadán, en el que los musulmanes de todo el mundo llenan las calles tras la ruptura del ayuno, se vive en Gaza aún más fuera de casa por la combinación del asfixiante calor de agosto y los cortes de electricidad.

Saud Abu Ramadán

Gaza, 13 ago.- El mes de Ramadán, en el que los musulmanes de todo el mundo llenan las calles tras la ruptura del ayuno, se vive en Gaza aún más fuera de casa por la combinación del asfixiante calor de agosto y los cortes de electricidad.

En la playa de Gaza capital, decenas de familias palestinas se hacen un hueco en la blanca arena cuando cae el sol no para descansar, sino para la primera comida del día, que tradicionalmente se comparte en los hogares.

"Desde el inicio del Ramadán, mi familia y yo hemos estado rompiendo el ayuno en la playa de Gaza en vez de quedarnos en casa con un clima caluroso y húmedo y sin electricidad", explica Ala Hmeid.

Su mujer, Fátima, prepara la comida en casa, luego Ala le ayuda y antes de que anochezca cogen a sus tres hijos y se marchan a la orilla del mar para comer y beber por primera vez en el día.

"Mejor romper el ayuno en la playa que en casa a la luz de las velas", interviene Fátima mientras extiende una manta y coloca alimentos y refrescos a la espera de la llamada del almuecín.

Los Hmeid matan así dos pájaros de un tiro: disfrutan de la brisa del mar y huyen de los constantes cortes de electricidad en un territorio sometido a bloqueo israelí.

En una Gaza con un desempleo rampante, Abu Mohamed Yadala, de 68 años, lleva a su familia a la playa básicamente porque es el sitio más barato para comer.

"Comemos, bebemos, rezamos y lo pasamos fenomenal con la familia. Luego, cuando vuelve la electricidad, volvemos a casa a dormir", argumenta.

Desde hace años la corriente eléctrica se esfuma cada día en Gaza durante ocho horas.

Una crisis energética continuada desde que en 2006 la aviación militar israelí bombardease la única planta eléctrica de Gaza en respuesta a la captura del soldado Guilad Shalit.

Y acentuada un año después con el refuerzo del bloqueo israelí, que dejó la franja dependiente básicamente de dos fuentes: la planta energética (60 megavatios) y la electricidad que se compra a Israel (120 megavatios), según fuentes oficiales palestinas.

Las escenas de oscuridad en las calles son deprimentes y lúgubres, con un silencio roto por los sonidos de los generadores eléctricos, privilegio de las familias que pueden permitírselo.

En Ramadán, los cortes han sido estructurados de forma que algunos barrios tengan electricidad durante la primera mitad del día y otros durante la segunda, con el día siguiente a la inversa.

Dado que el calendario islámico es lunar, el mes de Ramadán se va retrasando cada año y este ha caído en agosto.

Un mes especialmente duro para cumplir el Ramadán (uno de los cinco pilares del islam) por las elevadas temperaturas y porque los días son más largos, lo que supone ayunos de hasta dieciséis horas (los niños hacen generalmente la mitad).

El problema de la electricidad, dice Radi Jalaf, "no distingue entre ricos y pobres, si bien los primeros pueden comprar generadores y los segundos tienen que conformarse "con velas o ir a la playa".

En Gaza, recuerda, hay pobreza pero nadie muere de hambre ni carece en Ramadán de un lugar con comida y bebida, aunque sea gracias a la ayuda de los demás.

En unos casos la mesa es de madera y llena de manjares, mientras que en otros se trata más bien de esterillas extendidas en el suelo con los alimentos que ha permitido el bolsillo.

"Gaza se ha convertido en un infierno durante el día y la noche", lamenta Sahar, quien ya a sus veinte años muestra poca fe en un futuro sin carencias de electricidad. "Es una enfermedad sin remedio", sentencia.

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