Erdogan mantiene la confianza de sus partidarios, aunque la preocupación aumenta

  • En el barrio de Kasimpasa en Estambul, feudo del partido islamoconservador en el poder, la guerra lanzada a más de mil kilómetros contra la rebelión kurda pasa inadvertida, pero el apoyo de sus habitantes al gobierno no está exenta del temor a una escalada de la violencia.

En el barrio donde el presidente turco Recep Tayip Erdogan pasó su infancia, las calles están limpias, los comercios despliegan sus artículos en la calle y las mujeres veladas comparten mesa con los hombres en las terrazas de los cafés, tomadas al asalto por quienes buscan la sombra para escapar a un sol de justicia.

Los F-16 del ejército turco y los bombardeos, la población de Kasimpasa los ve solo de reojo en la televisión, que informa de la ofensiva militar lanzada por Ankara la pasada semana contra los yihadistas del Estado Islámico, pero sobre todo, contra los rebeldes separatistas del Partido de los Trabajadores del Kurdistán (PKK).

Todos los interrogados en este vecindario dicen confiar en "Tayip", como llaman al presidente turco.

"Hace todo lo que puede por nosotros. Si dios quiere, no dejará que esos asesinos (del Estado Islámico y del PKK) se salgan con la suya", asegura Emine, empleada de la limpieza de 45 años.

"No es culpa de Tayip que las cosas sucedan así", asegurá Ahmet Kuçukoglu, de 29 años, quien cree que Turquía es víctima de "un complot fomentado por las potencias extranjeras".

La teoría de un "complot" internacional con el objetivo de privar a Turquía de una parte de su territorio en favor de los kurdos está muy extendida entre los militantes del AKP.

Nurrettin Onder, jubilado, cree que "Erdogan ha hecho lo que tenía que hacer" ordenando los bombardeos aéreos contra las bases del PKK en el norte de Irak.

A su juicio, los rebeldes kurdos son los responsables del inicio de las hostilidades, si bien no comparte el punto de vista del poder, que mete en el mismo saco a los "terroristas" del PKK y del Estado Islámico. "Para mí, los kurdos son nuestros hermanos, incluso si algunos están en el PKK".

El jubilado teme que la violencia no haya hecho más que empezar. "Teníamos la paz y estábamos bien", suspira.

Mohamed Kazak, comerciante de 35 años, comparte su preocupación: "No queremos oír hablar de mártires y de muertos en combate", dice hastiado de 30 años de conflicto que han dejado 40.000 muertos.

Suzan Ergun, de 35 años, admite "vivir con miedo". "Tengo una hija de 17 años y la advierto todo el tiempo, y le pido que no vaya a lugares muy concurridos", explica. "Con ayuda del presidente, espero que terminen todas las operaciones militares", añade.

Mientras, el gobernador de Estambul ha llamado a las fuerzas de seguridad, en una nota desvelada por los medios, a redoblar la vigilancia en los lugares turísticos o en el metro, ante el temor de atentados.

Un llamamiento a la vigilancia que los turcos se toman muy en serio.

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