LA ERUPCIÓN DEL ETNA EN 2012 ACTIVÓ LA VIDA EN AGUAS ABISALES DEL MEDITERRÁNEO

Las cenizas volcánicas de la erupción del Etna (en la isla italiana de Sicilia) en marzo de 2012 y el frío intenso del invierno anterior desencadenaron una “lluvia de maná alimentario” en la cuenca de Yerápetra, una fosa abisal de 4.430 metros de profundidad situada en el sureste de la isla de Creta (Grecia) y uno de los ambientes menos productivos del Mediterráneo oriental.
Ésta es una de las conclusiones principales del artículo publicado en la revista ‘Geophysical Research Letters’ por los expertos Rut Pedrosa-Pàmies, Anna Sánchez-Vidal, Antoni Calafat y Miquel Canals, de la Facultad de Ciencias de la Tierra de la Universidad de Barcelona, y un equipo del Centro Helénico de Investigaciones Marinas.
La cuenca de Yerápetra forma parte de la fosa de subducción de Plinio-Estrabón. Aunque no es el punto más profundo de este mar (la fosa de Calypso, en el mar Jónico, alcanza los 5.267 metros), tiene una profundidad superior a la máxima del Mediterráneo occidental, que es de 3.600 metros.
Los investigadores griegos estudiaron qué procesos facilitan el transporte de la materia orgánica y la captura de carbono atmosférico (esenciales para la vida) en los fondos abisales del Mediterráneo, y los españoles fondearon una línea instrumentada a 4.300 metros de profundidad en Yerápetra (un desafío tecnológico y logístico a esta profundidad), equipada con una trampa de partículas y un correntómetro.
De 2010 a 2013, se registraron las condiciones físicas y biogeoquímicas de la fosa de Yerápetra. El trabajo revela datos inéditos sobre el origen, la cantidad y la variabilidad estacional e interanual del flujo de materia orgánica en el Mediterráneo, desde la superficie hasta las grandes hondonadas marinas.
“Los resultados muestran el carácter oligotrófico (es decir, pobre en nutrientes) del Mediterráneo oriental. Aun así, durante marzo de 2012, la conjunción de un invierno muy frío con la actividad volcánica del Etna en la isla de Sicilia provocó un crecimiento repentino y masivo de fitoplancton (sobre todo, de diatomeas); de hecho, el más alto de las últimas décadas”, indica Calafat.
Pedrosa-Pàmies señala que "este fenómeno provocó unos flujos de materia orgánica superiores a 12 miligramos por metro cuadrado y día, es decir, una lluvia de maná alimentario dos órdenes de magnitud superior a los flujos habituales en este ambiente marino extremadamente pobre".
MÁS FITOPLANCTON
En algunos puntos del Mediterráneo, las masas de agua superficial se enfrían en invierno, se hunden y facilitan la llegada de materia orgánica a las zonas abisales. Durante el invierno de 2012, especialmente frío en el Mediterráneo, se generaron cataratas submarinas de aguas densas (‘cascading’) en el Golfo de León y en el mar Adriático, y procesos de convección en mar abierto en el área del giro ciclónico de Rodas.
Esta convección intensa provocó el ascenso de masas de agua fría y rica con nutrientes, lo que favoreció el crecimiento fitoplanctónico, y especialmente el de diatomeas. Esta floración excepcional fue reforzada, muy probablemente por la llegada de nutrientes provenientes de la deposición de cenizas volcánicas de las erupciones del volcán Etna durante la primavera de 2012.
En consecuencia, en abril de 2012 la exportación de carbono orgánico se incrementó 14 veces en relación con abril de 2011 y 2013, unos meses con una exportación típica en estas áreas marinas.
"Hasta ahora, no se había descrito que la conjunción de las corrientes de convección por enfriamiento de las aguas superficiales y el aporte de nutrientes por las cenizas volcánicas fuera un factor que potenciase el flujo de materia orgánica en profundidades abisales", explica Sánchez-Vidal.
Los investigadores creen que este fenómeno podría repetirse en otras fosas abisales de todo el mundo, en regiones marinas con actividad sísmica y volcánica, y en procesos de formación de aguas densas.

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