"Haití, un país que ha sufrido tanto, es la víctima una vez más"

  • Ashley Allison es una estadounidense con una beca en República Dominicana. Ella vivió el terremoto a sólo cinco horas en coche del vecino Haití y apenas notó nada. De hecho, allí la vida sigue, pero ella sabe que Haití  -donde trabajó el verano pasado- ahora tiene un camino aún más largo para llegar a prosperar.
Ashley Allison | GlobalPost para lainformacion.com

Por un momento creí que había perdido el equilibrio. Intenté disfrazar mi miedo hablando con un amigo y compañero de la beca para estudiar en el extranjero y moviéndome un poco por la sala. Pero los rostros que me miraban nerviosos me desvelaron que no era mi imaginación. La secretaria se agarró al escritorio y pareció como si estuviéramos montando en una montaña rusa.

"¿Qué está pasando?", parecía que se preguntaba todo el mundo. Y entonces nos dimos cuenta de que se trataba de un terremoto, pero como no fue mucha cosa, no lo tomamos demasiado en serio. "¿Estáis bien?", nos preguntamos los unos a los otros y empezamos a reír tímidamente; y reímos más cuando paró el temblor. ¿No se suponía que deberíamos habernos refugiado bajo el umbral de la puerta?

El terremoto duró 30 segundos en esta parte de la isla y no fue muy fuerte, sólo de 3,2 en una escala de 10, comparado a los 7,3 a sólo cinco horas en coche de donde nos encontrábamos. No hablamos mucho de ello. No había mucho de lo que hablar.

Cuando volví a casa, mi madre de acogida estaba frenética por el miedo. "El tsunami se acerca", me dijo, pues lo había oído en la radio. Podíamos ver el mar a dos bloques de distancia y mi madre de acogida me dijo que tendríamos que coger nuestras cosas y evacuar.

Para añadir más confusión, habíamos sufrido un corte eléctrico, aunque no por el terremoto, tal y como pudimos comprobar en el edificio colindante que está en construcción.

Anduvimos por las calles hablando con los vecinos y tratando de obtener información. Oí que a Haití le había golpeado más fuerte, pero desconocía los detalles. Después de hacer las maletas para escapar del tsunami, las volvimos a deshacer al darnos cuenta de que no se aproximaba ninguno.

Nos enteramos de que la gente en Haití había ido a los hospitales, pero con el corte eléctrico no podíamos ver la televisión. Nosotros únicamente habíamos notado las ondas más débiles que nos alcanzaron después de golpear a Haití. Cuando volvió la luz, me senté y buceé por internet para saber qué había pasado con nuestro vecino de la puerta de al lado, con Haití.

Después de haber trabajado el pasado verano en Haití con grupos de estudiantes y organizaciones dedicadas al saneamiento ambiental, supe el impacto que este terremoto tendría sobre el progreso que Haití está intentando alcanzar desesperadamente. Hasta el Palacio Presidencial, que ha simbolizado durante tanto tiempo la fuerza y la esperanza para los haitianos, ahora está destruido.

Existe la sensación de que un país, que ha sufrido tanto, es la víctima una vez más. Aquí, en Santo Domingo, las infraestructuras, la educación y las oportunidades no son muy distintas a las de cualquier otra capital. Tenemos las mismas comodidades que en casa: internet, teléfono, televisión.

Cuando vas a Haití, la primera cosa de la que te das cuenta, es la falta de infraestructuras y de gobierno. No ves coches de policía, la gente tiene que cuidar de sí misma.

Me da la impresión de que los medios en Estados Unidos están informando mucho más sobre lo que está pasando que los de República Dominicana. La gente de aquí dice "bueno, he oído que en Haití la cosa está muy mal, ¿pero es para tanto [tal y como muestra la televisión estadounidense]?".

Mis amigos y yo nos sentimos privilegiados por estar en este lado de la isla. En República Dominicana la vida no se ha parado. Para mí las diferencias entre ambos países han aumentado enormemente. Puede que esté en la misma isla que Haití, pero la distancia emocional del país que tanto está sufriendo hace que parezca que está a océanos de distancia. También nos sentimos indefensos, por estar tan cerca de un sitio que necesita ayuda. Queremos ir y ayudar, pero no podemos todavía. Me quiero asegurar de que voy a ayudar a la gente, no a ser otra persona a la que cuidar.

Lo que Haití no tiene de dinero lo compensa con su capital humano. Durante mi estancia de este verano, me encontré con los estudiantes y ciudadanos más entregados tratando de mejorar sus barrios y comunidades. Con el patriotismo de los haitianos y su deseo de mejorar el país, únicamente necesitan un gobierno que funcione y una ayuda internacional debidamente ubicada para que las cosas empiecen a desarrollarse.

Mostrar comentarios