Indonesia se juega su reputación de ejemplo democrático de Asia

  • Indonesia se señala a menudo como ejemplo de cómo la democracia puede ser compatible con un país islámico. Pero las libertades alcanzadas han permitido también que grupos radicales como el Frente de Defensores del Islam campen a sus anchas sembrando el terror entre las minorías.
Amor prohibido por San Valentín en Aceh
Amor prohibido por San Valentín en Aceh
Sara Schonhardt, Yakarta (Indonesia) | GlobalPost

Indonesia, el país de mayoría musulmana más poblado del mundo, se muestra a menudo como un reluciente ejemplo de cómo la democracia puede ser compatible con el islam moderado.

Pero las libertades que le han dado al país esa reputación y de las que disfrutan muchos indonesios también han permitido al extremista Frente de Defensores del Islam (FPI por sus siglas originales) florecer durante la última década.

Desde su creación en 1998 muchas personas han sido víctimas de las tácticas de este grupo, conocido por sus acciones a menudo violentas y sus redadas a bares y clubes nocturnos.

Algunos temen que el grupo pueda acabar dañando la imagen del país, tras años de mano dura e intimidación. Pero muy rara vez los indonesios se han enfrentado abiertamente contra ellos.

Hasta ahora.

Últimamente el FPI ha ido ampliando sus acciones contra las minorías religiosas. El grupo ha obligado el cierre de iglesias en Java Occidental y al parecer estuvo implicado en el brutal ataque de una muchedumbre a la secta islámica minoritaria Ahmadiyah, que se saldó con tres muertos en febrero de 2011.

El cambio de sus tácticas y el aumento de la presión a las minorías ha provocado que finalmente los ciudadanos comiencen a decir lo que piensan. El martes pasado, una multitud de activistas sociales y personas famosas se manifestaron en Yakarta bajo la consigna "Indonesia es más pacífica sin el FPI".

La marcha duró poco (se canceló rápidamente por motivos de seguridad), pero supone la primera gran demostración pública contra los islamistas extremistas en un país reconocido ampliamente por su alto nivel de tolerancia y pluralismo.

La protesta tuvo lugar pocos días después de otra en la que miembros de la tribu indígena Dayak, en Palangkaraya, la capital provincial de Kalimantan Central, impidiesen a líderes del FPI aterrizar en el aeropuerto para acudir a la ceremonia de apertura de la nueva delegación del grupo.

Agustine Lampe, una dayak que participó en la protesta del martes y cuya familia todavía vive en Palangkaraya, asegura que a su pueblo no le agrada el FPI porque usan la violencia y la intimidación e intentan sembrar la discordia.

"No queremos que nadie arruine nuestra confraternidad", dice Lampe, refiriéndose a la falta de tensión social en su comunidad. "Vivimos juntos en armonía. Esa es nuestra filosofía".

La falta de una base de apoyo fuerte al FPI en Kalimantan Central, en donde vive la mayor comunidad ahmadiyah de la región, puede que añadiese tensión a la protesta del sábado 11 de febrero. Pero algunos analistas dicen que en Yakarta el panorama es totalmente distinto, ya que en la capital el FPI es mucho más fuerte.

"Eso es lo que ha hecho a la gente dudar sobre si organizar manifestaciones", explica Ian Wilson, experto en políticas culturales indonesias de la Universidad Murdock de Australia.

Como ha habido tan pocos gestos públicos en contra del FPI, Wilson cree que incluso una pequeña manifestación de oposición al grupo puede tener algún efecto.

"Como mínimo puede provocar otro debate público sobre el lugar de estos grupos, porque hay elementos dentro de algunos partidos políticos a los que les gustaría tomar medidas en contra del FPI, pero políticamente es algo muy complicado de hacer", señala.

Algunos activistas creen que el Gobierno no ha frenado las actividades agresivas del FPI por su larga y en cierta medida cómoda relación con la policía.

El FPI nació en 1998 como una mezcla dispar de milicias y bandas organizadas por los militares y la policía para contrarrestar al movimiento reformista estudiantil que había contribuido a derrocar al veterano dictador Suharto, que había dimitido ese año en medio de amplias protestas.

Las libertades conseguidas después de la caída de Suharto dieron lugar a la aparición de una sociedad civil y unos medios de comunicación muy activos, y también a la formación de grupos que podían hablar y actuar con pocas restricciones tras décadas de opresión.

Pero los líderes de las protestas del día 14 dicen que el FPI y otros islamistas de la línea dura han abusado de esas libertades, utilizando la violencia con impunidad. Aseguran que ya se han hartado de la incapacidad del Gobierno para castigarles por esos abusos.

"Vemos que el estado no se preocupa demasiado por la violencia del FPI y de organizaciones similares", afirma Tunggal Pawestri, portavoz del Movimiento por una Indonesia sin FPI, convocante de la marcha del pasado martes.

Inspirado por la protesta de los dayak, Tunggal y otros activistas comenzaron a enviar mensajes vía Twitter y Facebook sobre la necesidad de aprovechar la indignación y el rechazo hacia el FPI.

"Queremos que toda la sociedad civil sienta confianza en que podemos expresar nuestra objeción hacia este tipo de organizaciones, que podemos rechazar su violencia en nuestros barrios", indica. "Realmente tenemos que romper nuestro silencio".

La mayor parte de los 240 millones de habitantes de Indonesia son musulmanes moderados.

Wilson asegura que FPI y otros grupos extremistas han sabido manipular inteligentemente las tensiones sociales y económicas en su propio beneficio. "Eso les da un mayor perfil y les hace parecer más importantes de lo que son", añade.

 

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