La fisiología de la Pasión de Cristo

    • El sentimiento de angustia provoca cambios bioquímicos importantes en nuestras células y libera adrenalina y noradrelina, conocidas como las 'hormonas de estrés' o catecolaminas.
    • El proceso también genera el aumento de colesterol, de los triglicéridos y de ácidos grasos libres. Existen trabajos que indican que el estrés aumenta el nivel del llamado 'colesterol malo'.
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Dr. Antonio López Farré

Muchos han sido los artículos dedicados a comentar y explicar los daños físicos que Jesús sufrió en lo que hoy se calcula siguiendo el Evangelio de San Marcos, como las 12 a 14 horas que duró su Pasión hasta que le llegó la muerte. De esos análisis se han desprendido muchas hipótesis interesantes.

Por ejemplo, de los análisis realizados se desprende que el madero transversal que transportó Jesús sobre el que fue crucificado debía de pesar unos 70 kilos o que la lanza que le introdujo el soldado por el costado le atravesó el pericardio (membrana que rodea el corazón), pero que es posible que no llegara a atravesar el corazón. Esto se piensa del hecho que el Evangelio relata que al introducir el soldado la lanza por el costado de Jesús "Le salió sangre y agua". Ese agua solo podría provenir del pericardio.

Otro punto importante es el dolor que Jesús tuvo que soportar. Desde la coronación con la corona de espinas, los 40 latigazos con que usaban los romanos y que terminaba cada una de las puntas de los látigos en una especie de bolas que desgarraban la carne, o el proceso en sí de la crucifixión.

El condenado a ser colgado en la cruz se le daba una especie de anestésico, consistente en la mezcla de vino y mirra, para poder soportar el intensísimo dolor que produce la inserción de los clavos de unos 18 centímetros de longitud por encima de las muñecas, entre el radio y el cúbito.

También se conoce que los crucificados morían deshidratados y asfixiados, y así debió de morir también Jesús. La posición del cuerpo colgado por las muñecas dificultaba mucho la respiración, ya que los pulmones se oprimen y simplemente inhalar el aire era un proceso muy doloroso.

Como todos ustedes saben, la Pasión de Cristo comienza en Getsemaní, el Huerto de los Olivos en Jerusalén. Allí Jesús pide a su Padre que si es posible le libre del trago amargo de la muerte, aunque también dice: "Pero que no se haga lo que yo quiero, sino lo que quieres tú." Aquí podemos intuir un momento de gran angustia, pero al mismo tiempo de resignación.

El sentimiento de angustia provoca cambios bioquímicos importantes en nuestras células. Para conocer el nivel de esos cambios, hay que valorar la intensidad de la angustia. Es evidente que la angustia de Jesús en ese momento previo a su apresamiento es probablemente muy elevada.

Prueba de ello es que vuelve hacia donde se encuentran sus discípulos y encontrándolos durmiendo les recrimina para que le acompañen orando. Esto, desde mi modesto punto de vista, posiblemente es reflejo de quela angustia y estrés, que está sufriendo en ese momento le crea la necesidad de no querer encontrarse solo, de saber que alguien está en vela con Él acompañándole.

Cuando la angustia es elevada el organismo genera unas hormonas llamadas genéricamente hormonas de estrés o catecolaminas, y éstas son la adrenalina y noradrelina. Estas hormonas liberadas por las glándulas suprarrenales y por el sistema nervioso, actúan además de cómo hormonas como neurotransmisores en múltiples órganos, por ejemplo en el corazón.

En el corazón, la noradrenalina aumenta el ritmo de contracción de este órgano, es decir, aumenta la frecuencia cardiaca o, lo que conocerán más popularmente, el número de pulsaciones. También estos dos neurotransmisores aumentan la concentración sanguínea de glucosa ya que estimulan su producción por el hígado.

La adrenalina, también conocida como epinefrina, puede actuar sobre los vasos sanguíneos de la piel y provoca contracción vascular, de ahí que al principio aparezca palidez. Luego tiene un efecto contrario, dilatando los vasos, lo que hará que aparezca el enrojecimiento. Recordarán ustedes que en el Evangelio de San Lucas se dice que en el Huerto de los Olivos Jesús sudó sangre. Este es un fenómeno muy raro llamado hemohidrosis.

La hemohidrosis ocurre cuando los vasos sanguíneos de la piel se dilatan y se contraen hasta que se rompen, causando hemorragias en la capa de la epidermis próxima a las glándulas sudoríparas. La sangre entonces se mezcla con el sudor y sale por los poros de la piel. Este proceso está unido al sentimiento de una angustia extrema y estrechamente ligado a una liberación máxima de estas catecolaminas.El colesterol también aumenta con la angustia

Otro cambio importante a nivel bioquímico durante el proceso de la angustia es el aumento de colesterol, triglicéridos y ácidos grasos libres. En concreto existen diferentes trabajos que dicen que el estrés aumenta en sangre los niveles del conocido como 'colesterol malo', el LDL-colesterol. El colesterol alto, y más concretamente el LDL-colesterol, está unido a las enfermedades cardiovasculares incluido riesgo de infarto de miocardio.

Otro fenómeno molecular asociado al estrés es el proceso de la inflamación. La inflamación en el entorno de las células de nuestro organismo induce la estimulación de estas. Por ejemplo, el proceso inflamatorio favorece la interacción de las células de la sangre con los vasos sanguíneos produciendo el daño de la pared vascular.

Las propias plaquetas, células que intervienen en la formación de trombos, pueden verse activadas durante un proceso inflamatorio favoreciendo su sensibilidad a otros estímulos y pudiendo incluso producirse microtrombos.

Además, hoy se conoce que durante el proceso inflamatorio se induce en diferentes tipos celulares como son las propias plaquetas, los leucocitos o células de la propia pared vascular, la liberación de pequeñísimas partículas, conocidas por el nombre de micropartículas. Las micropartículas tienen entre otras propiedades, la facultad de hacer disfuncionantes a unas células que recubren en su interior nuestros vasos sanguíneos que son conocidas como células endoteliales.

Las células endoteliales, al estar en contacto directo con las células de la sangre, tienen un papel fundamental en la inhibición de estas, pero también es verdad que durante situaciones patológicas, como podría ser una situación de estrés extremo, lo que hacen es todo lo contrario, activar a las células de la sangre para que estas dañen a la propia pared de nuestros vasos sanguíneos.

Es indudable que Jesús tuvo durante la Pasión muchos momentos en los que pudo sufrir un estrés intensísimo. Los interrogatorios, la flagelación, el traslado de la cruz con las tres caídas en su doloroso caminar hacia el monte Gólgota y por supuesto el momento de la crucifixión. También es verdad que si releemos los Evangelios, da la impresión que Jesús a pesar de todas esas vicisitudes ya no parece mostrar ni estrés ni angustia. Esa finalización del sentimiento de angustia, es ya evidente en el momento mismo de Su apresamiento en Getsemaní.

Dice la historia, a través de los Evangelios, que ante la llegada de los soldados enviados por los sacerdotes, acompañados por Judas Iscariote, Jesús sale indiferente a su encuentro y les pregunta "¿A quién buscan?" contestando los soldados a Jesús de Nazaret, produciéndose, según algunos evangelistas, el conocido momento del beso de Judas y según otros contesta JesúsSoy yo.

La tranquilidad conlleva también cambios moleculares en nuestras células. Con el sentimiento de tranquilidad, y sobre todo con el cese de la ira, el sistema nerviosos libera otro neurotransmisor llamado serotonina. Entre las funciones de esta hormona se encuentra también regular el apetito mediante la saciedad y participar en el control de la temperatura corporal. El aumento de serotonina en los circuitos nerviosos produce una sensación de bienestar, relajación, mayor autoestima y concentración.

Las pruebas de esta finalización del sentimiento de angustia durante el resto de la Pasión por parte de Jesús son múltiples. Durante el interrogatorio al que se vio sometido por los sanedrítas, y posteriormente por el cónsul romano Poncio Pilato, quinto prefecto de la provincia romana de Judea en tiempos del emperador Tiberio, Jesús mostró una tranquilidad absoluta.

Esa tranquilidad y control de la situación, se intuye fácilmente al recordar el momento en el que Poncio le interroga sobre si El es el rey de los judíos, y Jesús contesta la conocida frase "tú lo dices, no yo". Durante el traslado de la cruz, el momento del encuentro con la Verónica trasmite serenidad a pesar del sufrimiento.

El mismo momento de la muerte cuando dice a Su madre, "Mujer he aquí a tu hijo" refiriéndose al discípulo amado, cuya identidad definitiva está llena de debate, es un signo de tranquilidad ante la eminente llegada de la muerte. La vida y la muerte de un hombre que cambió la historia del mundo.

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