La neurociencia, entre avances revolucionarios y líneas rojas

  • La neurociencia está presente en todos y cada uno de los actos cotidianos, y el cerebro determina cómo percibe la persona una obra de arte, la política o hasta la justicia, pero avanza entre revolucionarios avances y líneas rojas que nunca se deberían cruzar.

Raúl Casado

Madrid, 18 feb.- La neurociencia está presente en todos y cada uno de los actos cotidianos, y el cerebro determina cómo percibe la persona una obra de arte, la política o hasta la justicia, pero avanza entre revolucionarios avances y líneas rojas que nunca se deberían cruzar.

Explica esta disciplina por ejemplo por qué una persona con unos determinados rasgos tiene, con las mismas pruebas y antecedentes, más posibilidades de ser condenada que otra.

De hecho, la neurociencia ya ha probado que una misma obra de arte contemplada por dos personas hace que en cada una de ellas se activen partes diferentes del cerebro, o que un juez percibe de forma diferente a un procesado con rasgos faciales asimétricos o cicatrices y a otro con rasgos más sutiles, suaves u ojos claros.

El médico José Alberto Palma, adscrito al Departamento de Neurología y Neurocirugía en la Clínica de la Universidad de Navarra, ha plasmado algunas de esas evidencias en el libro "Cómo tomamos las decisiones. El sorprendente papel del cerebro en la vida cotidiana" (editado por LibrosLibres).

En una entrevista con EFE, José Alberto Palma advierte de que los avances en esta materia son tan rápidos, que se abre en el horizonte una nueva disciplina, la "Neuroética", para trazar esa línea roja que nunca se deberá cruzar y delimitar los límites de cualquier actuación sobre el cerebro de una persona.

Porque científicamente es ya posible intervenir para paliar los efectos de enfermedades neurodegenerativas, para prevenir conductas delictivas (asesinos en serie, violadores o pederastas), o utilizar fármacos neuropotenciadores para combatir transtornos como el déficit de atención o la hiperactividad de los niños.

Pero alguien podría tener la tentación de intervenir en el cerebro para tratar de "corregir" no un transtorno sino una conducta o actitud libremente elegida, o de consumir los neuropotenciadores para conseguir una mayor capacidad de almacenar datos y conocimientos, y concurrir así en una situación de ventaja por ejemplo a una oposición.

José Alberto Palma lo tiene claro: "la neuroética debe tener en cuenta todo eso; delimitar lo que se puede y no se puede hacer; definir lo que chocaría con todos los límites éticos y con la libertad individual de la persona".

A lo largo de su obra, Palma revisa cómo influye la neurociencia en cualquier decisión cotidiana e incluso por la noche, mientras una persona duerme, porque la ciencia también ha demostrado que los sueños son útiles para consolidar la memoria, que se puede aprender mientras se sueña, e incluso que los sueños son útiles para "reorganizarse".

El mentiroso compulsivo tiene una alteración en el lóbulo central; el área occipital del cerebro se activa ante una película de terror; y el sistema límbico y la amígdala cerebral están implicados en las emociones. Son evidencias científicas, y José Alberto Palma mantiene que la neurociencia es una disciplina útil y tiene aplicaciones prácticas que son beneficiosas para cualquier persona, "aunque no tenga ni idea de qué es una neurona".

E insiste también en que sus aplicaciones pueden resultar beneficiosas en campos tan diferentes como la economía (neuroeconomía), la ética (neuroética), la política (neuropolítica), la educación (neuropedagogía) o el arte (neuroestética).

Palma mantiene que la neurociencia es útil también porque puede tener las claves de algunas respuestas y conocer gracias a ella qué está haciendo mal una persona que se ha propuesto adelgazar y no lo consigue, por qué una persona es capaz de llevar a cabo acciones violentas como violaciones, asesinatos o torturas, de fastidiar al vecino o a un compañero de trabajo, o saber lo que sucede en su mente cuando miente.

Útil, también, porque una lesión en la amígdala cerebral puede provocar que una persona no sea capaz de expresar miedo, y ser por ello más propensa a apostar grandes cantidades de dinero aunque sea consciente de que las pérdidas potenciales superan a los beneficios, algo que una persona sin esa lesión no haría porque sí es capaz de sopesar los riesgos, las ventajas y los inconvenientes.

José Alberto Palma insiste además en que muchas de las aplicaciones de la neurociencia se han instaurado en la cotidianeidad de la práctica clínica; y cita como ejemplo los electroestimuladores que se usan en determinadas áreas cerebrales para aliviar los síntomas de enfermedades como el párkinson o tratar transtornos depresivos.

"No es algo de ciencia ficción, sino un procedimiento que se lleva a cabo con cierta rutina en algunos hospitales, también de España", precisa. EFE

rc/pz

(Recursos de archivo en www.lafototteca.com. Código 4441366 y otros)

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