La ONU homenajea a Carl Lutz, el diplomático suizo que salvó a 62.000 judíos

  • La ONU en Ginebra rindió hoy homenaje a Carl Lutz, el vicecónsul de la embajada de Suiza en Budapest, que a partir de 1942 y hasta el final de la II Guerra Mundial salvó a por lo menos 62.000 judíos húngaros de los campos de exterminio nazi.

Ginebra, 31 ene.- La ONU en Ginebra rindió hoy homenaje a Carl Lutz, el vicecónsul de la embajada de Suiza en Budapest, que a partir de 1942 y hasta el final de la II Guerra Mundial salvó a por lo menos 62.000 judíos húngaros de los campos de exterminio nazi.

Más de medio millón de judíos húngaros, sobre una población total de 725.000 personas, fueron exterminados por la Alemania nazi, durante la II Guerra Mundial.

Con la ayuda del Gobierno colaboracionista de Done Sztojay, fueron enviados en su gran mayoría a Auschwitz-Birkenau, cuyos crematorios nunca funcionaron tan intensamente como en el verano de 1944, cuando los judíos húngaros llegaron al campo de concentración.

El asesinato masivo recibió el nombre de "Aktion Hess", ya que el exterminio fue dirigido personalmente por Rudolf Hess, el fundador del campo y comandante del mismo hasta noviembre de 1943.

Otras 62.000 personas debían haber tenido el mismo destino, pero salvaron sus vidas gracias a Carl Lutz, quien hoy fue homenajeado en la sede europea de la ONU en presencia de su hija Agnes Hirschi.

Su figura, como la de otros diplomáticos y empresarios, se compara con la de Oskar Schindler, el industrial alemán que salvó a 1.200 judíos, inmortalizado en el cine por Steven Spielberg.

Como Schindler, Carl Lutz (1895-1975) arriesgó su vida para salvar las de otros, y durante 1942 y 1945 consiguió engañar a los nazis para que miles de judíos no fueran identificados como tales.

Ideó la "Schutzbrief", un salvoconducto que inicialmente fue emitido con el consentimiento nazi para 8.000 judíos, pero que fue falsificado miles de veces para convertir en legales al mayor número posible de personas, sobre todo a partir del año 1944.

Previamente, en 1943 y en colaboración con la Agencia Judía en Palestina (donde fue cónsul entre 1935 y 1940), Lutz había ayudado a emigrar a 10.000 niños y jóvenes judíos, pero a partir de octubre de 1944 fue cuando la maquinaria de salvamento se multiplicó.

Con la deportación en masa a Auschwitz-Birkenau a pleno rendimiento, los nazis húngaros también llevaron la violencia a las calles de Budapest sin ningún disimulo, apareciendo cuerpos sin vida por todas partes, en una especie de repaso.

Lutz volvió a arriesgarse y consiguió dar estatus de extraterritorialidad a la Casa de Cristal, un edificio en el que pudieron refugiarse cientos de personas, judíos y no judíos.

Prácticamente no quedan testimonios gráficos de aquella época, pese a que Lutz era un entusiasta aficionado a la fotografía.

En uno de sus informes enviados a Suiza, explicaba que estaba "terminantemente prohibido" hacer fotos en Budapest y que quienes incumplían la norma podía incluso ser condenados a muerte.

Relataba también que en una ocasión intentó fotografiar a un grupo de matones nazis cuando atacaban a una mujer en la calle y que solo su condición de diplomático y la entrega de la película a los agresores le permitieron salir del lance con vida.

Lutz regresó a su país tras la II Guerra Mundial, pero paradójicamente fue sancionado por el Gobierno de Berna al haber actuado de manera irregular en su condición de representante político, y ya no logró prosperar en la carrera diplomática.

Era consciente de que ese peligro existía, tal y como le dijo a un joven judío en marzo de 1944, al que entregó una documentación falsa: "para cuando verifiquen tu identidad, puede que los dos estemos muertos. Sin embargo, si sobrevivimos a este caos, te tengo que pedir que me devuelvas personalmente el documento que te estoy entregando esta noche, y que no le digas ni una palabra a nadie mientras yo sea representante del Gobierno suizo".

Su hija recordó hoy que le acusaron de "extralimitare en sus competencias y de poner en peligro la neutralidad de Suiza".

El reconocimiento llegó poco antes de su muerte en 1975, décadas después de una gesta humana, por la que la ONU también recuerda en esta ocasión a otros 17 representantes políticos y diplomáticos, así como empresarios, que ayudaron al pueblo judío en su peor hora.

Entre estos se encontraban Carlos de Sampaio, ministro plenipotenciario de Portugal; Alberto Texeira Branquinho, encargado de negocios de la embajada de Portugal; Ángel Sanz-Briz, encargado de negocios de la embajada española; y Giorgio Perlasca, empresario italiano que se hacía pasar ante las autoridades húngaras como encargado de negocios español.

Desde Ginebra, igualmente decisiva fue la labor desempeñada por dos salvadoreños, José Arturo Castellanos, cónsul honorario, y George Mandel Mantello, primer secretario del consulado.

Todos ellos fueron héroes, aunque la hija de Lutz subrayó que su padre "no nació para serlo".

"Era una persona tímida e introvertida, que como persona profundamente religiosa no pudo soportar la manera en la que los judíos fueron tratados", afirmó.

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