Las cartas del destierro de Unamuno, "el grito anhelante" de un gran escritor

  • Ana Mendoza.

Ana Mendoza.

Madrid, 11 may.- Luchador incansable por "la España sensata de la inteligencia", Miguel de Unamuno vivió en el destierro de 1924 a 1930, y en esos años escribió más de 300 cartas que, como él mismo decía, son "casi el grito de un hombre anhelante de desesperanzada esperanza, de fe hecha de dudas".

Esas cartas, 130 de ellas inéditas, aparecen reunidas ahora en el libro "Miguel de Unamuno. Cartas del destierro", gracias a la ingente labor de edición realizada por el matrimonio Colette y Jean-Claude Rabaté y publicadas por la Universidad de Salamanca.

El matrimonio francés asistió hoy a la presentación en Madrid de este importante libro, en el Centro Cibeles de Cultura y Ciudadanía, que contó también con las intervenciones del secretario de Estado de Cultura, José María Lassalle, y del rector de la citada universidad, Daniel Hernández Ruipérez, entre otros.

Como puso de relieve Lassalle, las cartas inéditas del destierro de Unamuno, destinadas a su mujer, Concepción Lizárraga, forman parte del patrimonio español gracias al "sentido de Estado" del exministro de Cultura César Antonio Molina, que asistió a la presentación y que en 2006 impidió que ese material se subastara.

La inmediata reacción de la familia de Unamuno y de la Universidad salmantina también favoreció el "recuperar para la memoria colectiva de nuestro país el testimonio de un exiliado heterodoxo y un luchador incansable por una sola causa: la reivindicación de la España sensata de la inteligencia que se impone a la barbarie dogmática de los 'unos' y los 'otros'", afirmó Lassalle.

Las 300 cartas fueron escritas por Unamuno desde la isla canaria de Fuerteventura, que dejó "una impronta indeleble" en él; desde París, una ciudad que le producía "repulsión" pero que le vino muy bien para incrementar su repercusión internacional, y desde Hendaya, donde vivió cuatro años largos.

Los textos reflejan "la lucha áspera, ideológica", llevada a cabo por "este opositor feroz al Directorio de Primo de Rivera y al rey Alfonso XIII", señaló Colette Rabaté.

También queda claro en esas cartas "el compromiso ideológico" de Unamuno y "su empeño en influir en la vida española incluso desde fuera".

Como subrayó Jean-Claude, las destinadas a la familia permiten descubrir "las divagaciones y ocupaciones de un ser en perpetua lucha contra la dictadura", que fue objeto de "un odio exacerbado" por parte del autor de "Niebla".

Sus juicios e improperios más violentos se dirigen hacia el "trío infernal, compuesto por el rey, por Primo de Rivera, al que denomina 'Miguelito, alías el ganso real' y por el más aborrecido, el general Severiano Martínez Anido, apodado 'el cerdo epiléptico'", recordó el hispanista francés.

Una carta de noviembre de 1924, dirigida a su hija Salomé, constituye un buen ejemplo de esos improperios: "El Rey me ha hecho saber, por un amigo suyo y mío, que me quiere y que es mi lector asiduo y consciente admirador. ¡Pobre pelele! Las está pasando muy negras pues no sabe cómo librarse del Cerdo Epiléptico, el M. Anido y su jauría de mastines hidrófobos".

Con esas cartas, subrayó Lassalle, Unamuno combatió "la sinrazón" y la transformó "en un instrumento para combatir a sus enemigos íntimos de entonces y que, citando a Todorov, son los mismos enemigos de hoy: el mesianismo o la intolerancia".

Su destierro, añadió Lassalle, marcó "de forma determinante la identidad y la escritura de un español que hoy sigue ofreciéndonos la enseñanza moral de su tragedia en carne viva, la de sobrevivir ética y estéticamente al desarraigo geográfico, a la inhabilitación intelectual y a la desnudez emocional".

En suma, estas 300 cartas constituyen "una aportación valiosa" para quienes quieran conocer mejor las vivencias de un intelectual del primer tercio del siglo XX, de un hombre que "iba por libre", y eso "en España se paga, como en todos los países del mundo", dijo Jean-Claude Rabaté.

Esa España que, según Unamuno, era "un país de envidiosos", algo "mil veces más terrible que el hambre, porque es un hambre espiritual".-

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