Los chilenos tratan de sobreponerse al terremoto

  • Chile ha sufrido ya numerosos -y duros- terremotos a lo largo de su historia. De hecho, es uno de los países más preparados para prevenir los efectos de los temblores de la tierra y para responder a ellos cuando resulta necesario. Pero eso no significa que los chilenos estén acostumbrados a los terremotos. Su efecto psicológico también puede ser devastador.
Devastada la localidad turística de Pichilemu (Chile) por el tsunami posterior al terremoto
Devastada la localidad turística de Pichilemu (Chile) por el tsunami posterior al terremoto
Benjamin Witte | GlobalPost

(Santiago de Chile). Chile es uno de los países más activos sísmicamente y ha pasado antes por duros terremotos. En 1960 un seísmo incomprensiblemente potente de una magnitud de 9,5 –el mayor registrado nunca en todo el mundo- a la altura de la ciudad sureña de Valdivia. El país volvió a sufrir una fuerte sacudida en 1985, que causó 200 muertos.

Aún así, mientras el país comienza a resurgir tras el último desastre vivido, el del terremoto de 8,8 en la escala de Richter del pasado sábado, los ciudadanos parecen estar de acuerdo en que a pesar de toda su experiencia pasada, nadie puede estar realmente preparado para una catástrofe de estas magnitudes.

Leonel Araya, un portero que trabaja en Santiago, ha pasado por varios terremotos "famosos", incluido el mortal maremoto de 1982 en la ciudad norteña de Arica que le costó la vida a su hijo. Araya asegura que los seísmos le han enseñado a ser más "humanitario" y a no darle demasiada importancia a las cosas materiales. Aún así, la intensidad del último temblor –y la hora a la que sucedió (por la noche)- le cogió totalmente desprevenido.

"Nadie está preparado para algo como esto. Estaba durmiendo. Pensé que estaba soñando, pero no era un sueño. Era real", cuenta Araya. "Todo lo que uno puede esperar es proteger a su familia. Las cosas que realmente importan no están a la venta. Cuando me desperté, simplemente improvisé. Lo primero que intentas hacer es abrir la puerta, más que ninguna otra cosa".

José Gil, un voluntario de 23 años que se pasó la mañana del lunes retirando escombros en el centro de Santiago, considera imposible acostumbrarse a un caos así: "No puedes terminar de acostumbrarte a esto, porque pasa de un momento a otro. No hay alertas previas. Se puede ver que el país está en un estado de pánico. Están pasando cosas que no tienen nada que ver con el terremoto".

Más de tres días después del seísmo, la atención se está centrando ahora en las zonas más cercanas al epicentro –el sur de la región de Bío-Bío y Maule. Las autoridades chilenas han ampliado el toque de queda establecido en la gravemente dañada ciudad de Concepción, después de que los saqueadores continuaran entrando en supermercados y farmacias."La gente está desesperada", dice Andrea Córdoba, de la organización humanitaria World Vision.

"Están sin agua, sin comida", relata Córdoba. "Ahora los militares se están haciendo con las calles. Controlan el desorden, pero también alimentan significativamente el trauma. Porque obviamente la gente aquí está ya traumatizada después de haber vivido el terremoto. Yo también lo he vivido y te aseguro que aún estoy asustada. El caos y los disturbios lo único que hacen es sumarle [más trauma] a esto".

Para las decenas de miles de chilenos guardando luto por sus seres queridos o esperando aún tener alguna noticia de los que se encontraban en las áreas más golpeadas, no son consuelo alguno las noticias –especialmente en la prensa extranjera- hablando sobre lo bien que ha soportado el país el terremoto en comparación con Haití."En 1960, las infraestructuras del país eran mucho más frágiles", recuerda Camilo Navarro, un anciano que reside en la capital chilena y cuya hija tuvo que abandonar uno de los crecientes símbolos del terremoto: un complejo de apartamentos de sólo cinco años que está a punto de caer en el barrio de Maipú."Pasé por aquello y después por el terremoto del 85. Éste último llevó a las autoridades a tomar medidas, especialmente para los edificios más altos. Pero es evidente que tienen que llevar a cabo nuevos estudios por el bien de las generaciones futuras, para proveerlas de incluso más protección".

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