Los disturbios étnicos dejan una convivencia rota en el noreste de la India

  • Decenas de miles de desplazados esperan a poder regresar a sus aldeas en Assam pese a que los peores disturbios étnicos de la última década han sembrado un clima de miedo y desconfianza en esta región nororiental de la India.

Igor G. Barbero

Kokrajhar (India), 20 oct.- Decenas de miles de desplazados esperan a poder regresar a sus aldeas en Assam pese a que los peores disturbios étnicos de la última década han sembrado un clima de miedo y desconfianza en esta región nororiental de la India.

"Un grupo de rebeldes musulmanes atacó nuestra aldea por la noche y tuvimos que huir. Lo hemos perdido todo", se lamenta a Efe Monica Brahma, una mujer de la etnia local bodo que desde hace casi tres meses vive en un campamento de acogida con sus dos hijos pequeños.

"Ahora tenemos miedo de regresar. Necesitamos más seguridad", afirma la joven, cuya familia regentaba un molino de arroz y tenía una de las mejores casas del pueblo, hasta que ésta fue saqueada y destruida por los vándalos.

Unas cien personas murieron y medio millón resultaron desplazadas por los choques, que entre finales de julio y agosto enfrentaron a los bodos, de aspecto mongoloide y religión hindú o cristiana, con inmigrantes musulmanes procedentes del vecino Bangladesh.

Los que escaparon de la violencia acabaron en alguno de las decenas de campamentos de acogida, como el levantado en el complejo de una escuela de la aldea de Holshi, en el distrito de Kokrajhar, donde Brahma intenta salir al paso junto a otras 2.300 personas.

Múltiples bártulos y ropajes pueblan las habitaciones del centro, en cuyo exterior las mujeres cocinan y limpian, los niños construyen cañas de pescar y los hombres cortan leña para el fuego, conversan bajo la sombra o trabajan para conseguir algo de dinero.

La violencia golpeó con mayor fuerza a Kokrajhar, el corazón administrativo de Bodoland, un pequeño territorio con lengua propia, apenas dos millones de habitantes y ubicado al norte del enorme río Brahmaputra que en 2003 obtuvo un estatus autónomo dentro de Assam.

Antiguos rebeldes bodos se reconvirtieron entonces a gobernantes, tras años de insurgencia.

Con el acuerdo de paz consiguieron importantes fondos para desarrollo e infraestructuras -unos 93 millones de dólares por lustro- y un amplio poder decisorio gracias a la creación de un consejo territorial que agrupa a cuatro demarcaciones.

Pero esta mayor soberanía ni ha calmado sus aspiraciones, ni ha resuelto los problemas de convivencia en una región que desde hace décadas ha presenciado episodios similares de violencia.

Al estar a las puertas de Bangladesh, Bodoland ha absorbido muchos inmigrantes indocumentados que llegan a la India en busca de mejor suerte y que por su volumen y la permisividad o interés del Gobierno central se han convertido en un importante banco de votos.

Hoy, pintadas de "Bodoland libre" o "Justicia para los bodos" proliferan en las fachadas de los edificios de Kokrajhar, los mercados están a medio gas y decenas de aldeas permanecen vacías, con las viviendas reducidas a cenizas y escombros.

Un aspecto abandonado ofrecen también muchos de los verdes arrozales de la prolífica región, que surgen entre bosques de palmeras y riachuelos y que no tienen quien los cultive.

"El derecho a sobrevivir es el nudo de la cuestión", argumenta Robinson Mushahary, vicejefe de la administración de Kokrajhar, que desliza que la "explosión demográfica" de musulmanes ha llevado a los bodos a luchar por defender su supremacía en el territorio.

La fuente agrega que los musulmanes también "se sienten perjudicados" -ocupan dos asientos de los 40 miembros electos del consejo territorial- y "piden que se derogue la autonomía".

Según datos oficiales, en Kokrajhar tres cuartas partes de los desplazados son "minorías", un eufemismo con el que las autoridades se refieren a la comunidad musulmana pese a haberse convertido posiblemente en el principal grupo poblacional de Bodoland.

Uno de ellos es Masirudín, un hombre de espesa barba y mucho más envejecido de lo que deberían mostrar sus 56 años.

Con actitud defensiva, asegura que su familia ha vivido en Assam durante generaciones y que todos los de su campamento son indios.

"El 70 % de la población somos musulmanes. Éste es su único problema", dice a Efe respaldado por un amplio corrillo de gente en el que nadie admite ser de Bangladesh.

"Las autoridades y las fuerzas de seguridad tratan mejor a los bodos. Nos sentimos amenazados", subraya.

La administración ha establecido que los primeros desplazados en regresar a sus hogares serán quienes puedan demostrar que son propietarios de tierras, algo que en principio favorece a los bodos.

Y organizaciones como el influyente foro estudiantil bodo ABSU piden que aprovechando la coyuntura se expulse a todos los que llegaron a la región después de 1971, año en el que Bangladesh logró su independencia de Pakistán con ayuda de la India.

"Es un problema de tierra. Estas zonas tribales están volviéndose superpobladas", advierte Rovindra Mazari, vicepresidente del ABSU.

"Reconocemos que hay musulmanes que son nativos pero para solucionar el problema hay que expulsar a los musulmanes inmigrantes", sentencia.

Mostrar comentarios