Los recuerdos de la revolución, nuevo negocio para los comerciantes libios

  • Abdel Mayid, dueño de una tienda de teléfonos portátiles en Trípoli, lo vio claro: tras la caída de la capital, el 23 de agosto, "todo el mundo quería comprar recuerdos de la revolución", así que, sin pensárselo dos veces, recogió todos los móviles de su local y lo llenó de mercancía revolucionaria.

Jorge Fuentelsaz

Trípoli, 24 sep.- Abdel Mayid, dueño de una tienda de teléfonos portátiles en Trípoli, lo vio claro: tras la caída de la capital, el 23 de agosto, "todo el mundo quería comprar recuerdos de la revolución", así que, sin pensárselo dos veces, recogió todos los móviles de su local y lo llenó de mercancía revolucionaria.

Presume de ser la única tienda de todo Trípoli dedicada exclusivamente a la venta de este tipo de productos festivo-revolucionarios, un extremo que difícilmente se puede constatar en una ciudad, donde apenas acaban de superar una profunda crisis de escasez de alimentos, agua y combustible.

"Todos los puestos de venta están en la calle, en las aceras; pero no vas a ver ningún local como el mío", asegura este hombre de 37 años que inauguró la tienda el pasado viernes día 9.

"El miércoles me llamó mi socio de Túnez y dijo que había visto una gran cantidad de productos. Le dije que sí inmediatamente y el jueves ya estábamos colocando las cosas para abrir al día siguiente", relató a Efe.

En su tienda, situada en el barrio de Dahra, se puede comprar desde pegatinas a 30 céntimos de euro, hasta polos y carteras de mujer con la bandera tricolor de la nueva Libia (roja, verde y negra), por 17 euros. Aunque los precios, como matiza Abdel Mayid, son "siempre orientativos".

"Por ejemplo, esa gorra vale 10 dinares (7 euros aproximadamente), pero si compras dos o tres o hablamos un poco, pues te la puedo dejar en ocho o en siete", explica este pequeño empresario, en una región donde el comercio no tiene precios exactos.

Pero además hay tazas, relojes, chapas, pulseras, colgantes, globos, banderas, camisetas, ambientadores, apoya cabezas para coches o gorras beisboleras, muchos de ellos con diferentes diseños y bordados, pero todos revolucionarios.

Asimismo, asegura que el negocio va viento en popa, aunque confiesa que el ansia consumista de los primeros días ha menguado.

Sin embargo, de momento no se siente preocupado. "Esto durará por lo menos dos o tres meses más y después, pues nada, recogeré estás cosas y volveré a sacar los teléfonos", cuenta Abdel Mayid mientras señala un adorno publicitario de telefonía colgado del techo, que sobrevivió a la rápida transformación de la tienda.

En el barrio se pueden encontrar algunos otros puestos ambulantes en los que se encuentran prácticamente los mismos productos a precios aproximados.

No obstante el verdadero centro neurálgico de la venta de este tipo de objetos está en la antigua plaza Verde, conocida ahora como la plaza de los Mártires.

"Quienes más compran son los niños y lo que más se vende son las camisetas", aseguró a Efe Hisham Buzquiya, a quien sus colegas de oficio de la plaza conocen por el sobre nombre de Califa.

Comenta que recientemente han llegado unas camisetas tipo militar con un estampado en el pecho de la revolución del 17 de febrero, pero señala que se vende de todo.

Este joven, que vivía en Brega, en el este del país, antes del conflicto, dice que los productos los traen de Túnez y de Egipto, y que ahora puede conseguir en un día alrededor de 35 euros.

Junto a él, más de una decena de puestecillos se extienden debajo de los soportales de varios edificios; y por la noche, cuando la plaza se convierte en zona de reunión para las celebraciones de la victoria, se extienden por la enorme explanada de los Mártires, donde también se montan castillos hinchables para los niños, puestos ambulantes de comida, de palomitas o de nubes de azúcar.

Aquí, se pueden comprar artículos más variados que en la tienda de Abdul Mayid, y además de las banderas y las camisetas, hay discos compactos con canciones revolucionarias, montajes fotográficos de Muamar el Gadafi junto a presidentes y exmandatarios árabes e incluso balas de rifles automáticos con la bandera tricolor pintada.

Pero no siempre fue así en Libia. En Bengasi, un mes después del triunfo de los levantamientos, los recuerdos se limitaban a pegatinas y a algunas chapas que algunos voluntarios regalaban en la plaza Hurriya (Libertad), anterior plaza de los Juzgados.

Ni siquiera en Túnez, foco de esta ola revolucionaria que, viernes tras viernes, fue extendiéndose y creciendo, primero en Egipto, después en Libia y más tarde en Bahrein, Siria o Yemen, el fenómeno de la "mercancía revolucionaria" cobró presencia tras el derrocamiento de Zine el Abidine Ben Ali.

El origen quizá haya que buscarlo en la plaza de Tahrir de El Cairo, en los 18 días de protestas que acabaron con tres décadas de gobierno de Hosni Mubarak.

Antes incluso de la renuncia del "rais" egipcio, el 11 de febrero, en la plaza ya se empezaban a encontrar recuerdos con la bandera de Egipto, un fenómeno que estalló y se multiplicó esa primera quincena y que convirtió a Tahrir en símbolo y feria de la libertad y la determinación de un pueblo cuando dice "basta".

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