Obama ante el caos en Siria

  • Desde la reacción al uso de armas químicas en Siria hasta la respuesta a la entrada en escena de Rusia: la estrategia y los objetivos de Barack Obama ante el caos sirio generan perplejidad.

Sus detractores denuncian una falta de claridad de visión, o de audacia, pero lo cierto es que a menos de 500 días de su salida, nada indica que el presidente estadounidense vaya a cambiar de actitud o se deje imponer otro ritmo.

Firme en su convicción de que la potencia militar estadounidense no puede por sí sola responder a las violentas crisis que sacuden al mundo, especialmente en Oriente Medio, Obama insiste en la importancia de su coalición, busca aliados regionales, y advierte incansablemente contra las intervenciones llevadas a cabo de forma irracional.

Las discusiones, en el verano boreal de 2013, sobre la oportunidad de efectuar ataques tras la utilización de armas químicas por parte del régimen de Bashar al Asad, dejaron una sensación de indecisión en el ambiente, y estos últimos días, en que la Casa Blanca fue tomada por sorpresa ante la ofensiva diplomática y militar rusa, pusieron en evidencia las dudas de Estados Unidos.

"En política extranjera, siempre es difícil decir lo que pasa entre bastidores. Pero la impresión que domina es de que (Obama) no tiene una respuesta clara. Y la impresión es crucial en política", señaló Julian Zelizer, profesor de historia de la prestigiosa Universidad estadounidense de Princeton.

Preocupado por romper con el intervencionismo de su predecesor republicano George W. Bush, quizás Obama ha ido demasiado lejos en el sentido contrario.

"Por el interés del pueblo sirio, ha llegado el momento de que el presidente Asad se retire", dijo el presidente en agosto de 2011, tras cinco meses de represión por parte de Damasco de un movimiento de protesta sin precedentes.

Dos años más tarde, el mandatario anunció que Estados Unidos estaba dispuesto a atacar a blancos del régimen sirio, tras un ataque con armas químicas que provocó más de 1.400 muertos según los servicios de inteligencia estadounidenses.

Sin embargo, para sorpresa general, Obama dijo entonces que sometería esta decisión a un voto del Congreso, descartando de facto una intervención a corto plazo, pero la votación, que se anunciaba extremadamente difícil, no tuvo lugar, y los ataques fueron abandonados tras una propuesta de Rusia -aliada de Damasco- para destruir las armas químicas sirias.

En agosto de 2014 unas desafortunadas declaraciones de Obama aumentaron la sensación de indecisión: "Todavía no tenemos estrategia", dijo en una rueda de prensa, aludiendo a la lucha contra el grupo yhadista Estado Islámico en Siria. La Casa Blanca intentó explicar esta afirmación pero fue en vano, la formula se mantuvo.

Algo reticente, Obama se comprometió a entrenar a la oposición siria moderada para combatir al Estado Islámico y la operación resultó un fiasco.

Hace dos semanas, los legisladores escucharon, absortos, al general Lloyd Austin, que presentó las últimas cifras del programa: dotado con 500 millones de dólares, el plan, que preveía el entrenamiento de unos 5.000 rebeldes al año, sólo ha permitido por el momento la formación de algunas decenas de combatientes.

El senador republicano John McCain resumió esta semana su visión del tema: "Esta administración ha creado la confusión entre nuestros amigos, estimulado a nuestros enemigos, confundido un exceso de precaución con la prudencia, y remplazado los riesgos de la acción por los peligros de la inacción".

"En general, a excepción de un breve paréntesis tras el 11 de septiembre de 2001, (...) hay reticencias reales entre los estadounidenses para comprometerse en una guerra, particularmente en Oriente Medio", recordó el profesor Zelizer.

Para este experto, Barack Obama es un "guerrero reticente", que "no tiene intención de cambiar".

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