Sangre, pasión y negocio en las peleas de perros en Afganistán

  • El viernes, día sagrado del islam, es también el día de las peleas de perros en las colinas de Mir Bacha Koot, en el norte afgano, donde se congregan cientos de aficionados indiferentes a los intentos oficiales por prohibirlas.

Fawad Peikar

Kapisa (Afganistán), 22 abr.- El viernes, día sagrado del islam, es también el día de las peleas de perros en las colinas de Mir Bacha Koot, en el norte afgano, donde se congregan cientos de aficionados indiferentes a los intentos oficiales por prohibirlas.

Todas las semanas, en esta zona de la provincia de Kapisa, se enfrentan, a menudo hasta la muerte y de manera sangrienta, entre diez y veinte perros, mientras el público se dedica a apostar por la victoria de su can favorito.

"Empecé a entrenar perros de lucha cuando tenía diez años", cuenta a Efe el criador Wahidulá Rahimi, de 30 años, que posee cinco y que explica que "las apuestas pueden llegar a ser de 10.000 dólares".

"Para mí esta es una manera de lograr ingresos, pero al mismo tiempo la verdad es que disfruto con el juego", añade.

Rahimi lleva sus perros cada semana a las colinas de Mir Bacha Kot, a la que suelen desplazarse personas de bajo estatus social, pero también empresarios o policías venidos desde distintos puntos del país solo para presenciar las peleas.

Una vez allí, el combate tiene lugar en un área circular.

Rahimi aguarda en ella con uno de sus canes, mientras un árbitro canta su desafío: "este perro -grita- está listo para luchar, quien quiera enfrentarlo con el suyo que venga a esta plataforma".

Pocos minutos después, el criador ya tiene un rival, Haji Barat, quien aparece con su perro presto para dejar que los animales luchen, mientras los curiosos se empujan para presenciar el espectáculo.

El árbitro se asegura de que ambos canes están situados uno frente al otro y coloca una tela verde entre los dos, que levanta de repente para que comience la pelea sobre el terreno polvoriento.

"Vamos, tigre, muerde, no dejes que se escape", grita Rahimi, mientras su rival tira de la cola a su perro para, cuenta después a Efe, estimularlo y que ataque más rápido.

A su alrededor, la multitud, entre la que hay muchos apostadores, jalea con ahínco a su can preferido, mientras el árbitro no duda en insultar a aquellos que, en su intento por ver más de cerca el espectáculo, entran en la zona del combate.

Paradójicamente hastiada por las guerras interminables que ha sufrido el país a lo largo de su historia, la cultura afgana se precia de su carácter indómito y de su admiración por el arte y la naturaleza de la lucha.

Esto explica en parte que las peleas de animales -gallos, perros, o, más raramente, camellos o toros- gocen de tanta salud en la vida afgana, por mucho que fueran prohibidas por su carácter antiislámico durante el régimen integrista de los talibanes (1996-2001).

El perro de Rahimi tarda diez minutos en dar cuenta de su oponente y ni siquiera lo deja irse, hasta que el árbitro logra introducir un palo entre sus dientes para que el can derrotado quede finalmente, aunque herido, libre.

Y alrededor del propietario vencedor se arremolinan enseguida sus amigos y partidarios para felicitarlo.

"Cada perro cuesta entre 2.000 y 10.000 dólares, así que no es de extrañar que los propietarios sean en su mayoría líderes milicianos, gente rica que se puede permitir la manutención de los combatientes", afirma a Efe Rahimi.

Los cuidadores someten a sus perros a un plan de entrenamiento, que consiste en carreras y escalada de montaña, y les alimentan con comida especialmente energética en un país donde una gran parte de la población sufre malnutrición.

"Estamos intentando prohibir esta tradición por todo el país y hemos detenido a algunos propietarios. Es ilegal en el islam obligar a que dos animales luchen y queden heridos o mueran", dijo a Efe un portavoz de la Policía de la capital afgana, Hashmat Stanikzai.

En Kapisa, sin embargo, el único agente policial presente durante las peleas de canes es uno venido desde Logar... para participar en ellas con su perro.

Afganistán ha pasado tres décadas enfrascado en distintas guerras, y en el país siguen activas las milicias de los talibanes, cuyo gobierno fue derrocado tras la invasión de las tropas lideradas por Estados Unidos a finales de 2001.

De la actual lucha insurgente contra las tropas extranjeras y el Gobierno afgano tampoco se libran las peleas de animales: en 2011, al menos 14 civiles murieron en un ataque suicida contra una multitud que presenciaba una pelea de perros en Kandahar (sur).

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