Una discoteca mortal bajo el agua

  • Un equipo de la Universidad Politécnica de Cataluña alerta de la amenaza del ruido de la actividad humana sobre la vida de las especies marinas.
Sara Acosta

Sumergirse bajo el agua es una experiencia relajante para los humanos. La sensación de estar en una burbuja sin apenas ruido y donde se tiene la impresión de que todo cuanto se oye ahí abajo, más bien poco, es todo el ajetreo que existe.  Sin embargo, el oído humano apenas percibe el 10% de todo cuanto acontece dentro del agua.

Lo que para el humano es un susurro, para un cetáceo es música de discoteca, entre otras razonas porque el sonido viaja mucho más rápidamente bajo el agua que sobre tierra. La pesca industrial y después toda la actividad que el hombre ha ido desarrollando en el mar en los últimos 200 años ha roto para siempre la armonía que ha existido durante cientos de años entre los ruidos naturales (olas, lluvia, terremotos, creación de burbujas)o la pesca y los animales marinos.

El equipo de científicos que dirige el francés Michel André en la Universidad Politécnica de Cataluña estudia la interacción entre esta actividad humana y la vida de los cetáceos desde hace 15 años. Las ballenas y delfines son los mejores sensores para captar el impacto de la actividad humana bajo el agua porque estas especies necesitan el sonido para comunicarse, reproducirse y orientarse en el océano.

Para recoger el testigo de cualquier interferencia, era necesario disponer de una máquina capaz de percibir en tiempo real los sonidos según el oído de estos animales, no del oído humano, mucho menos capaz bajo el agua.

Para ello, el equipo de Michel André buscó apoyo en distintas Universidades y organismos de algunos de los países que ya disponían de observatorios submarinos para otros fines, como la prospección de petróleo o los estudios sísmicos. Así crearon el proyecto Listening to the Deep Ocean Environment (LIDO) que utiliza 11 observatorios en Europa, 4 en Japón y 3 en Canadá. Desde este proyecto pudo escucharse en directo, por ejemplo, el sonido del terremoto que asoló Japón a principios de año.

Una de las primeras conclusiones de LIDO es que la creciente actividad humana podría amenazar toda la cadena de especies marinas. “Hasta ahora pensábamos que las fuentes de ruido de mayor intensidad provocarían un estrés acústico en cetáceos, pero en realidad se trata de frecuencias bajas, que pueden acabar con especies de todos los mares”, explica André.

Un estudio de LIDO sobre los cefalópodos (pulpo, calamar, sepia) publicado en la revista científica Frontiers in Ecology and the Environment, de la Sociedad Americana de Ecología, publicado el 11 de abril arroja que “el daño provocado por el sonido probablemente afectará a las habilidades (de estos animales) para cazar, evadir depredadores y incluso reproducirse”, es decir, para sobrevivir .

Con el aumento de las perforaciones submarinas, el transporte de barcos de carga, las excavaciones y otras actividades a gran escala en los océanos, cada vez es más probable que estas actividades entren en contacto con las rutas migratorias y las zonas frecuentadas por los animales marinos.

André deja claro que “somos científicos, no activistas, pero queremos proponer soluciones para que la actividad humana contamine menos”, explica.

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