Yemen, nuevo imán para refugiados y Al Qaeda

  • Los conflictos armados en África y la falta de control en las costas yemeníes al otro lado del Golfo de Adén parecen haber convertido al estado árabe más pobre del mundo en un atractivo destino no sólo para refugiados africanos sino también en una base alternativa para Al Qaeda, que habría aprovechado la situación para formar allí -entre otros- al nigeriano Umar Farouk Abdulmutallab que intentó volar un avión a Detroit el Día de Navidad.
Una mujer con un niño habla con un cooperante de la ONG yemení Society for Human Solidarity
Una mujer con un niño habla con un cooperante de la ONG yemení Society for Human Solidarity
Paul Stephens | GlobalPost para lainformacion.com
Haley Sweetland Edwards | GlobalPost para lainformacion.com
Haley Sweetland Edwards | GlobalPost para lainformacion.com

(Adén, Yemen). Los pies de Amina Saleh Ali están hinchados y arrugados después de pasar casi dos días sentada en el agua. Aún conserva arena bajo sus uñas, en sus cejas y a lo largo de las costuras de su pañuelo azul para cubrir la cabeza. Sus ojos entrecerrados reflejan una mezcla de agotamiento y alivio.

"No sé con qué me encontraré aquí", dice Ali en una reciente mañana de diciembre, sentada sobre un colchón a unos cuantos cientos de metros de la playa de la costa sudoeste de Yemen. "Lo único que quiero es tener una buena vida".

Dos horas más tarde, Ali y otros 49 hombres, mujeres y niños desembarcan de la patera en la que han estado apretujados durante 36 horas, mientras les llevaban de forma ilegal desde Somalia a Yemen a través de las aguas sin ley e infestadas de piratas del Golfo de Adén. Este grupo ha tenido suerte. Todos los que iban a bordo han sobrevivido.

Al igual que unos 80.000 refugiados somalíes y etíopes que han llegado a las playas del sur de Yemen este año, Ali huye de la guerra y la pobreza en su país. Debido a una inestabilidad cada vez más pronunciada en Somalia y la continuada sequía en Etiopía, el número de refugiados africanos con los que se ha traficado para ayudarles a cruzar el Golfo de Adén ha marcado su récord en 2009, según el Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR). Y se esperan aún más para el año que viene.

El viceministro yemení de Asuntos Exteriores, Ali Muthana Hassan, ha dicho que el elevado número de refugiados e inmigrantes ilegales de África impone una carga para la economía y seguridad, que ya de por sí se encuentran en una débil situación.

Se estima que en Yemen ya viven unos 750.000 refugiados e inmigrantes sin papeles provenientes de África, según Hassan. En el pasado, Yemen había servido principalmente como un "país de tránsito", una base desde la que los refugiados podían encontrar el pasadizo ilegal para llegar a los otros países del Golfo. Pero según han ido disminuyendo las oportunidades económicas en lugares como los Emiratos Árabes Unidos, ha crecido la cantidad de refugiados que deciden asentarse de forma permanente en Yemen.

Durante las pasadas semanas, algunos refugiados africanos habrían sido atrapados mientras luchaban como soldados mercenarios para el grupo rebelde chiíta del norte y se cree que otros se han juntado con tropas de Al Qaeda al este del país, según Hassan, que añade: "Cuando llegan, nosotros no sabemos quiénes son. ¿Son contrabandistas? ¿Son refugiados o son de Al Qaeda? Hay demasiados y nuestro cuerpo de guardacostas es demasiado pequeño e inefectivo para controlar a cada uno".

Hassan asegura que aunque Yemen tiene una "obligación moral" para aceptar a solicitantes de asilo, las cifras se han disparado y esto supone una "gran preocupación, tanto económicamente como desde una perspectiva de seguridad".

Por último, el viceministro de Asuntos Exteriores yemení insiste en que "muchos de nuestros ciudadanos no encuentran trabajo y tenemos unas infraestructuras sanitarias y educativas limitadas. Estas enormes cifras de refugiados son una verdadera carga para Yemen".

Ali, que cree que debe de tener veintimuchos años, dejó por primera vez su casa de un pueblo a las afueras de Mogadiscio hace más de un año, después de que sus abuelos y su hermana fueran asesinados en medio de los enfrentamientos entre al-Shabaab (el grupo islamista insurgente más grande de Somalia) y el gobierno de transición. "No se puede usted imaginar aquel horror", dice Ali. "No vale la pena vivir la vida allí".

Ali se pasó prácticamente 14 meses mendigando por unas monedas en la esquina de una calle de Bosaso, un puerto de Somalia donde se juntan la mayoría de los traficantes de seres humanos antes de comenzar el viaje a Yemen. Poco a poco juntó unos centavos, luego unos cuartos de dólar, después dólares hasta que ganó los 120 dólares necesarios para pagar a un contrabandista que le ayudase a cruzar los 321 kilómetros que la separaban de una nueva vida en Yemen.

Yemen está lejos de ser la Tierra Prometida: es la nación más pobre del mundo árabe y una nación que está acosada por una guerra contra rebeldes chiítas en el norte, una insurgencia separatista en el sur, una amenaza creciente de Al Qaeda y una ampliamente difundida malnutrición. Sin embargo, este país es la única esperanza para muchos de los que acaban de llegar.

"Era mi única forma de salir", explica Ali. "Podía venir aquí o morir".

La mayoría de la gente con la que se trafica para llevarla a Yemen sale de Bosaso en Somalia o bien de ciudades pobres en Djibouti. Cruzar el Golfo de Adén es traicionero y los contrabandistas tienen que evitar a los piratas, aguas abiertas, embarcaciones de los guardacostas yemeníes y patrullas internacionales contra la piratería.

Cada año, cientos de refugiados (muchos de ellos mujeres solas y niños) se ahogan cuando los contrabandistas les tiran por la borda atemorizados de ser cogidos in fraganti con una carga de seres humanos. Otros simplemente se caen durante la travesía, en la que hasta 120 personas se apretujan en barcas de pesca con dos motores fueraborda.

"Las olas rompían sobre nosotros. Tenía frío y estaba inquieta", dice Amina Malin, de 15 años, que hizo la travesía sola. "Estaba muy, muy asustada".

En la mayoría de las ocasiones, cuando la patera del contrabandista se aproxima a la costa, los refugiados simplemente se entusiasman y encaraman a los lados de la barca provocando que vuelque accidentalmente. La mayor parte no sabe nadar y mueren ahogados a tan sólo unos cientos de metros de la costa. En 2009 se han encontrado más de 300 cuerpos de refugiados que habían sido arrastrados hasta las playas de Yemen, según Rocco Nuri, un portavoz de ACNUR en Adén.

Ali Ghaleb, un coordinador de la Society for Humanitarian Solidarity ("Sociedad por la Solidaridad Humanitaria"), trabajo con ACNUR para suministrar comida, ropa y servicios médicos básicos a los recién llegados. También ayuda a supervisar tres cementerios que posee ACNUR a lo largo de la costa sur de Yemen. Al-Hamra, un cementerio que se encuentra sólo a unos kilómetros del lugar donde desembarcaron felizmente Ali y sus compatriotas, se abrió hace tres meses y ya tiene enterrados a 81 refugiados.

La temporada alta para el tráfico humano en el Golfo de Adén va desde septiembre hasta diciembre, cuando los vientos soplan menos que en otras épocas del año. Durante este tiempo, llega una patera repleta de nuevos refugiados prácticamente cada día, según Ghaleb.

ACNUR lleva tres centros de acogida para los que llegan y un campamento de refugiados: al-Kharaz, que en la actualidad es el hogar de 15.000 somalíes, según Nuri. Los etíopes no están registrados oficialmente como refugiados y por lo tanto no tienen permiso para quedarse en al-Kharaz. La mayoría obtienen un pasaporte válido durante 10 días para pedir asilo, pero muchos simplemente desaparecen en las ciudades en busca de trabajo.

Mientras la situación política en Somalia continúa empeorando, las organizaciones humanitarias, el gobierno yemení y una flota cada vez mayor de traficantes de seres humanos se preparan para la llegada de más personas el año que viene.

"No podía quedarme en Somalia. Si no hubiera podido venir, habría venido el año que viene, o al otro", dice Howa Khushu, que explica que su padre fue asesinado por al-Shabaab cerca de su casa en Mogadiscio. "Sabía que la travesía en barco sería mala y estaba muy asustada. ¿Pero qué otra cosa podía hacer?"

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