Este Atlético es otro. Cada partido que pasa se desmuetra que el endeble y frágil equipo que en tiempos pretéritos debía apelar a la épica casi a diaria se ha transformado en un equipo donde la palabra victoria empieza a ser repetida con bastante asiduidad.
Más allá de los resultados, quizá el cambio más importante del conjunto de la rivera del Manzanares ha sido el mental. Con el Cholo Simeone en el banco, el equipo ha adquirido ese carácter ganador y peleón que le caracterizó durante los años noventa. Desde que llegó el argentino, la victoria se ha convertido en una rutina y no en una puntual alegría.
Tal es así, que ni siquiera el Calderón es capaz de desconcentrar a los atléticos. Para lo bueno y para lo malo. Y es que ante el Académica de Coimbra el estadio de la M30 presentó una paupérrima entrada. Apenas unos pocos miles de valientes se aterevieron a desfaiar a la lluvia y acudir al encuentro, aún sabiendo que sería poco probable ver un buen encuentro.
La escasa hinchada atlética no se cansó de animar, aunque no por ello alentó a su equipo, muy regular durante todo el encuentro y que solo responde a una voz: la de Simeone. Su charla del descanso debió tener resultado, a juzgar por el resultado del segundo tiempo.
Al final, el Atlético volvió a demostrar que está hecho de una pasta diferente al de otros años. Aceleró el partido cuando quiso y lo frenó cuando pensaba que le venía mejor. Ni siquiera el amago de volver a la época del sufrimiento con el gol del Académica al final impidieron al Atleti seguir demostrando que este año sí puede ser el año.
Hemos bloqueado los comentarios de este contenido. Sólo se mostrarán los mensajes moderados hasta ahora, pero no se podrán redactar nuevos comentarios.
Consulta los casos en los que lainformacion.com restringirá la posibilidad de dejar comentarios