Casillas despeja la tormenta y Navas abre el cielo

  • Un escorzo acrobático de Iker Casillas al borde del precipicio y un encaje de bolillos delante del área de Croacia que dejó a Jesús Navas meterse con el balón en los pies hasta la red espantaron los nubarrones que durante toda la tarde taparon a los seguidores de 'La Roja' en el corazón de Madrid y, de paso, las infundadas sospechas sobre la honestidad de la campeona del mundo.

Madrid, 18 jun.- Un escorzo acrobático de Iker Casillas al borde del precipicio y un encaje de bolillos delante del área de Croacia que dejó a Jesús Navas meterse con el balón en los pies hasta la red espantaron los nubarrones que durante toda la tarde taparon a los seguidores de 'La Roja' en el corazón de Madrid y, de paso, las infundadas sospechas sobre la honestidad de la campeona del mundo.

Las insidias acerca de la deportividad de España y de Croacia, a las que se atribuía un maquiavélico acuerdo para empatar a dos goles y dejar a Italia fuera de la Eurocopa, murieron en los gigantescos guantes del portero madridista, en la sutileza técnica de unos jugadores fuera de serie y, aún más, en la desbocada búsqueda de la meta contraria lanzada por Croacia.

El orden táctico del equipo dirigido por el polifacético Slaven Bilic, la calculada prudencia del conjunto español para no descuidar la espalda y las numerosas ocasiones desperdiciadas en un duelo físicamente muy desigual, entre el bloque más bajo -el español- y el más alto -el croata- de todo el campeonato, mantuvieron en ascuas a las aproximadamente 30.000 almas que se congregaron a la vera del estadio Santiago Bernabeu.

El área de aficionados de La Castellana registró otro lleno rotundo para seguir y animar a la selección española en una sesión vital para todos, para España, para Croacia y para Italia, que dependía del resultado en el Gdansk Arena para dilucidar su futuro.

Las gargantas que corearon el himno a todo pulmón en los preliminares se apagaron a lo largo del primer periodo pese a que España dominaba la posesión de la pelota con abrumadora diferencia y, sin embargo, las caras pintadas, las banderas y toda la parafernalia traslucían de forma velada el temor a un choque imprevisible por todo lo dicho en las vísperas y por lo que sucedía sobre el césped.

La confianza de los aficionados en la selección de Vicente del Bosque amortiguó el ambiente, que empezó a agitarse cuando Antonio Cassano, un ex del Real Madrid, marcó ante la República de Irlanda. A partir de ese instante, Croacia estaba eliminada. Ya no le valía contener las combinaciones de los orfebres del centro del campo español y España también corría el riesgo de quedarse fuera del campeonato si encajaba un tanto de los ex yugoslavos.

España jugaba con lentitud y la gente también se lo tomaba con relativa tranquilidad, aunque sin sobresaltos. El gol de Italia transmutó la reunión ante las pantallas del 'Hyundai Fan Zone' porque Croacia no tuvo más remedio que estirarse y España nunca cejó en el empeño de asediar el marco rival.

Pero hasta que Ivan Rakitic, un croata de raíces suizas, no remató sobre el arco y la figura de Casillas se dibujó en el aire como salido de la nada para conjurar el cabezazo a bocajarro del sevillista, no se encendió la mecha de la pasión.

La magistral intervención del portero madridista espoleó a la multitud. Los cánticos de alabanza a Casillas y de apoyo a España levantaron el telón de la fiesta y de los minutos más intensos entre los aficionados.

Todavía quedaba mucho tiempo en el reloj. Los cambios se celebraban con ovaciones cerradas para despedir a los que dejaban el terreno de juego -Fernando Torres, David Silva y Xavi Hernández- y recibir a los que entraban al duelo -Jesús Navas, Cesc Fábregas y Álvaro Negredo-.

Esos movimientos agitaron al equipo español y al gentío. Con algún susto que otro más o menos serio por parte de una Croacia lanzada ya a la desesperada, la alquimia de los futbolistas de 'La Roja' acertó con la fórmula magistral.

Fábregas había helado la sangre de una multitud que sentía el peligro del 0-0 a flor de piel en una demostración de flema para pararse en el semicírculo del área ante tres defensas croatas y buscar un balón colocado en vez de pegarla con todo.

La tensión se podía tocar. Aunque eso parece que no va ni con Fábregas, ni con Andrés Iniesta ni con Navas. Cesc se sacó de la chistera el pase que abrió la jugada del gol entre la defensa arlequinada. Vio a Iniesta y se la mandó con un toque perfecto que el goleador mundialista controló con el pecho y sirvió en bandeja a Navas.

Las nubes ya no ensombrecían la noche de Madrid, el peligro se había alejado y España, igual que Croacia, tapó muchas bocas sin respeto para que la fiesta, un día más, fuera perfecta.

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