Contador entre algodones, entre dudas

  • Alberto Contador marcó el ritmo de los primeros compases del Tour de Francia a base de contar sus caídas y problemas y en cuanto ha llegado la alta montaña, cuando se esperaba su ataque, quedó relegado por los otros favoritos, lo que le coloca en un océano de dudas.

Luis Miguel Pascual

Luz Ardiden (Francia), 14 jul.- Alberto Contador marcó el ritmo de los primeros compases del Tour de Francia a base de contar sus caídas y problemas y en cuanto ha llegado la alta montaña, cuando se esperaba su ataque, quedó relegado por los otros favoritos, lo que le coloca en un océano de dudas.

De Luz Ardiden Contador sale con más interrogantes de los que trajo. El estado de su rodilla derecha, golpeada en la quinta etapa y rematada en la novena, le aleja de su mejor nivel, le priva de su golpe de pedalada, arma mortal que han probado todos sus rivales en las grandes vueltas desde 2007. No ha perdido ni una.

Sin ese plus, Contador es menos fiero. Y eso se mostró en la primera llegada de alta montaña, en la cima al duro Luz Ardiden y sus temibles rampas, un terreno en el que el Contador de siempre se desenvuelve a la perfección, pero en el que dejó marchar a todos sus rivales.

"He sentido las consecuencias de las caídas de los primeros días, mi golpe de pedal no era tan bueno. Así cuesta mucho arrancar el motor", aseguró el madrileño.

Contador no ha ocultado que no está en las mejores condiciones para ganar un Tour al que llegó fatigado por el Giro de Italia y donde él mismo se borró de la nómina de favoritos.

Pero casi nadie le creyó hasta que la carrera le fue poniendo obstáculos en forma de cortes, caídas, averías y silbidos del público.

Demasiadas pegas que desembocaron en un mar de especulaciones, la más sonada la del diario "L'Équipe", que hace un par de días publicaba que el de Pinto se planteaba abandonar la carrera a su paso por los Pirineos.

El ciclista lo descartó con firmeza pero siguió alimentando la especulación en torno al estado de su rodilla, que mostró, visiblemente hinchada, en las redes sociales.

¿Realidad o farol? Esa era la pregunta hasta que se repartieron en los Pirineos las cartas y Contador mostró que no muerde como suele.

Las rampas de Luz Ardiden descubrieron sus problemas. Los hermanos Schleck quemaron a su equipo para endurecer la carrera, se lo jugaron todo a una baza, a que Contador estuviera realmente tocado en su rodilla.

Si querían saber qué cartas guardaba el madrileño tenía que obligarle a mostrarlas. Y lo hicieron.

Ya sin equipo, en el último puerto, la familia luxemburguesa se repartió los papeles. Le tocó atacar a Frank, el mayor, el menos favorito pero el que mejor colocado está en la general.

Lo hizo dos veces sin éxito, pero a la tercera se marchó sin que nadie pudiera seguirle. Luego atacaron los demás, en el último kilómetro. Andy y el australiano Cadel Evans también se llevaron una pequeña renta a su casa.

"La etapa de hoy no ha sido definitiva", aseguraba un desconfiado Andy Scheleck, visiblemente satisfecho con el resultado del primer test. "Pero no el último", agregaba en un tono mitad prudente, mitad amenazante.

Mientras caía el telón de Luz Ardiden, se abría de nuevo el baile de las especulaciones.

"Estoy seguro de que mi rodilla mejorará cada día", afirmaba un Contador que se había vuelto a colocar en el centro gravitatorio del Tour.

"Hay que ver si sólo ha tenido un día malo o si es algo más", señalaba Andy Schleck que sentenciaba: "Contador no es imbatible".

Mientras, en el vagón de los postulantes se subieron dos nuevos pasajeros, los italianos Ivan Basso y Damiano Cunego.

Entraron en el grupo de los mejores y mostraron fortaleza. El primero ha ganado dos veces el Giro de Italia y el segundo una. Más grandes vueltas que los Schleck y Evans.

"Yo estoy aquí para ganar el Tour y hasta París ese será mi objetivo", afirmaba Basso. ¿Otro farol?

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