Cristiano, en la encrucijada

  • Cristiano Ronaldo medita si asistir dentro de un mes a la Gala del Balón de Oro. Termina pletórico el que puede que haya sido su año más memorable, lo que le ha sido reconocido de forma generalizada. Pero no está claro que en Zurich, donde se otorga rango oficial al mejor del mundo, vaya a ser suficiente.

José Antonio Garrido

Madrid, 16 dic.- Cristiano Ronaldo medita si asistir dentro de un mes a la Gala del Balón de Oro. Termina pletórico el que puede que haya sido su año más memorable, lo que le ha sido reconocido de forma generalizada. Pero no está claro que en Zurich, donde se otorga rango oficial al mejor del mundo, vaya a ser suficiente.

Los argumentos de Cristiano son imposibles de rebatir. Desde el 1 de enero ha marcado casi 70 goles, su influencia en el juego tanto del Real Madrid como de la selección de Portugal es descomunal, y su rendimiento durante el año ha sido altísimo.

No obstante, la posibilidad de que la ceremonia del 13 de enero sea una réplica de las últimas es factible, con Leo Messi recogiendo el trofeo y Ronaldo, tres veces segundo tras el argentino, observando la escena. Una hipótesis que el portugués contempla con desagrado.

El problema de Cristiano Ronaldo, una vez más, no son sus números, sino Messi. El argentino, Balón de Oro las cuatro ediciones anteriores, ha sumado casi veinte goles menos que Cristiano en el 2013. Sin embargo, este año Leo Messi no ha sido el de otros y lo acaba lesionado.

A su favor Messi presenta el título de Liga ganado con el Barcelona, al que contribuyó con la escandalosa cifra de 46 goles, y la inercia de los ganadores. El Real Madrid solo logró un éxito menor, la Supercopa de España. Hay más obstáculos para Cristiano: Franck Ribery, pocos goles pero cuatro títulos con el equipo del año, el Bayern de Munich. Y la tendencia a juzgar al portugués con variables ajenas al juego. Esas que escenifica en público el presidente de la FIFA.

El mejor año de Ronaldo coincidió con el final del trienio de José Mourinho en el Real Madrid. En el ámbito deportivo el 2013 de Mourinho fue pobre, aunque reivindicó como un logro haber alcanzado éste y los dos años anteriores las semifinales de la Champions. La Liga se escapó desde muy pronto y el equipo perdió la final de la Copa del Rey en su estadio, ante el Atlético de Madrid y en la prórroga. También dejó como legado varios incendios, alguno aún activo. Para olvidar esa etapa llegó Carlo Ancelotti. Y Gareth Bale, casi 100 millones de fichaje.

Como el Real Madrid, el Barcelona cambió de técnico, pero en este caso por razones de fuerza mayor. Sin tiempo para 'castings' de emergencia, el club entregó el mando a Gerardo 'Tata' Martino, un entrenador de currículum escueto y siempre en Argentina y Paraguay.

Cinco meses después de su llegada, Martino observa sorprendido el panorama. Su objetivo, encontrar una alternativa -"visión distinta de lo lindo"- ocasional al dogma de la posesión y el tiquitaca, no convence ni con Neymar. La realidad del 'tatismo' es 19 victorias en 25 partidos oficiales, líder de la Liga y octavos en la Champions. Aun así, dos únicas derrotas han acentuado la desconfianza.

El año más intenso de Rafael Nadal empezó en febrero, después de siete meses de baja por lesión. Su vuelta se produjo en un torneo sobre arcilla, poco exigente, propicio para evaluar su recuperación y las variantes introducidas en algunos aspectos de su juego a causa de los problemas crónicos en la rodilla izquierda.

Las dudas quedaron despejadas prácticamente en el partido inicial en Viña del Mar. Nadal alcanzó la primera final después de su largo paréntesis. La perdió, pero eso fue lo de menos. El torneo chileno supuso la confirmación de su pleno restablecimiento y el prólogo de su año más apoteósico, al menos desde el punto de vista de las expectativas.

De Chile a la Copa de Maestros en Londres, Nadal empleó diez meses para recuperar el número uno mundial con diez títulos, incluidos su octavo Roland Garros y su segundo Open USA. Ni siquiera la eliminación en primera ronda en Wimbledon empañó un 2013 irrepetible.

El retorno de Rafael Nadal desbancó a Novak Djokovic del trono ATP. El serbio presentó unas cifras similares a las del español, con siete torneos ganados, entre ellos Australia y Masters. Roger Federer, en cambio, declina sin remedio. Terminó en el sexto lugar de la clasificación, con un título de poco entidad, 17 derrotas y expulsado de su santuario londinense en segunda ronda. Sus mejores días pasaron.

Lance Armstrong confesó a comienzos de año en un programa de televisión que utilizó sustancias ilegales para ganar sus siete Tours, algo sobre lo que existía una certeza casi absoluta. Su testimonio, ambiguo y estudiado, tiene una credibilidad limitada, ya que parece obvio que no lo contó todo.

De momento, Armstrong sortea demandas de antiguos patrocinadores con acuerdos millonarios para evitar juicios en los que probablemente debería reconocer bajo juramento sus delitos y de paso extiende las sospechas de fraude por todas partes, sobre todo a ganadores de carreras como el Tour.

El de la edición de este año fue el inglés Chris Froome, cuyo aspecto, pedaleo y superioridad sobre el terreno despertaron suspicacias desde el principio, casi tantas como el estadounidense Chris Horner, ganador de la Vuelta a España a la insólita edad de 42 años y perseguido por inspectores de la UCI por hoteles de Madrid para echar un vistazo a su pasaporte biológico.

El dopaje también se aproximó al mundo feliz de Usain Bolt, aunque de manera muy superficial. Varios velocistas jamaicanos de élite, entre ellos Asafa Powell, dieron positivo antes de los Mundiales de Moscú. Sobre Jamaica, desde hace años, hay serias reservas. ¿Y Bolt?

Héroe universal, Bolt dedica su tiempo a compromisos publicitarios y a firmar su biografía, un relato en el que reseña un contacto fugaz con sustancias dopantes. En su adolescencia admite haber dado una calada, tal vez dos, a un cigarro de marihuana. Ahí acabó todo. Entre esas actividades también tuvo tiempo para de ganar tres oros en Moscú. Las rutinas de Bolt.

Mientras Cristiano sopesa en la encrucijada si viajar a Zurich, su técnico, Carlo Ancelotti, construye el equipo alrededor del portugués y de paso trata de reducir el volumen infernal de ruido que dejó su predecesor. Ancelotti, unos días el prestigioso técnico italiano con historial en Juventus, Milan, Chelsea y PSG; otros, simplemente 'Carletto', un lugareño de Reggiolo, dúctil y con una extraordinaria habilidad para levantar la ceja izquierda.

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