Del infierno a la gloria

  • A punto estuvieron de perder la vida y su carrera deportiva, pero no sólo sobrevivieron a ello sino que volvieron a formar parte de la élite.
Del infierno a la gloria
Del infierno a la gloria
N. Díaz
N. Díaz

Es muy complicado conseguir llegar a la élite en el mundo del deporte. De hecho, muy pocos lo logran. Pero más difícil es ser el mejor cuando has estado a punto de perder la vida. Hay varios ejemplos en el ciclismo, en el fútbol o en el esquí. Pasaron de estar postrados en la cama de un hospital a levantar trofeos en el pódium. De vivir en el infierno a tocar la gloria.

En el actual Tour de Francia hay dos casos: Armstrong y Contador. Contador y Armstrong. Compañeros de equipo y ambos protagonistas de vivencias que pasarán a la historia. El americano era un ciclista rodador y con gran clase al principio de los años 90. Eso le sirvió para, en 1993, adjudicarse el Campeonato del Mundo en ruta.

Todo cambió tres años después, cuando mientras disputaba la Vuelta a Galicia, le fue diagnosticado un cáncer testicular. Debido a la quimioterapia a la que fue sometido dejó la bicicleta. Pero no abandonó, y dos años más tarde volvió a una competición profesional. Pasó un año de transición hasta que, en 1999, consiguió su primer Tour de Francia. Armstrong, incluso, había cambiado su manera de correr y pasó a convertirse en un ganador de grandes vueltas. Ese fue el primero de los siete que consiguió.

Y algo más cercano es lo de Alberto Contador. El madrileño sufrió una espectacular caída en las carreteras asturianas en 2004. Aunque parezca lo contrario debería dar gracias a ello, ya que sirvió para que le detectaran un aneurisma cerebral del cual tuvo que ser operado. Antes de esto, había demostrado su clase proclamándose campeón de España sub-23 en contrarreloj. Y después de pasar el calvario de la recuperación, ha conseguido un Tour, un Giro y una Vuelta, y está a punto de conseguir la segunda victoria en la ronda gala.

Johan Museeuw, campeón del mundo en 1996 y ganador de grandes clásicas, sufrió una caída en la París-Roubaix del 98 que le destrozó la rodilla. Una complicación en la operación, al infectarse la herida, a punto estuvo de costarle perder la pierna. El belga resurgió, y dos años después se adjudicó la París-Roubaix, y entró en meta señalándose la maltrecha extremidad. La mala suerte de Museeuw no acabó ahí. En 2001 sufrió un accidente de moto que le tuvo en estado de máxima gravedad durante semanas. El belga se recuperó, y tan solo un año después volvió a vencer en una de sus carreras predilectas: la París-Roubaix.

El españolJavier Otxoa fue arrollado por un conductor cuando se entrenaba con su hermano en Málaga. Su hermano falleció, y se temió en todo momento por la vida de Javier, que acabó sobreviviendo tras siete meses en el hospital. Antes del accidente había conseguido una etapa en el Tour de Francia, en la cima de Hautacam. Después, y con innumerables secuelas, se llevó dos medallas en los Juegos Paralímpicos de Atenas.

Otros deportes

Pero no solamente el mundo del ciclismo ha contado con héroes de este tipo. Otros deportes cuentan con casos similares a los relatados. Niki Lauda, campeón del mundo de automovilismo en 1975, consiguió salvar su vida tras un accidente en el circuito de Nurburgring. Su monoplaza se estrelló contra un muro y se incendió. Lauda permaneció durante bastante tiempo en su interior, esperando a ser rescatado. Tres pilotos le ayudaron a salir, pero llegó a recibir la extremaunción sobre el propio asfalto. Milagrosamente, no sólo salvó la vida sino que volvió a competir seis semanas después. A pesar de las numerosas secuelas que le quedaron en cuerpo y cara, incluso perdió parte de visibilidad, consiguió otros dos Mundiales en 1977 y 1984.

Le toca el turno a Hermann Maier. El esquiador austríaco, varios veces campeón del mundo y olímpico de Super Gigante y de Eslalon Gigante, sufrió un gravísimo accidente de moto el verano de 2001, que a punto estuvo de provocarle la amputación de la pierna izquierda. Tras 17 meses de recuperación, Maier retornó a la competición, y fue capaz de ganar varias pruebas y adjudicarse la cuarta Copa del Mundo global y la quinta del SuperGigante.

A finales de 1996, Nwankwo Kanu, tras fichar por el Inter de Milán, tuvo que ser intervenido quirúrgicamente para reparar una malformación congénita en la válvula aórtica. En el hospital recibió la noticia de haber sido elegido el mejor jugador de África. Fue dado de alta cinco meses después, pero no tuvo demasiada suerte en su aventura italiana. Fichó por el Arsenal, donde ahí sí ganó ligas y copas, y recibió, nuevamente, el galardón de mejor futbolista de su continente.

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