Higuaín, el querido del Bernabéu

Un pequeño sector de la grada del Bernabéu pedía a Morata y José Mourinho premió al canterano, que se salvó de la derrota del Castilla en Tenerife. Se marchaba el jugador del partido, más allá de sus dos goles. Porque Higuaín apareció de nuevo, peleando cada balón y siempre participando en la construcción del ataque de su equipo.

Se llevó dos goles, que pudieron ser tres o cuatro de no ser por el acierto de un lucido Kiko Casilla que pese a despejar un sinfín de disparos acabó encajando cinco tantos. Higuaín contribuyó a mantener el promedio goleador del Madrid afinando su puntería con la escuadra derecha como blanco. Allí alojó dos balones bien servidos por un inspiradísimo Kaká.

Hay aplausos que se guardan y lamentos que se escuchan en un campo de fútbol siempre que un jugador falla una ocasión clara o desperdicia un pase que desde la grada se ve como algo fácil de ejecutar. Siempre es más fácil imaginar las cosas y, por ello, el Santiago Bernabéu explotó con el tres a cero de Gonzalo Higuaín y ratificó su respeto por el delantero cuando fue sustituido.

El argentino recuperó la confianza a la manera de los goleadores, marcando para olvidar las actuaciones discretas desde que recuperó su puesto en el once blanco, forzado por la lesión de Benzema. Estuvo generoso, activo y especialmente chisposo. Los minutos que ha tenido desde su aparición frente al CSKA le han devuelto la finura. El oportunismo y su carácter gladiador lo lleva siempre incorporado.