Holanda derriba los pilares de España

    • Desde Casillas hasta la defensa, pasando por el centro del campo, Robben y compañía colapsaron los puntos neurálgicos de la gran campeona.
La prensa española habla de "humillación", "manotazo" y "pesadilla"
La prensa española habla de "humillación", "manotazo" y "pesadilla"
Iñaki Angulo

Por donde se edificó y asentó la gran España, se desplomó en la bochornosa y húmeda tarde de Salvador de Bahía. Desteñido el toque y enrocando el monopolio del balón, se deshilachó el concepto, y en la caída súbita y estrepitosa de la campeona de todo arrastró como un tsunami lo que encontró a su paso. Con especial virulencia trató la hecatombe a Casillas, que vivió el peor episodio de su vida deportiva. Una amalgama de sus defectos como portero y la erosión moral y física se sublimaron en un debut que devino en pesadilla. Más allá del portero, el colapso fue general. Una selección que en su trío de conquistas europeas y planetarias encajó sólo siete goles en 19 partidos, se llevó cinco en un encuentro, cuatro en cuarenta minutos caóticos.

En un partido en el que chirriaron Ramos, Piqué o Casillas, se desangró el equipo en el centro del campo, donde perdió toda la jerarquía, el control de la situación, la unidad de sus piezas y por consecuencia el partido. Especialmente desde el segundo gol de Holanda, recién estrenada la segunda parte, España vivió una tortura, un correcalles que abonó el terreno para que un velocista como Robben, capaz de retratar a Ramos, postulado como el mejor central de mundo, explotara unos espacios incompatibles con la existencia de una selección como España, inhábil para correr hacia atrás.

El segundo gol de Holanda fue un seísmo de consecuencias impredecibles para un equipo doctorado en competir como España que se desvencijó como un neófito en estas lides. Robben caricaturizó a Ramos y Piqué, inmersos en un Lost in Translation a la brasileña durante todo el partido. Su inopinada descomposición provocó la mayor debacle de un campeón del mundo en la historia. Del Bosque retiró a Xabi Alonso, deshizo su inalterable doble pivote y se terminó de partir la selección. El centro del campo sufrió un fallo multiorgánico.

Xavi sin la pelota es una rémora y Busquets, un académico de la colocación, no pudo dar abasto ante las acometidas de una Holanda febril en el último tercio del encuentro. España se estiró hasta el infinito, con kilómetros entre una defensa expuesta y una delantera aislada. Entre las dos costas de España, el infinito. Por la medular se generaron superioridades en número y músculo. Había más futbolistas holandeses y mejor preparados, físicamente más exuberantes.

Especialmente en algunos tramos de la Euro 2012 y camino de este Mundial, la selección utilizó la pelota de una manera económica. Como fórmula para regular el cansancio. Si bien el toque sin filo podía arrojar un conjunto excesivamente retórico, su capacidad incunable para acariciar y acunar la pelota enmascaró algunos problemas de la selección en el plano físico. No hubo manera ante Holanda. Xavi, como ocurrió ante Brasil en la final de la Copa Confederaciones, se vio engullido por la presión rival, con puntas de lanza propulsadas por un fervor revanchista que condujo las piernas de los holandeses en un frenesí sádico contra el combinado que le arrebató la gloria hace cuatro años.

Aunque no se puede alterar el pasado, Holanda giró su presente y futuro y llenó de dudas a España, a la que ahora se le cuestiona hasta el lugar de concetración, en un clima más frio que el que se encontró en Bahía. Con la pelota y arracimado en torno a ella, el centro del campo de España es el mejor del mundo. Sin ella, como ante Holanda, es un grupo vulgar y expuesto, atormentado por las carencias físicas que achica casi siempre moviendo la pelota más rápido que las piernas. En el remolino holandés, ni siquiera la efigie de Casillas salió indemne.

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