Inglaterra 1-2 Italia: Pirlo gobierna un partido memorable

    • La selección italiana se impone en un partido desgarrador en el que los ingleses merecieron empatar y pese a perder, encontraron su rumbo.
Inglaterra - Italia
Inglaterra - Italia
Iñaki Angulo

Cada uno con su libreto, Italia e Inglaterra brindaron un partido memorable en Manaos. La diversidad de estilos, unos comandandos por un Pirlo genial, fieles al balón que ha tatuado Prandelli en las entrañas de un fútbol otrora resultadista y poco más, y los otros entregados a la velocidad fulgurante de hombres como Welbeck o Sturridge y a una convicción que no se recordaba en las islas. Perdieron el partido, si. Pero a la vez perdieron todos los complejos y demostraron al mundo, que a veces se entera de las cosas incluso antes de lo que pasa dentro de uno mismo, que tienen algo que decir en esta Copa del Mundo.

Antes de irse a la guerra, que es esencialmente a lo que se va a un Mundial, Jenny sólo pidió una cosa al bobalicón Forrest Gump. 'Si ves peligro, corre, Forrest, corre'. Llegaba Inglaterra sin aparente plan, una rémora que arrastra durante décadas, y empezó a organizarse partiendo de su mayor virtud: la velocidad. Los jamaicanos que tiene por delanteros, véase Sterling, Sturridge y especialmente Welbeck comenzaron a desplegarse como los purasangres galopan en el Grand National. La banda derecha del ataque inglés fue un vendaval, con un Chiellini incapaz de resistir las embestidas de Welbeck, siempre dinámico para mezclar con Sturridge y explotar la veta de esa banda, también mal cerrada por Paletta.

Por ese costado empezó el crecimiento imparable de Inglaterra, resuelta a probar a Sirigu, titular por lesión de Buffon. Pareció una consigna desde el vestuario y como cuando los alumnos prueban hasta dónde llega la laxitud de un profesor sustituto, los ingleses testaron las manos de Sirigu. Respondió a la altura a sendos bombardeos de Welbeck, Johnson o Sturridge y lo hizo durante toda la noche. No andaba a gusto Italia hasta que Pirlo detuvo el espacio-tiempo. Fue como si en otra dimensión, en un Matrix, Pirlo hubiera parado todo y hubiera ido uno por uno explicando dónde tenía que situarse cada uno de sus compañeros. El resultado fue que el mecano que es Italia desde que lo visualizó Prandelli hace un par de años empezó a tener un orden cartesiano, siempre afinado por el violín de Pirlo.

Todas las piezas empezaron a mezclar. De Rossi ejercía de escolta, Verratti se escalonaba con Pirlo para dar continuidad a la secuencia, Darmia le ofrecía profundidad en el costado derecho y Candreva interpretaba a la perfección dónde hay que aparecer: entre los mediocentros y los centrales. Como a quienes hay que interpretarles los silencios casi tanto como las palabras, llegó el primer gol de Italia. Pirlo hizo sin tocar la pelota un gesto más bello que generaciones de piernas italianas. Dejó pasar un balón que Marchisio zumbó a la red con un disparo cruzado de media distancia.

Para nada se amilanó Inglaterra y en un suspiro empató la contienda. Robó un balón en su campo, salió Rooney por la izquierda como un galgo y Sturridge fue el primero en llegar al perfecto centro desde la izquierda para poner el empate. El partido fue memorable por diversas razones. Quizás la mayor fue la que confirió el hecho de que una inexperta y joven Inglaterra jugará con la convicción y desparpajo de los que adolecieron generaciones pretéritas, teóricamente más dotadas.

En la húmeda y torrante Manaos, la segunda parte supuso un desmentido para los que dicen que no se puede correr en Brasil. Sobre todo Inglaterra, desenmascaró este postulado. En un esfuerzo desgarrador, buscaron un empate que ciertamente merecieron. El partido se les había empinado recién amanecida la segunda mitad, cuando Balottelli, el más inexplorado en el acordeón de Italia cazó un centro precioso de Candreva para dejar su primer sello en el Mundial. Los mejores momentos de la Azurra en la segunda parte emanaron de las botas de Candreva, un mediapunta inteligente y atildado, con calidad para el centro o el pase y con la mirada del tigre para buscar el disparo, vía por la que estuvo a punto de cerrar el partido.

Se desmayó un poco Pirlo, que apareció con menos cadencia que en la primera mitad y tuvo que acostarse cerca de su área Italia. Tuvo Rooney la más clara en un disparo que besó el poste derecho de Sirigu y Gerrard envió arriba una falta. Manaos refrendó el anhelo contracultural de Prandelli y dejó a una Inglaterra vacía de puntos pero edificada en certezas. Si muere en este torneo, Inglaterra sabrá cómo. No es poco para un país que lleva lustros preguntándose qué es en el concierto internacional.

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