La India dice adiós a una primera cita con la F-1 llena de contrastes

  • La India ha dicho adiós a su primer Gran Premio de la F-1, un ambicioso proyecto que no ha dejado indiferente a nadie tras una semana con mucho color, un perro callejero en pista y el siempre histriónico Mr. Bean en 'boxes'.

Igor G. Barbero

Nueva Delhi, 31 oct.- La India ha dicho adiós a su primer Gran Premio de la F-1, un ambicioso proyecto que no ha dejado indiferente a nadie tras una semana con mucho color, un perro callejero en pista y el siempre histriónico Mr. Bean en 'boxes'.

El circo de Bernie Ecclestone debutaba en el gigante asiático con muchas dudas en el horizonte sobre la capacidad del país para organizar un acontecimiento de envergadura después del sonado fracaso con los Juegos de la Commonwealth que tuvieron lugar en Delhi en 2010.

Se estrenaba entre críticas por el alto coste -unos 400 millones de dólares- de traer un espectáculo muy elitista, con entradas de hasta 300 dólares, a un país emergente con grandes desigualdades sociales en el que no existe tradición de Fórmula Uno.

A las quejas se unieron campesinos locales que denunciaron haber recibido por sus tierras mucho menos del valor real de mercado para construir el circuito de Buddh, situado en medio de la nada, cerca de la ciudad dormitorio de Noida y a 50 kilómetros de Delhi.

Pero, en medio de la polémica, los corredores manifestaron curiosidad por la diversidad cultural india y dijeron tener apetito por descubrir el último diseño del alemán Herman Tilke, una pista rápida que calificaron de "desafiante" y repleta de "buenas ideas".

Pese a lo apretado de sus agendas de trabajo, muchos encontraron tiempo para hacer una visita fugaz al emblemático Taj Mahal y de pasearse en los tradicionales motocarros o en elefante.

Las dudas se dispararon, eso sí, cuando los pilotos se encontraron en los primeros días una pista llena de suciedad -"como conducir sobre hielo", dijo Fernando Alonso-, y los periodistas una sala de prensa con cortes de luz y un murciélago en su interior.

Tampoco había un servicio de taxis, en el de autobuses reinaba el caos y durante el primer día de entrenamientos libres -el viernes-, un perro callejero se coló en el circuito y provocó un sobresalto en la sesión de prueba.

Por si fuera poco, uno de los actos estelares organizados en paralelo a la competición automovilística, el concierto de la banda estadounidense Metallica, tuvo que ser cancelado por deficiencias en la seguridad y disturbios causados por los asistentes.

Imprevistos aparte, el Gran Premio de la India fue ganando en intensidad gracias en parte a una prensa local sin especialización pero volcada con la cobertura y los pilotos indios, que dio a la cita un carácter de Estado, como si el país se jugara su imagen.

Así debió pensar el periodista indio que pidió en rueda de prensa al alemán Sebastian Vettel "unas primeras palabras" sobre la India al estilo de las que hizo el astronauta Neil Armstrong cuando puso pie en la luna.

El campeón germano de Red Bull respondió en hindi con un "gracias, tus ojos son bonitos" dedicado a las mujeres indias que arrancó algunas carcajadas aunque no frenó la diatriba de preguntas chovinistas de los informadores locales.

El verdadero circo comenzó ya el fin de semana con el desfile de numerosas estrellas de la industria del cine de Bollywood, del mundo del críquet y otra serie de VIP, siempre dispuestos a dejarse ver en el circuito pese a carecer de afición por el automovilismo.

Estuvo incluso el humorista británico Rowan Atkinson, quien siguió la competición con la escudería McLaren y gesticuló para la galería al más digno estilo de Mr. Bean cuando Lewis Hamilton embistió al Ferrari del brasileño Felipe Massa.

El público acabó respondiendo al llamamiento sin fisuras y con mucho color; unos 50.000 espectadores vieron el sábado la prueba clasificatoria, mientras que otros 95.000 -lleno técnico- asistieron a la carrera del domingo, según la organización.

Entre ellos, gran parte de la colonia española expatriada en la capital india, una treintena de jóvenes ataviados de pelucas rojas y amarillas y una pancarta enorme que rezaba "Frenando Al Oso". Al alemán, se entiende.

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