La seguridad, quebradero de cabeza de FIFA y Gobierno brasileño

  • En un Mundial pleno de goles y sorpresas, la seguridad se ha convertido en el principal problema que debe afrontar el Gobierno brasileño y un complejo rompecabezas que tiene que recomponer la FIFA, obligada a poner de acuerdo a tres administraciones, más las dos formas distintas de seguridad privada que rigen en los estadios.

Óscar González

Río de Janeiro, 19.- En un Mundial pleno de goles y sorpresas, la seguridad se ha convertido en el principal problema que debe afrontar el Gobierno brasileño y un complejo rompecabezas que tiene que recomponer la FIFA, obligada a poner de acuerdo a tres administraciones, más las dos formas distintas de seguridad privada que rigen en los estadios.

La FIFA, hasta ahora, estaba acostumbraba a mandar en todos los aspectos relativos al torneo. Llegaba al país, imponía su "república" y el resto estaba a su servicio. La policía podía desalojar de una zona pública a los aficionados, si el entrenador de turno decidía que desde ahí podían ver un entrenamiento a puerta cerrada, colapsar una ciudad con el paso de los autobuses de las delegaciones o establecer a qué horas se podía circular por determinados accesos.

Pero en Brasil se ha encontrado con la compleja red que se encarga de la seguridad. Para ello debe poner de acuerdo a tres administraciones (el Gobierno Federal, el de cada estado y el de cada ciudad sede), además de coordinar su propia seguridad privada con la que garantiza el orden dentro de los recintos.

Un galimatías al que se ha añadido la intervención del ejército para contener los posibles desórdenes callejeros, una decisión de la presidencia del país a raíz de las manifestaciones que se produjeron hace un año con motivo de la disputa de la Copa de las Confederaciones.

De acuerdo al plan estratégico de 2011-12, la seguridad fuera del perímetro establecido, unos 500 metros, corresponde a las fuerzas del orden, mientras que dentro de éste es ya parte del trabajo del Comité Organizador y la FIFA.

El problema es que los fallos se han ido sucediendo sobre todo en el Maracaná, el estadio más emblemático del torneo. Y todo, sin que aún se haya acercado a él la selección brasileña.

En el primer partido disputado en entre Argentina y Bosnia Herzegovina, el sábado 15 de junio, un centenar de aficionados albicelestes logró acceder al recinto tras romper una valla, hecho que negaron la FIFA y el COL hasta que las imágenes les obligaron a dar una tibia explicación.

Cuatro días después, casi un centenar de aficionados chilenos entraron a la fuerza en la sala de prensa y corrieron por ella lanzando al suelo cámaras y material de los periodistas en busca de una salida hacia las gradas.

Según explicaron a Efe, se encontraron sin posibilidad de comprar una entrada, la reventa estaba por las nubes y no se les ocurrió otra cosa que forzar su entrada por una zona de acceso controlada por voluntarios.

Tras este incidente, FIFA, COL y autoridades gubernamentales dieron una rueda de prensa hoy en Maracaná para destacar que, en realidad, lo importante fue que funcionaron los "protocolos de emergencia" y que se detuvo a estos hinchas sin violencia, pero sin aclarar por qué se produjo ese fallo en la seguridad, ni quién debe asumir la responsabilidad.

Todo se debió, en su opinión, a un hecho físico, la ruptura del perímetro con una avalancha, probablemente porque las vallas del mismo se colocan cuatro horas antes del partido, cuando los alrededores del estadio ya están atestados de aficionados.

Anunciaron nuevas medidas de seguridad, "que no serán drásticas, sino de procedimiento" y aseguraron que no existe ningún tipo de problema con la coordinación de todos los cuerpos de seguridad.

A la espera de que pueda llegar la selección brasileña a Maracaná, de que incluso se pudiese dar una final contra Argentina, un partido tan soñado como temido por los brasileños, la FIFA tiene un problema de difícil solución y el Gobierno brasileño y el de Río el mismo aumentado: el COI está pendiente de todo lo que sucede en la ciudad carioca, que dentro de dos años acogerá los Juegos Olímpicos, y no está demasiado satisfecho con la imagen de seguridad que está difundiendo al mundo.

Mostrar comentarios