Mundial 2010. Howard Webb firma un arbitraje indigno de una final

Howard Webb es malo, muy malo. Pero a pesar de eso, Blatter decidió que él sería el encargado de pitar la final de la Copa del Mundo. Ya había avisado la mujer del trencilla el día previo: "No sé cómo puede pitar una final si no es capaz de controlar a sus hijos". Pues tal cual. Webb protagonizó un arbitraje lamentable, indigno de un partido de esta envergadura.

Los holandeses salieron con una premisa clara: emplear la violencia. Y contaron con el jugador número doce: el árbitro. Sacó tarjetas amarillas cuando eran rojas, amarillas cuando no eran nada, dejó de pitar faltas que eran, pitó faltas que no eran, etc... Que Van Bommel acabase el partido es simplemente vergonzoso. O que Heitinga viese la roja casi al final de la prórroga o que Robben no viese la segunda por perder tiempo. Y además hizo la habitual mentira de intentar ser dialogante.

Decía un día antes de la final Webb: "El partido perfecto es aquél en el que nadie hable de los árbitros". Pues todo lo contrario. De Webb se va a acordar la gente mucho tiempo, sobre todo la afición española. Pasará a la historia de los Mundiales como ya lo hicieron en Sudáfrica Roberto Rosetti o Jorge Larrionda. La FIFA seguirá regalando finales a los peores. Esto funciona así.