Ni el jefe del gobierno marroquí sabe el salario del seleccionador nacional

  • El salario del seleccionador nacional de fútbol marroquí, el belga Eric Gerets, quien está en el centro de la polémica por los pobres resultados del equipo, es un secreto de tal magnitud que ni el jefe de gobierno, Abdelilah Benkirán, lo conoce.

Rabat, 6 mar.- El salario del seleccionador nacional de fútbol marroquí, el belga Eric Gerets, quien está en el centro de la polémica por los pobres resultados del equipo, es un secreto de tal magnitud que ni el jefe de gobierno, Abdelilah Benkirán, lo conoce.

"Hasta ahora no sé si el salario sobre el que están hablando es cierto o no, pero parece que la Federación Real Marroquí de Fútbol acordó con él en el contrato mantener su salario en secreto. Es un error", lamenta hoy en una entrevista el presidente del gobierno en una entrevista con el diario Al Masae.

Benkirán hace referencia a una información que ha circulado ampliamente en las redes sociales, pero no confirmada oficialmente, con una supuesta copia de los movimientos bancarios del seleccionador, de nacionalidad belga, en la que aparece como salario mensual la cifra de 2,76 millones de dirhams (254.000 euros).

Gerets fue nombrado seleccionador nacional en julio de 2010 y firmó un contrato por cuatro años cuyos detalles se convirtieron en poco menos que secreto de Estado, ya que ni la Federación Marroquí de Fútbol ni el propio Gerets han accedido jamás a desvelar el monto de su salario.

El pobre desempeño de la selección nacional bajo su tutela, y particularmente su eliminación (percibida como humillante en Marruecos) ante el equipo de Gabón antes incluso de comenzar la fase final de la reciente Copa de África de Naciones pusieron a Gerets en la picota y de nuevo el asunto de su salario se convirtió en polémica nacional.

Sin embargo, el pasado febrero la Federación nacional decidió renovar la confianza en Gerets con la vista puesta en los partidos de clasificación de los próximos meses para el Mundial de Sudáfrica, en lo que fue percibido como una intervención del propio rey Mohamed VI, que por alguna razón se empeña en mantener al belga en su puesto.

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