Tour de Francia: El día que Bahamontes ganó un helado como premio por subir el Romeyère

    • Ocurrió en el Tour de Francia de 1956, cuando se corría por selecciones nacionales y no por equipos y cuando 'El águila de Toledo' se preocupaba sólo de ganar la montaña y no la clasificación general.
    • A la gente le sentó mal el gesto, pero Bahamontes no sabía francés, así que no pudo explicar por qué paraba.
Bahamontes, durante la 17ª etapa del Tour de Francia de 1959
Bahamontes, durante la 17ª etapa del Tour de Francia de 1959

A día de hoy parece impensable que un ciclista llegue a la cima de un puerto de montaña del Tour de Francia, se baje de la bicicleta y se siente a comer un helado. Tal disparate, sin embargo, forma parte de la leyenda de la centenaria carrera. Su protagonista es Federico Martín Bahamontes, ganador del maillot amarillo en 1959, y el mal fario fue el culpable de que acabara protagonizando una historia sobre la que se escribió mucho en la época.

Era 1956 y Bahamontes acudía por segunda vez en su vida al Tour de Francia, convocado por el seleccionador español Julián Berrendero -el mítico 'Negro de los ojos azules'. Por aquel entonces, la Grand Boucle se corría por combinados nacionales y no por equipos privados, como en la actualidad.

Como hiciera en 1954, 'El águila de Toledo' viajó a Francia preocupado de triunfar en la clasificación de la montaña. La general le daba igual, sólo quería demostrar una vez más que era el mejor escalador del momento. Así, su estrategia no tenía nada que ver con la de los favoritos y en muchas ocasiones arriesgaba más de la cuenta e intentaba largas escapadas para coronar muchos puertos.

Eso fue lo que sucedió el día del helado. Bahamontes era cabeza de carrera junto a tres corredores más. Estaban subiendo la col de Romeyère, cuando el coche de apoyo de uno de sus compañeros de fuga levantó varias piedrecitas del suelo con tan mala suerte de que fueron a parar a su rueda, rompiendo varios radios de la misma. Pese a todo, el toledano pudo continuar la ascensión sin mayores dificultades.

Como era típico, coronó en solitario. Sin embargo, tenía claro que no podría afrontar el descenso con su rueda en tal estado; no era nada seguro. Se paró en la cima a esperar que el coche de la selección española llegara y pudiese arreglar la avería. Berrendero tardó mucho en llegar, por lo que Bahamontes, en un alarde de genialidad, se acercó a uno de los dos carritos de helados que había en la cima y con el internacional lenguaje de gestos, ya que no sabía francés, le pidió un helado con dos bolas de vainilla. Aquella era la mejor manera de combatir el intenso calor, al menos para él.

La muchedumbre que se agolpaba en la cima del puerto no daba crédito a lo que veía. Ellos, al igual que la prensa francesa al día siguiente, tildaron a Bahamontes de prepotente, sobrerbio y orgulloso. La anécdota llenó muchas páginas en los medios internacionales. El toledano, por supuesto, no podía defenderse de las acusaciones, si bien es cierto que la verdadera razón acabó por conocerse.

La etapa acabó con un sabor agridulce para Bahamontes, que recuperó el tiempo que le metieron sus compañeros de escapada y volvió a coronar el siguiente puerto en cabeza. Sin embargo, a partir de ahí sufrió una de sus mayores pájaras y acabó perdiendo la etapa. Eso sí, acabaría la ronda francesa como líder de la montaña, su mayor anhelo.

Mostrar comentarios