Vuelve a la pista una leyenda del patinaje sobre hielo

  • Evgeni Plushenko, el ruso que encandiló a los aficionados al patinaje artístico, vuelve a la competición en los Juegos Olímpicos de Invierno que comienzan hoy en Vancouver tras haberse retirado con las rodillas destrozadas de tantos saltos y acrobacias. Vuelve para ganar una medalla -a ser posible el oro- para Rusia, un país que parecía haber perdido su liderazgo en la disciplina sobre hielo en los últimos años.
Plushenko en los campeonatos de Rusia en 2005
Plushenko en los campeonatos de Rusia en 2005
Wikimedia
Mark Starr | GlobalPost

(Boston, EEUU). En los años 90, Viktor Petrenko, Alexei Urmanov e Ilia Kulik ganaron uno tras otro el oro olímpico.Estos triunfos inauguraron una época dorada para el patinaje artístico masculino en Rusia. Dos atletas, que de niños entrenaban juntos en San Petersburgo, Alexei Yagudin y Evgeni Plushenko, se convertirían en grandes talentos y dominarían la disciplina durante casi una década. Entre ambos consiguieron siete títulos mundiales consecutivos y dos coronas olímpicas.

Yagudin y Plushenko no eran 'colegas' de patinaje ni rivales amistosos sobre el hielo. La tensión se reflejaba en la diferencia de sus estilos. Sobre la pista eran como el fuego y el hielo. Yagudin, un par de años mayor, era el hombre de acción ruso, acostumbrado a posturas muy masculinas. Sus rutinas eran apasionadas, cargadas de grandes gestos, emociones y poderosos saltos. Su estética tenía un aire más popular, siempre esquiaba con música de películas ("Lawrence de Arabia," "Gladiador" o "El hombre de la máscara de hierro") en las cuales él era el héroe.

Plushenko, pálido, con una fina melena rubia, parecía que nunca había abandonado la pista de hielo, ni mucho menos que hubiera luchado contra las fuerzas del mal. Tenía un toque artístico propio del ballet, en ocasiones, caprichoso y a menudo distante. Le gustaba lo abstruso, como si fuera francés. Con todo, su estilo no tenía parangón, al menos fuera del Bolshoi y su fuerza física siempre era una sorpresa. Sus mayores saltos parecían fáciles, no se le movía ni un sólo cabello mientras flotaba sobre el hielo.

A los 18 años, y después de ganar el primero de sus tres campeonatos mundiales sucesivos, Yagudin abandonó Rusia y se trasladó a EEUU. Si bien mantuvo a su preparador ruso, siempre hubo algo de polémica sobre quién ofrecía un estilo de patinaje auténticamente ruso, que reflejara el alma de su país. En el 2001, un año antes de los Juegos de Invierno de Salt Lake City, Plushenko, de 18 años, le arrebató el título mundial a Yagudin, que no estaba en su mejor momento. Como resultado de ello, Plushenko llegó como favorito a Salt Lake City. Los jueces, al menos los del bloque de naciones de la antigua Europa del Este, parecían preferir su estilo más refinado y clásico, por encima de los gestos más masculinos de Yagudin.

Competir con el cartel de favorito en unos Juegos Olímpicos no es nada envidiable en el patinaje artístico. Ningún campeón mundial vigente había ganado la medalla de oro desde Scott Hamilton en 1984. Durante los primeros instantes del programa corto, Plushenko erró un salto cuádruple y al acabar la jornada se encontró en un anónimo cuarto lugar de la clasificación. El cuarto puesto no era necesariamente un desastre –una semana después Sarah Hughes se recuperaría de esa posición y se alzaría con el oro femenino- aunque requeriría que el líder tuviera un muy mal día. Pero Yagudin no competía para perder. Realizó una de las mejores rutinas de su vida en el más grande de los escenarios. Durante una de sus secuencias, recorrió toda la pista y acabó con una ovación de pie de todo el público. Sus puntuaciones fueron las más altas jamás atribuidas –para hombre o mujer- en una competición de patinaje libre en unos Juegos.

Plushenko patinó bien, pero tuvo que conformarse con la plata. Yagudin, ya con un lugar garantizado en la historia, se retiró y dejó a Plushenko sin rivales de peso. Éste aprendió mucho de aquella derrota en las Olimpiadas de invierno de 2002 y realizó los cambios artísticos necesarios. Sus rutinas se hicieron cada vez más accesibles y los temas de sus presentaciones dejaron de tener el tono académico de antes. En los juegos de Turín del 2006, realizó su rutina larga con música de "El Padrino", un reflejo más que evidente del cambio. Los detalles artísticos eran lo máximo que se podía pedir. Gracias a un nuevo sistema de puntuación que premiaba el virtuosismo técnico, ningún patinador podía competir contra sus saltos, giros y piruetas. Plushenko ganó el oro sin problemas.

Pero todos estos saltos y acrobacias dejaron huella en su cuerpo, en especial en las rodillas, y Plushenko anunció su retirada. Sólo un año después, observaría con preocupación como el equipo ruso quedaba fuera de las medallas en los campeonatos del mundo. Preocupado ante la posibilidad de que se perdiera la valiosa tradición del patinaje artístico, Plushenko se ha propuesto volver a las pistas en los Juegos de Vancouver (Canadá) de este año. Durante la actual temporada ha regresado de lleno a los rigores de la competición. En los campeonatos europeos de Estonia del mes pasado el aún joven Plushenko (27 años) parecía que había aprovechado muy bien su largo descanso, alejado del hielo. El ruso se anotó un nuevo récord mundial en el programa corto y gracias a una combinación con un salto cuádruple en el programa libre (largo) se aseguró el oro. El salto cuádruple ha sido un mensaje claro para sus competidores. Desde su primera época de líder, no ha habido ningún patinador dominante. Ahora que ha conquistado su sexto título europeo, Plushenko se ve con posibilidades en Vancouver.

Competiciones de patinaje sobre hielo masculino en Vancouver:

Programa corto: 16 de febrero

Programa largo: 18 de febrero

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