Ágatha Ruiz de la Prada: "Esta crisis es brutal. Mi único reto es sobrevivir"

  • Detesta el color negro tanto como las deudas y la imprudencia financiera. Por eso, a la diseñadora de los corazones multicolores esta "brutal crisis" no le ha cogido con la guardia bajada; ella sigue haciendo la cuenta de la vieja: cuánto hay en el banco y cuánto ha salido del banco.
Ágatha Ruiz de la Prada muy aplaudida en Cibeles
Ágatha Ruiz de la Prada muy aplaudida en Cibeles
Eduardo Martínez-Rico/Revista Capital

Ágatha Ruiz de la Prada sólo va a su estudio una vez al mes, y cuando lo hace sus colaboradores la asaltan con sus consultas, porque nada sale de allí si no es con el visto bueno de la diseñadora.

Ágatha –así la conoce todo el mundo– casi nunca para en casa. Siempre está viajando por todo el mundo para vender sus diseños. Pero sólo porque no tiene más remedio. "Sólo con el negocio en España sería imposible sobrevivir en estos momentos", sentencia.

Ágatha (Madrid, 1960) es más alta de lo que muchos imaginan, y tan fuerte de físico como de carácter. Vista un poco de lejos no puede evitar ser quien es, una diseñadora muy famosa, una empresaria de éxito, pero cuando se habla con ella de cerca, todo cambia. Ágatha se abre a la intimidad, es mucho más abordable y disfruta hablando de su pasado, de su presente y de su futuro. Y, por supuesto, le encanta hablar de moda.

–¿Diría que la moda española vive un momento especialmente dulce?

–Sí, creo que estamos en la edad de oro del diseño español. En el pasado, hubo un momento bastante bueno de la alta costura,pero entonces España era un país muy pobre. El representante más importante de la alta costura era Balenciaga, que se fue a vivir a París porque no podía vivir en España, más o menos.

–¿Ha tenido tentaciones de irse fuera para siempre?

–Yo me fui a París, y de hecho le diré que mi gran éxito empezó en el momento exacto en el que puse un pie allí. Entonces empecé a vender aquí multiplicado por diez. Aunque en París la experiencia ha sido dura y difícil, pero interesante.

–¿Por qué dura y difícil pero interesante?

–Porque para mí París era el reto máximo, lo que más me interesaba. Yo venía de un colegio francés, educación francesa, todo francés. Tengo metido dentro el complejo francés. A mí me parecía que los españoles eran menos que los franceses y que los ingleses. Cada uno tiene sus complejos. Desde luego en el mundo de la moda no hay otra cosa que los

franceses.

–¿Cuándo nace ese complejo?

–Yo lo tengo desde pequeñita y lucho contra él. En cambio el año pasado hice una exposición en Francia en un museo, que es el quinto museo francés, y fue la segunda exposición más visitada del museo; 75.000 visitantes en una ciudad muy pequeña. Y la exposición que tuvo más visitantes en ese museo fue de Picasso. Toda la vida recordaré esa exposición como maravillosa, porque iba a durar tres meses y luego duró cinco, con una gente fantástica. El día de la inauguración fueron cuatro o cinco mil personas. Pero luego, a lo mejor, vendes muchísimo menos de lo que deberías.

La agenda de Ágatha Ruiz de la Prada es un carrusel de viajes, actos, trabajos… Sin ir más lejos, dos días antes de la entrevista estuvo en Milán en un fórum de la moda italiano–española. Y el día de la misma, se levantó a las seis de la mañana, pese a haberse acostado pasada la medianoche.

–¿Merece la pena viajar tanto como viaja?

–No queda más remedio. Hoy en día el mundo es global. Hace años yo me empeñé en que había que salir de España, y creo que si sobrevivo ahora será por eso.

–¿Aquí estamos peor?

–En 2010 si sobrevivo será gracias a América Latina. ¡Bendita América Latina! Ha sido todo porque me he movido una barbaridad. Al final, todo eso sale, no el día que tú quieres, pero sale. Vas sembrando y de una cosa te sale otra. Por ejemplo, en Europa del Este me lo he trabajado bastante. Mi primer viaje fue a Moscú, que me encantó. La semana pasada estuve allí, y me fui a la mejor tienda de puertas [que también diseña] del mundo. En la entrada, están todas mis puertas normales y, abajo, mis puertas blindadas. A lo mejor otra persona diría "para qué vas a ir a Moscú".

–Reciben bien su estilo.

–Yo salgo bastante y veo que hay países duros, muy duros, imposibles algunos. Y otros, maravillosos. Y entre estos últimos desde luego están Colombia, Chile y México.

A la buena acogida en estos tres países contribuye la cercanía cultural y esa herramienta común de unión: el español. De hecho, la diseñadora está segura de que al otro lado del Atlántico puede llegar a "vender mucho más". Ágatha Ruiz de la Prada no puede decir lo mismo de otros "países muy duros" en los que le cuesta seducir con sus diseños.

"Para mí, un país muy difícil es Alemania. Encuentro que hay muy poca permeabilidad entre los alemanes y los españoles. Así como noto que en Portugal, en la calle, me conocen igual o más que en España, y en Francia y en Italia también, en Alemania puedo hacer lo que me dé la gana que no me conocen, y es porque no tienen el menor interés. Por mi tienda de Madrid pasan mexicanos, franceses, italianos, chilenos, colombianos, japoneses… pero nunca me han dicho que pasen alemanes. Y hubo una época que salí mucho en la prensa alemana".

Los alemanes no se han rendido a su particular universo multicolor de corazones, flores y nubes, que arrancó con su primer desfile en 1981 y que no ha hecho más que expandirse. En tamaño y en los objetos que lo pueblan.

Empezó elaborando vestidos y actualmente diseña todos los objetos inimaginables, desde muebles a material escolar, pasando por mamparas de baño y pinturas para las paredes o azulejos, que se venden en más de cien países. Y ahora prepara una colección de parqués. "Todo eso son como mundillos", afirma Ágatha Ruiz de la Prada.

– ¿Cómo se ha ido ampliando su repertorio?

–He tenido la suerte de que he estado en una época en que eso se podía hacer. Y he conseguido hacer de todo porque el 25 de marzo del año que viene va a hacer treinta años que hice mi  primer desfile. El tiempo es fundamental.

–¿Pero cómo lo ha conseguido?

–Porque llevo muchos años y porque lo mío es muy fácil, digamos. Porque yo soy diseñadora de moda pero soy una diseñadora muy gráfica. Para mí es mucho más fácil diseñar un azulejo, una puerta blindada o unas pinzas de depilar. Tú ves unas pinzas de depilar y sabes que son mías. Pero ¿cómo haces unas pinzas de depilar Roberto Verino? Es mucho más difícil. ¿Cómo haces un azulejo de Modesto Lomba? Mucho más difícil.

–Eso significa que tiene un estilo muy marcado.

–Sí, que te puede gustar o no, pero que es muy fácil de aplicar a otras cosas.

–¿Cómo definiría ese estilo?

–Al cabo de tanto tiempo, hay un cuaderno no escrito de reglas de cómo es. Hay algo que cualquiera que me conozca sabe: yo nunca uso negro. A mí me molesta hasta el oscurito.

–¿Le han imitado mucho?

–Sí, mucho, pero el que te imita se cansa  y tú sigues. Ésa es la diferencia.

–¿Cómo se le ocurrieron los corazones, por ejemplo?

–Poco a poco. Aparte de que los corazones han gustado mucho; cuando ves que una cosa gusta la repites.

–¿Y el fucsia?

–Desde el principio el fucsia fue mi color. Yo tuve que elegir un logotipo y ya entonces me gustaba Rothko. Lo descubrí cuando tenía 18 años, y había una mezcla de fucsia con naranja. Luego me di cuenta de que era completamente mexicano, y que yo soy bastante mexicana, porque el padre de mi abuela era de Guatemala. Además, hace un mes he descubierto que por parte de mi padre tengo mucha familia mexicana, cosa que no tenía ni idea; me lo dijo un tío el otro día en una cena. El fucsia y el naranja los llevo haciendo desde el principio. Mi primer desfile ya era en fucsia y naranja.

Al margen de colores, formas y texturas, la diseñadora ha elaborado también una sensibilidad ecológica que, lejos de ser una moda, es una profunda  convicción: "Lo bueno que tiene la crisis es que contaminamos mucho menos".

Una forma de ser que le ha ayudado a sobrellevar la fama que desde muy joven le acompaña. Ágatha fue una figura importante de la Movida, amiga de prestigiosos personajes de la política y de la cultura desde muy pronto: por la casa de sus padres circulaba gente como los Garrigues o el príncipe Don Juan Carlos. Después, su trayectoria y su relación con el director de El Mundo, Pedro J. Ramírez, le han hecho cada vez más visible.

Pero Ágatha tiene una identidad muy propia; ha tenido éxito como artista, como diseñadora y como empresaria, tanto en España como en el extranjero. Pero se lo toma con mucha naturalidad, le quita importancia y cree que no le ha perjudicado en absoluto.

–¿Ha sentido alguna vez los efectos nocivos del éxito?

–No. Tampoco tengo tanto éxito. Me ha ido bien, pero le va mucho mejor a Dolce & Gabbana. Mi éxito es un éxito españolito y de andar por casa.

–Entonces, no cree que el éxito sea peligroso.

–No, en mi caso no, porque tengo mucho trabajo y muchos problemas. Yo hago una vida muy poco de éxito; mi vida noes como la de Madonna.

–Pero está rodeada de interés, de entrevistas, de fans.

–Tampoco hago muchas entrevistas. Al 99% les digo que no, porque me dan la lata. Sólo hago entrevistas con los amigos. No, no se me sube mucho el éxito; yo diría que se me sube poquito.

–¿Cree que su triunfo ha sido más artístico que empresarial?

–Yo no me considero para nada buena empresaria, y por eso soy muy prudente. Me horroriza deber dinero; por eso llevo una contabilidad y una doble contabilidad. La doble contabilidad es la cuenta de la vieja, que es la mía, la que yo entiendo: cuánto hay en el banco y cuánto ha salido del banco. Es una cuenta muy primitiva. Intento no hacer tonterías.

Esa prudencia en la gestión le ha venido muy bien para resistir mejor la embestida de la crisis. "He tenido la suerte de que me ha cogido la crisis con muy poca deuda",  suspira. Pero se reconoce una excepción en un país endeudado hasta el cuello.

"Al que le haya cogido con deuda le ha machacado, porque ahora no generas dinero como para pagarla, que es un poco el problema que nos ha pasado en España: iba muy bien, de repente se ha endeudado y ahora no sabe cómo pagar la deuda", afirma Ruiz de la Prada, que considera que la crisis es mucho mayor de lo que pensamos. Su tono de voz anima a creerla.

–¿Cómo le ha afectado la crisis?

–Esta crisis, más o menos, la empecé a ver hace bastantes años, y los últimos tiempos me he  dedicado a recortar gastos, que es muy difícil sin quitarte cosas fundamentales, como cerrar Francia, Estados Unidos, América, Italia… Pero me he quitado cosas de las que me molesta mucho desprenderme, como los desfiles de niñas, que me encantan. Por otra parte, al quitarme desfiles he tenido más tiempo y he podido hacer más cosas, cosas que no hubiera podido hacer. Eso nos ha beneficiado.

–¿Ha perdido mucho dinero por este motivo?

–Ya no es cuestión de perder dinero. Se trata de sobrevivir. La crisis es una cosa brutal. Yo creo que la gente que no está en esto no se da cuenta de lo que es esta crisis. Básicamente, yo trabajo para empresas importantes. De esas empresas ha habido meses que me han cerrado una al mes, y a lo mejor esa empresa tenía cien años.

–¿Puede poner un ejemplo?

–Yo tenía como cliente una fábrica de zapatos de mujer; pues esa fábrica cerró y ya no es que venda más o menos, es que ya no vendo zapatos de mujer, que era una de las cosas que más me gustaban en el mundo. Esta crisis es brutal. Mi único reto es sobrevivir.

–¿Qué soluciones ha encontrado?

–Trabajar cuatro veces más, que es muy difícil, para no perder. Poco a poco me he ido quitando cosas, he ido reduciendo gastos, la mayoría de mis viajes a mis sitios son para reducir gastos; el lunes tuve una reunión para reducir gastos. El problema es que Zapatero no ha visto esto hace años, porque a él la economía no le interesaba, no le divertía. No puedes gastar, gastar y gastar.

Por este motivo, Ágatha Ruiz de la Prada no piensa abrir franquicias, "de momento". Seguirá como hasta ahora, vendiendo a través de terceros o en centros comerciales como El Corte Inglés, además de en las cinco tiendas propias que tiene en Madrid, Barcelona, París, Nueva York y Milán.

Para esta diseñadora madrileña, las tiendas poseen una doble cara: no son sólo una vía para ganar dinero, sino que suponen una cuestión "de imagen y de ayuda a mis fabricantes", asegura.

Según Ágatha, para ganar dinero con los establecimientos hay que tener o gente muy dedicada a ellos "o ser una macroempresa como Zara, H&M o GAP, porque con una media de tiendas normales es imposible ganar dinero".

En todo artista, y en cualquier persona, si uno se detiene a analizarlo, la infancia es fundamental. "Muchísimo de lo que tengo –dice– lo tengo de la infancia, del pop, los

años del arte contemporáneo, lo hippy. Aparte de que yo soy una persona muy optimista, y la época en la que nací, los años 60, fue la época de mayor optimismo. Luego vinieron los problemas, por ejemplo, el sida. Entonces todo era amor libre, libertad, felicidad…".

Ágatha, que vivió en sus carnes una quiebra empresarial con 24 años, tiene aún fresco en la memoria el recuerdo de lo mucho que le afectó el naufragio de la empresa de su padre.

–¿Qué le ocurrió a su padre?

–Mi padre era el arquitecto de moda de Madrid y tuvo una ruina bestial. Eso me generó bastante angustia. Cuando yo tuve la mía me volví muy prudente. Pero, además, hay que tener buena suerte. Es fundamental. Si tienes buena suerte, el libro que has escrito se venderá, y a lo mejor es porque ha salido un día bueno, o porque ese tema gustaba, o porque lo ha leído alguien y le ha divertido. Por lo que sea. Hay un factor suerte fundamental.

–¿Hay gente que tiene mejor suerte que otra?

–Como decía Picasso [al que adora] que te pille trabajando. Si tú trabajas mucho, la suerte te pilla trabajando. Hay gente con muy mala suerte y gente con muy buena. Yo he tenido muy buena suerte en todo. Luego hay algo que me favorece: tengo muy mala memoria, se me olvida todo lo malo en seguida. Además, este trabajo es muy bonito.

–¿Y cómo puede decir que no ha tenido tanto éxito?

–Lo parece cuando lo ves todo junto, pero luego no es tanto. Yo ahora mismo veo más lo que me sale mal que lo que me sale bien.

Para terminar, Ágatha habla de Pedro J. Ramírez, con el que no está casada, aunque mucha gente no lo sepa. Pero llevan más de veinte años juntos y forman una de las parejas más reconocibles del país.

Dice que Pedro J. no está preocupado por el futuro del periodismo, hoy en entredicho por las nuevas tecnologías: "Pedro J. es en estos momentos el hombre más feliz del mundo. Está entusiasmado con el iPad, porque está convencido de que va a salvar el periodismo."

Piensa que ella ha influido positivamente en él, sobre todo en la estética y el medio ambiente: "Creo que ahora tiene mejor gusto que cuando lo conocí, y que de tanto decirle que apague las luces, ya me hace algún caso".

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