Con una tasa de paro del 34%-más de 1.000 vecinos apuntados a las listas del desempleo- la paralización del proyecto minero ha sido un jarro de agua fría en Aznalcóllar. Un pequeño pueblo sevillano de apenas 6.000 habitantes para el que la reapertura de su mina era una esperanza aguardada durante años. El proyecto prometía crear casi 500 empleos directos y más de 700 indirectos. Una luz en una comarca, la del corredor de la Plata, paralizada desde que en 2002 se decidiese el cierre de la mina.
La reapertura fue una de las grandes promesas de la actual presidenta en funciones, Susana Díaz. La adjudicación se anunció a principios de marzo, ya metidos en plena campaña electoral, y ya entonces se apreciaron sus sombras.
El proceso fue a parar al Grupo México, propietario de varias en América Latina, y a la cordobesa Magtel, con una inversión de más de 300 millones de euros, que irían invertidos a la explotación de cobre, zinc y plomo. Entonces, la empresa finalista en el proceso, Emerica Resources, de Canadá, denunció a la Junta por sospechas de "prevaricación y tráfico de influencias" en beneficio de la española, acusándola de haber utilizado sus contactos con exaltos cargos del Gobierno andaluz para garantizar el yacimiento durante los próximos 30 años.
Oposición y asociaciones ecologistas también levantaron la voz por presuntas irregularidades. Los colectivos advirtieron además del 'pasado' de la mexicana, con un grave accidente ecológico en su historial debido a un vertido de sulfatos en el río Sonora, en México.
Unos años antes, en 1998, Aznalcóllar fue escenario de una de las mayores catástrofes medioambientales de España. La rotura de una balsa de residuos provocó una riada de lodo tóxico que dañó gravemente el entorno del Parque de Doñana. Pero el 98 quedaba muy lejos en una comarca seca por el desánimo de la crisis, sustentado por una mina paralizada desde hace más de una década. En la mina trabajan ahora mismo sólo 14 exmineros, fundamentalmente en tareas ambientales y de mantenimiento.
"No voy a consentir en nombre de todos los aznalcolleros que la mina se paralice, y si se paraliza, alguien tiene que rendir cuentas a este pueblo", aseguraba hoy Juan José Fernández, portavoz del colectivo de mineros. Si se cierra, qué hace este pueblo? Morirse de hambre?", es la pregunta que se escucha en los rincones de Aznalcóllar.
"Ha sido un jarro de agua fría que las ilusiones y esperanzas de un pueblo se corten por una chapuza", afirma el alcalde, Agapito Ramírez, de IU, partido que gobierna desde 2011 tras tres décadas de ayuntamientos socialistas. El portavoz autonómico de su partido, Antonio Maíllo, ha asegurado hoy que la Junta adelantó la adjudicación para hacerla en periodo electoral "cuando nosotros estábamos fuera del gobierno".
Ramírez fue también en su día trabajador de la mina. Como la mayoría de vecinos del pueblo.No hay aznalcollero en cuyos recuerdos no aparezca la mina. La historia de la localidad la cambió en 1979 la apertura de esta explotación. Ahora, todos coinciden: el pueblo está muerto. "Para los jóvenes era la esperanza", dice Juan Aguilera. Ahora prejubilado, su trabajo dependía también en su momento de la mina de Aznalcóllar. Muchos chavales confiaban en que su primer empleo estaría en ella, como el de su padre o el de su abuelo. O el de ambos.
"Todo se ha venido abajo", afirma con el desánimo de los malos tiempos ya de sobra conocidos. "Aquí el 80 por ciento dependíamos de la mina, ahora todo está de capa caída, la gente tenía expectativas grandes en esto, ¿De qué va a vivir el pueblo?".
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