"Conducimos un confesionario", afirman mujeres taxistas

  • "Conducimos un confesionario", han coincidido en señalar algunas de las 26 mujeres taxistas de varias localidades españolas que han escrito el libro "Mujer y taxista". Anécdotas", que hoy se ha presentado en el Instituto del Taxi de Barcelona.

Paco Niebla

Barcelona, 3 may.- "Conducimos un confesionario", han coincidido en señalar algunas de las 26 mujeres taxistas de varias localidades españolas que han escrito el libro "Mujer y taxista". Anécdotas", que hoy se ha presentado en el Instituto del Taxi de Barcelona.

Susana Amor, que lleva ocho años al volante de un taxi por las calles de Barcelona y es una de las que han aportado sus anécdotas a la obra, ha explicado a Efe que la idea de escribir un libro de taxistas exclusivamente femenino nació del foro que las mujeres taxistas de España crearon en Facebook.

En esta red social relataban sus cuitas diarias e intercambiaban opiniones y experiencias, hasta que vieron que había cosas publicables, las anécdotas, algunas buenas y divertidas, otras no tanto, con la intención de "acercar el mundo del taxi a la ciudadanía", según el editor Antonio Monje.

Aunque son pocas, en Barcelona hay sólo 701 de un colectivo total de más de 13.000 taxistas, Susana Amor asegura que no se siente discriminada por sus clientes ni ha visto mermados sus derechos por ser mujer al volante.

"Nunca me han dirigido ni una mala palabra por ser mujer", asegura.

En el libro, que propuso inicialmente una de las mujeres taxistas de Gijón, Susana cuenta cómo un día le llamaron por la radioemisora para recoger a un joven que acababa de salir de una detención en una comisaría de Barcelona.

El joven le preguntó si podía pagarle la carrera, hasta la población vecina de Sant Just Desvern, con tarjeta. Ella le contestó afirmativamente.

Pero cuando llegaron al destino, el joven salió corriendo y dejó a Susana Amor con el tiquet en la mano y sin tiempo de reaccionar para perseguirle.

Ni corta ni perezosa, regresó a la comisaría y denunció lo que había sucedido. "¿No pensó aquel joven que ya estaba fichado y la policía sabía quién era?", recuerda que se preguntó.

Efectivamente, a los pocos días recibió una citación para acudir al juzgado y al tiempo el joven fue condenado a pagarle, no sólo la carrera sino las horas que perdió y una multa.

Pero no todas las anécdotas son tan truculentas, las hay divertidas, como la taxista que se compinchó con unos señores sexagenarios que habían pasado la noche de juerga y acabaron en urgencias de un hospital barcelonés.

Cuando salieron pidieron un taxi, y a medio camino el hombre se dio cuenta de que las enfermeras del hospital le habían dejado puesta una vía intravenosa en el brazo.

"!Regrese de inmediato al hospital, que me han dejado la vía puesta... y qué le explico yo a mi mujer!", le pidió a la taxista. Pero ésta, que no tenía tiempo de regresar, ni corta ni perezosa, y mañosa como era, se ofreció para quitársela y le taponó la pequeña herida con una tirita.

"¿Es usted enfermera?". "No soy taxista", le confesó al azorado cliente "que a saber qué había hecho aquella noche loca".

Sonia Rubio también es taxista, pero rural. Es la única taxista de Fuentes de Ebro (Zaragoza) y es una de las ánimas del libro y quien buscó al editor.

"Realmente, nuestro taxi es un confesionario", se confiesa ella misma, que explica que, aunque han escrito muchas anécdotas no han identificado nunca a sus clientes.

Sonia reconoce que la crisis se está cebando con el sector y no sólo en las ciudades. "Yo ahora hago un viaje al día y hay día que ni saco el coche".

Su anécdota preferida es el día que evitó que un bebé naciera en el asiento posterior de su taxi cuando vio que la clienta que iba a recoger para llevarla a la maternidad, a 30 kilómetros de distancia, "estaba embarazadísima, se sujetaba la tripa y tenía la cara desencajada y ya tenía cinco hijos".

"Pensé que no aguantaba los 30 kilómetros, así que llamé al 112 y enviaron un médico, la llevé a su consultorio de pueblo, a un kilómetro, y nada más bajar del taxi, cuando me despedía de su marido, oí el llanto del bebé, así que ya me quedé a conocerlo", recuerda Sonia.

También reconoce que cada vez le piden menos viajes "porque ahora todo el mundo tiene un amigo, un sobrino, un hijo o un familiar que está en paro y tiene coche para llevar a la abuela al médico".

"Estamos muy mal, pero el libro me ha animado, y el habitáculo del coche hace de gabinete psicológico".

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