Esto son un italiano, un finés y un alemán… ¿Por qué el último no debe presidir el BCE?

  • ¿Inflación o crecimiento? Más nos vale a los españoles y al resto de países periféricos que el próximo presidente del Banco Central Europeo (BCE) apueste por la segunda opción. Es decir, que no sea alemán. En juego está, a corto plazo, la salud de la economía y el precio de nuestras hipotecas.
E.Utrera

El BCE tendrá nuevo presidente el próximo otoño, pero la batalla de la sucesión del presidente Jean-Claude Trichet está en el momento álgido. El asunto es bien sencillo: un presidente alemán iría contra los intereses de las economías más débiles de la Europa unida.

"Lo mejor es que no sea un candidato del norte de Europa, que estaría más pendiente del control de los precios –la inflación- que del crecimiento", explica Ángel Olea, de Abante Asesores.

En la práctica, la batalla contra la inflación consiste en subir los tipos de interés, que se mantienen inalterables en el 1% desde mayo de 2009. Dicho de otra forma, que el precio del dinero sea más caro supone que los particulares tienen menor acceso al crédito y, por lo tanto, se reduce el gasto.

Se trata de un escenario ideal para Alemania, cuya economía es la envidia de Europa, gracias a las exportaciones, y cuyos precios empiezan a emitir señales de alarma. De hecho, la semana pasada, la locomotora europea revisó al alza la inflación de enero hasta el 2% de crecimiento interanual.

"El problema es que hay varias velocidades en las economía europeas.Alemania va por libre, Francia crece sensiblemente menos y los países periféricos -España apenas mejoró un 0,2% en el cuarto trimester del año pasado- lo hacen a un ritmo todavía muy insuficiente.

Cada país es una realidad distinta y, por lo tanto, cualquier decisión del BCE –que hay que recordar que no tiene como objetivo el crecimiento, sino la política monetaria- le afecta de manera diferente", explica Pablo García, de Oddo.

En consecuencia, una estrategia de contención de la inflación, que sería un paraíso particular para Alemania, se convertiría en una pesadilla para los denominados mercados periféricos: Portugal, Grecia, España, Italia e Irlanda. Sus maltrechas economías sólo pueden reactivarse con tipos de interés bajos que alienten el consumo.

Si, por el contrario suben, el crédito será aún más difícil de conseguir y, en un país con una deuda privada muy abultada como España, el alza de las hipotecas supondría un mazazo a las ya muy tocadas cuentas del español de a pie.

"Alemania va a pedir que el BCE sea agresivo para contener la inflación, lo que puede provocar subidas de tipos. A corto plazo haría daño a los mercados periféricos, pero la otra cara de la moneda es que les forzaría a ser más competitivos. Y eso no es, en absoluto, malo", explica Pablo García.

Del mal, el menos

Al menos, como señala Olea, el peor de los escenarios posibles ya está descartado. Se refiere a que el terror de los periféricos, el alemán Axel Weber –todavía presidente del banco central germano-, ha anunciado públicamente que renuncia a suceder a Trichet al frente del BCE, lo que ha conllevado también su renuncia al frente del Bundesbank, aunque ésta no será efectiva hasta abril.

¿La razón? No tiene apoyos para llevar adelante su política de máxima dureza contra quien no cumple: lucha a brazo partido por la estabilidad y negativa rotunda a comprar deuda pública de países con problemas.

Exactamente todo aquello que no se quiere oír en el sur de Europa. Los países más débiles respiran algo más aliviados mientras se disparan las apuestas sobre quién se sentará en la silla de Trichet.

Eliminado Weber, tres nuevos nombres están sobre el tapete: el italiano Mario Draghi, el finlandés Erkki Liikanen y el director del fondo de rescate europeo, el alemán Klaus Regling.

Hay mucho en juego y una conclusión: sea cual sea el resultado, no lloverá al gusto de todos.

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