Juan Luis Cebrián: “El debate político se ha convertido en un reality show”

  • El consejero delegado de Prisa hace una reflexión sincera, sin tapujos, sobre la política y los políticos, y sobre el periodismo. Unas cosas las ve más oscuras que otras. Pero sobre  todo ve un futuro muy gris para España, si los políticos no se curan su miopía.
Juan Llobell y Jordi Benítez/Revista Capital

Consulta la entrevista original en www.capital.es

Ahora que las aguas parecen algo más mansas en Prisa, Juan Luis Cebrián nos recibe en el cuartel general del grupo en la madrileña Gran Vía, dispuesto a hablar de lo humano y lo divino.

Al consejero delegado de Prisa se le nota relajado tras los últimos meses de agonía empresarial, en los que ha tenido que hacer juegos malabares para que la losa de la deuda fuese más liviana y no le rompiese el espinazo al imperio de los Polanco.

También se le ve seguro de sí mismo y despreocupado de lo que le pueda deparar el destino. ¿Será porque a sus 66 años ya está de retirada o será porque tiene la serenidad de espíritu del que ha hecho lo que tocaba?

Él afirma con contundencia que quiere seguir pilotando la nave, ésa que algunos dicen que ha perdido el norte tras la muerte de Jesús Polanco en 2007. “Estoy aquí porque quiero estar, en la medida que los demás quieran que esté. Esta empresa la he hecho yo con Jesús Polanco a lo largo de treinta y pico años. A lo mejor es un poco de ego, pero quiero ver que esta empresa trasciende a las personas”.

Como es tan poliédrico –empresario, periodista, ensayista, novelista, político a su manera...– empezamos por la cosa pública.

–¿Qué tal se lleva con Zapatero?

–Correctamente.

 

–¿Le gustaría llevarse mejor?

–En la industria de los medios hay que mantener las distancias con los poderes. Aquí hay una confusión enorme. Como decía Lord Harris, a mayor conflicto entre gobiernos y periódicos, mayor libertad de prensa. Todos los poderes políticos, y más en una sociedad tan mediática como ésta, tratan de alguna manera de confrontarse a los medios y de incrustarse en ellos, o de apoderarse de ellos, porque los necesitan.

–¿Y en España, cuál es el grado de conflictividad?

–Aquí tenemos mucha hostilidad, sobre todo por parte de los medios llamados conservadores. Hay una tendencia preocupante hacia el populismo. Además, hemos pasado de los reality shows como entretenimiento en la televisión a los reality shows en los debates políticos. Que un programa como La Noria sea un lugar privilegiado para el debate político...

–¿Por qué es tan mediocre el debate político español?

–Creo que es mediocre en términos generales, no sólo en España. Si pensamos en el último debate entre Sarkozy y Viviane Reding, podemos ver que la mediocridad de la política europea es comparable, incluso supera a la de la española. Tampoco debemos darnos tantos golpes de pecho. Tenemos que entender que la política es necesaria y que sin ella la sociedad funciona peor.

–¿Pero ahora parece más necesaria que nunca para salir de la crisis?

–Creo que hay un problema de liderazgo en general en Europa. A veces la necesidad crea el  órgano o la función. Cuando Manolete llegaba a México y le decían es muy peligroso esto de torear, él respondía sí, pero más cornadas da el hambre. La Europa del bienestar ha adormecido un poco las conciencias y la creatividad europeas. Cuando el otro día Fidel Castro decía que el modelo cubano funciona tan mal que no funciona ni para Cuba, pensaba yo que el  modelo europeo ya no funciona para Europa. Nos empeñamos en defender un modelo que ya no existe; sólo existe para una parte de las sociedades europeas.

–¿Quiere decir que el ‘hambre’ que hubo en la Transición hizo que hubiese más talento en la clase política española?

–Creo que la clase política española se ha profesionalizado. Y esto tiene cosas buenas y cosas malas. El peso de los aparatos en los partidos hace que haya políticos que no hayan vivido otra cosa que la política. En este sentido, Estados Unidos es distinto. Hay más entradas y salidas de la vida política, y eso hace que haya más políticos que han contribuido de forma individual al proceso productivo y de distribución de bienes y servicios de su país.

Si algo queda claro al conversar con Cebrián es que, amén de sentirse periodista, siempre y en todo lugar, tiene metido en el cuerpo el gusanillo de la política. “Yo he hecho política toda mi vida, al igual que lo hacen algunos empresarios de los medios de comunicación o algunos artistas. También he tenido propuestas para entrar en política. Pero yo, fundamentalmente, soy un periodista que está coyunturalmente en una empresa”.

Este “actor de la Transición”, como le ha definido Felipe González, reconoce que los últimos meses han sido tremendamente duros en Prisa. Todas las crisis posibles le estallaron en las manos, hasta el punto de que algunos pregonaron el principio del fin de este gigante de los medios.

–¿Ha llegado a temer la muerte de Prisa?

–Nunca. Los bancos han tenido una actitud extremadamente racional y cooperadora. Quieren que les devolvamos el dinero, y nosotros debemos hacerlo. Nos han ayudado a estabilizar la empresa. En segundo lugar, ha habido muchos agentes sociales dispuestos a ayudarnos, dentro y fuera de España. En tercer lugar, los accionistas de referencia han tenido un comportamiento ejemplar. Había una salida muy fácil: vender la empresa, pagar a los bancos y quedarse con algunos activos buenos, que generarían beneficios bastante suculentos. Prisa gana dinero en todas sus actividades. El problema que tiene es de estructura de capital y de balance, no de resultados. Todos hemos estado dispuestos a sacrificar lo que hiciera falta sacrificar. Nadie ha defendido aquí sus posicionespersonales.

–¿Se arrepiente de algunos errores?

–No me arrepiento de los errores. Los reconozco todos.

–¿Cuáles?

–Infinidad. Unos son personales, otros vienen por circunstancias que uno no controla. Hay que tener en cuenta que esta casa pasó un periodo de transición interna, en la que el presidente y principal accionista tuvo una prolongada y gravísima enfermedad, que resistió estoicamente. Se nos juntaron todas las crisis: la financiera, global y mundial; la de los medios, la tecnológica; la de España; y la de esta empresa, que viene por la muerte de su presidente y principal accionista durante los últimos veintitantos años. Se tenía que reorganizar y también habían desaparecido los otros fundadores.

–¿La OPA de Sogecable quizá ha sido el principal error?

–Se llevó a cabo con informes de HSBC y Morgan Stanley. Era una opa transitoria para desprenderse de un activo. ¿Qué paso con la opa? Que la lanzamos y dos meses más tarde se cayeron los mercados. Y cuatro meses más tarde, Telefónica, que había dicho que no iba a acudir a la opa, acudió a la opa. No critico la decisión de Telefónica. ¿Fue un error lanzar la opa? Yo hubiera querido hacerlo antes. Pero la lanzamos cuando pudimos, fundamentalmente por razones internas de la compañía. ¿Si hubiera sabido que se iban a caer los mercados, hubiera lanzado la opa? Pues no.

Junto a Sogecable, Mediapro y el fútbol es otra de sus pesadillas, que sigue, día sí y otro también, copando los titulares económicos de los periódicos. Para añadirle más emoción a esta guerra abierta, Mediapro se ha arrimado mucho a La Moncloa y se le ha colado a Prisa por la izquierda.


–¿Es Mediapro una especie de infierno para ustedes?

–No. Es una anécdota. Mediapro es una empresa en suspensión de pagos. Y nosotros somos su principal acreedor. Lo que estamos deseando es que nos pague el dinero que nos debe y los derechos que por sentencia judicial nos tiene que devolver.

–¿Cuánto va a durar este conflicto?

–Las guerras del fútbol, que nunca hemos declarado, siempre las hemos ganado. Pero una cosa es ganar la guerra y otra construir la paz. La sentencia demuestra que hemos ganado la guerra. Pero a mí eso no me interesa. Me interesa construir la paz. Y la paz se construye entre todos, con Mediapro también. Estoy dispuesto a llegar a acuerdos estables con quien sea necesario. Ahora hay una oportunidad excepcional para establecer un modelo de explotación del fútbol en televisión que permita a todo el mundo hacer buenos negocios, incluida Mediapro.

–Por si fuera poco, llega la COPE y se lleva al equipo de Carrusel Deportivo…

–Lo malo de ser líder desde hace treinta años es que eso genera rutinas, arrogancias, suficiencias injustificadas… Creo que hemos tenido una ofensiva comercial sobre la SER, y probablemente sobre todo el grupo a través de la SER. Pienso que esta ofensiva forma parte de un intento mayor, muy respetable, de hacer un desafío. Estoy convencido de que vamos a ganar, y de que es un pulso en el que hemos cometido errores.


–¿Por ejemplo?

–Probablemente hay situaciones internas en las empresas de este grupo que tenemos que corregir. Se refieren a la satisfacción de necesidades y demandas de colectivos humanos que son necesarios, claves, para el funcionamiento del grupo. También hay excesos y ambiciones personales, que me parecen legítimas.

Este ambiente bélico entre los medios y los roces con el Ejecutivo de Zapatero no impiden a Juan Luis Cebrián sacar tiempo de donde sea para reflexionar sobre el periodismo en general. Ya acumula siete libros sobre la una cuestión. Pero, pese a darle tantas vueltas, sigue teniendo muchas dudas y pocas certezas sobre el futuro.

De hecho, reconoce que “le asusta todos los días” la construcción de una multinacional de los medios que se apoya sobre bases tan inciertas.

–¿Cómo ve el futuro de la prensa?

–No sé si los periódicos van a existir o no. Se transformarán. Creo que algunos periódicos de papel, algunos bastantes, van a sobrevivir los próximos cinco años. Y algunos van a vivir muy bien. Me atrevería a decir que también los próximos diez. Ya los próximos quince…

–¿Y el de los grupos de comunicación?

–Habrá una consolidación más o menos planetaria de determinados agentes de la comunicación, la información y el entretenimiento. Encierta medida podrán segmentarse cultural y lingüísticamente. Y también habrá una insistencia en lo local. Vamos hacia grandes corporaciones multimedia: News Corp., Pearson, Time Warner, Prisa… La definición de los mercados por fronteras geográficas no tiene sentido. Nuestro mercado es el español, no España. Aquí podrá haber dos o tres grupos de tamaño medio, pero no diez.

–Da la impresión de que los periódicos influyen menos que antes.

–Es verdad que ha bajado la influencia social de los periódicos, pero no la influencia en los políticos. ¿Qué tiene El País que sólo tienen uno o dos periódicos de cada país? Que es el periódico que influye en las cancillerías extranjeras: en Bruselas, en Washington, en América Latina… Lo leen los que toman las decisiones políticas.

–¿Cómo conjuga ‘El País’ la fidelidad a sus principios editoriales con la independencia?

–La independencia, como la libertad o la belleza, es un valor absoluto que nunca se da absolutamente. Por eso hay que establecer unas reglas profesionales objetivas que te permitan mantener un mínimo estándar de independencia. Por ejemplo, toda noticia comprobada, que sea verdad e interesante, tiene que ser publicada, le pese a quien le pese: a El Corte Inglés, los anunciantes, los gobiernos, la oposición, los sindicatos… La autocensura es uno de los peores males de las redacciones.

–Hay quien dice que es usted quien escribe los editoriales de ‘El País’.

–Yo leo los editoriales de El País cuando sale El País. Les voy a contar una anécdota: en el primer Gobierno de Zapatero, me llamó un secretario de Estado de Comunicación a las 12 de la noche para quejarse de un editorial que se iba a publicar al día siguiente. Le dije que no sabía qué decía el editorial. Lo que me sorprendía era que lo supiese él. Yo podía saberlo. Si llamaba, me lo decían. Pero no iba a llamar. El director de El País tiene los mismos poderes, y son muchos, que yo tenía cuando era director de El País. Esto no quiere decir que mi opinión no tenga peso.

Cebrián, que reconoce que lleva 34 años sin ir a un kiosco a comprar un periódico –“a mí me traen un fajo de diarios todos los días a casa y ahora entro todos los días en el iPad”–, dice que no tiene opinión alguna sobre el Juan Luis Cebrián personaje público, ése al que muchos ven moviendo los hilos del poder en la oscuridad.

Sólo dice esto a modo de resumen a su larga trayectoria profesional: “Yo he procurado ser coherente, y creo que lo he conseguido más que otros. Entre lo que hago y lo que pienso. Si soy víctima de algo, lo soy de mí mismo. Jamás he echado la culpa a los demás de las cosas malas".

Quizá por eso, porque “no trata de demostrarse nada a sí mismo ni a los demás”, quiere seguir pilotando Prisa, que necesita ahora mismo “una gran transformación”.

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