Las cuatro lecciones económicas que España debe aprender de Alemania

  • Mientras Alemania crece al ritmo más rápido desde la unificación del país, España sigue destruyendo riqueza y empleo. ¿Cuál es el secreto de la locomotora germana? Haber aplicado hace muchos años reformas polémicas como la laboral, aunque costasen el Gobierno al canciller de turno, y una clara apuesta por la innovación.
Merkel visita España con intención de respaldar las reformas
Merkel visita España con intención de respaldar las reformas
Ruth Ugalde

Los números hablan por sí solos. Mientras Alemania ha cerrado 2010 con su mejor cifra de crecimiento económico desde la unificación, un 3,6%; España ha menguado su riqueza un 0,2% y se ha refrendado como el líder europeo por tasa de paro, un 20%, frente a algo menos del 7% germano.

¿Cuál es el secreto de la locomotora alemana? Sencillamente, mucho sentido común: haberse anticipado a los problemas y apostar por un modelo de innovación y competitividad.

Esta receta se resume en cuatro grandes puntos, según el profesor de Dirección Estratégica y Entorno Económico de IE Business School, David Bach:

Primero: Alemania puso en marcha reformas estructurales antes de la crisis. Fue entre 2003 y 2005 cuando el país germano asumió que los nuevos tiempos, sumados a la aparición de nuevos competidores en los países emergentes, obligaban a modificar las entrañas de su modelo económico.

En España también hace mucho tiempo que se viene hablando de la necesidad de reformar el mercado laboral, pero sólo ha recibido tímidas respuestas, y de modificar el tejido productivo, construido sobre el ladrillo y la mano de obra barata.

Pero los menores costes laborales que atrajeron a nuestro país a toda la industria automovilísticas han caído en desuso ante la aparición de nuevos competidores, como los países del Este. Del mismo modo, la burbuja inmobiliaria ha demostrado por qué el 18% del PIB de nuestro país no podía estar eternamente ligado a la construcción.

Alemania supo ver estos mismo problemas, traducidos a su modelo económico, hace casi una década y actuó en consecuencia con la llamada Agenda 2010, un compendio de reformas de calado que terminaron costándole el puesto al ex canciller Gerhard Schröder.

"En España, el presidente José Luís Rodríguez Zapatero todavía no ha tenido la valentía de dar este paso, y la oposición tampoco ofrece una alternativa coherente de reformas esenciales", como afirma el profesor Bach.

Segundo: Competitividad basada en la innovación. Alemania está a un paso de alcanzar el objetivo de destinar a I+D+i el 3% del PIB. La locomotora se sitúa ya en el 2,6%, más del doble del 1,2% español, que coloca a nuestro país a la cola del Viejo Continente.

Esta apuesta por la innovación alcanza tanto al Estado, como, sobre todo, a las empresas. De hecho, es el sector privado el que asume dos tercios de la inversión en I+D+i, en línea con la receta de que ese ansiado 3% se reparta entre el 1% público y el 2% privado.

En España, en cambio, los fondos públicos se acercan al 70% del total, mientras que los privados suman el 30%, lo que conlleva que nuestras empresas sean cada día menos competitivas.

Tercero: El motor principal del crecimiento alemán son las exportaciones. La consecuencia directa del punto anterior es que las compañías germanas son líderes mundiales en muchos sectores. Y no sólo las granes compañías, sino también las pymes, lo que conlleva que China sea el único país capaz de competir con la locomotora en exportaciones.

Conscientes de que los países emergentes han ganado a las viejas potencias el partido de la competitividad por costes, las pequeñas y medianas empresas germanas apuestan por la innovación y la calidad, lo que les permite competir internacionalmente y lograr así que su balanza comercial (exportaciones menos importaciones) tenga siempre superávit.

En nuestro país, en cambio, la internacionalización ha sido un terreno prácticamente limitado a las grandes multinacionales y la balanza comercial es tradicionalmente negativa, con un déficit de 47.000 millones de euros, frente al superávit de 141.200 millones alemán.

Cuarto: Control del déficit. La canciller alemana Angela Merkel  fue le primera en levantar la voz para controlar el déficit de los países europeos y en aplicar esta dura receta en su mismo país. Una polémica decisión que les granjeó un importante desgaste político y un histórico recorte del 4,7% de su economía en 2009. Pero, apenas un año después, la locomotora alemana batió todas las previsiones de crecimiento.

"España, en cambio, gastó dinero como si no hubiera un mañana y, desgraciadamente, una gran parte fue destinado a consumo público y no a inversiones que generaran retornos", recuerda el profesor Bach. Y ahora, el Gobierno intenta seguir el ejemplo alemán, pero con varios años de retraso.

Mostrar comentarios