Los desacuerdos entre Gobierno y oposición bloquean la transición en Túnez

  • La falta de entendimiento entre el Gobierno tunecino dirigido por el partido islamista Al Nahda y la oposición reunida en torno al Frente de Salvación Nacional (FSN) ha desembocado en un grave estancamiento político que mantiene en vilo la transición y menoscaba la economía del país.

Miguel Albarracín

Túnez, 16 dic.- La falta de entendimiento entre el Gobierno tunecino dirigido por el partido islamista Al Nahda y la oposición reunida en torno al Frente de Salvación Nacional (FSN) ha desembocado en un grave estancamiento político que mantiene en vilo la transición y menoscaba la economía del país.

A pesar de que el año se cierra con un brote de esperanza tras la elección in extremis, la noche del 14 de diciembre, de un nuevo presidente de Gobierno, el actual ministro de Industria, Mehdi Yumaa, el camino hacia la normalización no ha hecho más que empezar.

A partir de ahora Yumaa debe anunciar en las próximas dos semanas un nuevo equipo formado por tecnócratas antes de que el actual Gobierno del conservador islamista Ali Laridi, presente su renuncia.

Así lo estipula la hoja de ruta que los principales líderes políticos acordaron el 5 de octubre, para intentar superar la actual crisis.

Paralelamente a los contactos de Yumaa, el Parlamento debe acelerar sus trabajos para finalizar la redacción de la Constitución y organizar los próximos comicios presidenciales y legislativos.

Sin embargo, no todas las fuerzas políticas han recibido con entusiasmo la designación de Yumaa como nuevo primer ministro y varios partidos, entre ellos Nidá Tunis, principal fuerza de la oposición han mostrado sus reservas.

Los desencuentros entre ambas corrientes políticas, latentes desde las elecciones de octubre de 2011, se hicieron evidentes tras el asesinato del opositor Chukri Belaid el 6 de febrero de este año.

Su muerte fue seguida de una ola de protestas que forzó la caída del entonces Gobierno de Hamadi Yabali, secretario general de Al Nahda, que fue sustituido por un nuevo Ejecutivo dirigido por el también miembro de Al Nahda y exministro de Interior, Ali Laridi.

El asesinato del diputado de izquierdas Mohamed al Brahmi, el 25 de julio, desató un nuevo alud de indignación y agrandó aún más la brecha entre el Gobierno de Laridi, y la posición, que ya no se conforma con la dimisión de primer ministro, sino que exige la formación de un gabinete de tecnócratas.

Este segundo agravamiento de la crisis fue seguido del bloqueo del Parlamento, después de que su presidente Mustafa Ben Yafar, decidiera el 6 de agosto suspender sus actividades para forzar a las partes en conflicto a que se sentaran a dialogar.

Tras muchas dilaciones y acusaciones cruzadas, la mayoría de los partidos políticos implicados firmaron el 5 de octubre una hoja de ruta que estipulaba la formación de un nuevo Ejecutivo de consenso, así como la reapertura de las sesiones parlamentarias para finalizar la redacción de la Constitución y acelerar la celebración de elecciones.

A pesar de este principio de acuerdo, logrado gracias a los esfuerzos mediadores encabezados por la Unión General de Trabajadores Tunecinos (UGTT), la primera sesión del diálogo no vería la luz hasta el día 25 de octubre.

Sin embargo, a pesar de dicha reunión, y de las que la siguieron, que fueron acompañadas de encuentros a distintas bandas entre los principales responsables políticos, no se logró perfilar el nombre de la personalidad que deberá dirigir el nuevo Gobierno transitorio y avanzar hacia la normalización política, hasta el pasado 14 de diciembre.

Paralelamente a la crisis política, varios grupos salafíes se han levantado en armas contra las fuerzas de seguridad.

Los atentados y enfrentamientos entre los yihadistas y la Policía y el Ejército, concentrados en los montes de Chaambi, una zona fronteriza con Argelia, han causado unos veinte muertos y extendido el temor a un deterioro de la seguridad, en un momento política y económicamente muy delicado.

Los puestos de control en las carreteras así como el aumento de seguridad en hoteles y zonas turísticas, han sido las consecuencias más visibles de este nuevo conflicto.

Para el experto Buyama Remili, el impacto de la situación actual, especialmente del estancamiento político, sobre la economía "es brutal".

Según dijo a Efe Remili, "tal y como indican los principales actores político-financieros (FMI-Banco Mundial y Unión Europea) no puede haber un relanzamiento de la economía sin estabilidad política".

Por su parte, el especialista financiero Tarek Chabuni señaló que además de la situación política, "la falta de seguridad, la cada vez mayor carestía de vida, el descenso continuo de la productividad y el aumento de la economía sumergida, los mercados paralelos y el contrabando" son factores que también están afectando al deterioro de la situación.

"Aunque la desaceleración económica de los países europeos influye negativamente en la economía tunecina, lo peor es que la maquinaria del Estado, de la Administración y de las empresas públicas, no funciona", subrayó a Efe Chabuni.

Una situación, que ni Remili ni Chabuni creen que cambiará, mientras los partidos políticos continúen enfrentados.

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