Los teléfonos móviles alimentan el conflicto del Congo

  • Muchos de los aparatos modernos que se utilizan en Occidente, como los teléfonos móviles o las videoconsolas, están hechos -entre otras cosas- de coltán, un mineral que se produce en el Congo sometiendo a los mineros a condiciones de esclavitud y reportando financiación a los rebeldes y a un Ejército corrupto, según un informe del proyecto Enough e informaciones de la propia ONU.
Los minerales de los teléfonos móviles alimentan el conflicto del Congo
Los minerales de los teléfonos móviles alimentan el conflicto del Congo
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Tristan McConnell | GlobalPost

(GOMA, El Congo y NAIROBI, Kenia). El año 2009 ha sido terrible para la gente de la parte este de la República Democrática del Congo. Ha sido un año marcado –una vez más- por asesinatos, violaciones y abusos a escalas impensables, más o menos como el año anterior y el anterior a éste.

El Comité Internacional de Rescate calcula que desde 1998 han muerto más de cinco millones de personas, la mayoría debido a enfermedades y desnutrición. La distancia y la sensación de que la guerra es permanente en El Congo hacen que la gente se olvide muy rápido de ella. Esto, hasta que nos damos cuenta de que el móvil que llevamos en el bolsillo o la consola de juegos de los niños contienen pequeños trocitos del este del Congo: coltán o columbitas.

Es uno de los minerales, además del estaño, el oro y los diamantes, que se encuentra en las colinas del este del Congo, donde trabajan mineros en condiciones de esclavitud. Según un informe de Enough -un proyecto estadounidense que busca acabar con los genocidios y crímenes contra la humanidad- los beneficios de la venta de minerales de El Congo no sólo financian la guerra, sino que también explicarían su continuidad.

"Al contrario de quienes argumentan que la militarización de la minería en el este del Congo es sintomático de un sector de seguridad disfuncional y un gobierno deficiente, estos minerales son tanto la causa como la consecuencia del ruinoso aparato estatal del país", afirman David Sullivan y Noel Atama, autores del informe.

El año pasado se realizó una operación con ayuda de Naciones Unidas para limpiar las Fuerzas Democráticas de la Liberación de Ruanda (FDLR), un grupo rebelde, de origen hutu. Algunos de sus líderes están acusados del genocidio de Ruanda de 1994. La ofensiva, bautizada Kimia II, no ha tenido éxito y este mes Enough ha advertido que "los elementos armados de ambos bandos en conflicto han acelerado la explotación de los recursos minerales".

A finales del año pasado, un grupo de expertos de Naciones Unidas explicó cómo el comercio internacional de minerales alimentaba la lucha en el este del Congo. El abuso contra los derechos humanos y la explotación de recursos naturales son dos problemas centenarios en el país. En el siglo XIX, el rey Leopoldo de Bélgica anexionó El Congo para robar el marfil y el caucho. Se trataba brutalmente a la población y los emisarios del rey mataban a quienes no querían trabajar les cortaban los manos.

Con el final abrupto del colonialismo hace medio siglo, los explotadores blancos (extranjeros) dieron paso a una voraz élite negra. Durante décadas, el presidente Mobutu Sese Seko financió su dictadura y usó las riquezas naturales del país a su antojo. Cuando acabó su gobierno, estalló la lucha por los recursos que continúa hasta el día de hoy.

El informe de Enough resume de manera sencilla la realidad del este del Congo: "Con sólo unas pocas armas y palas, los caudillos crean sus propios grupos y buscan reconocimiento. Financian sus actividades hasta convertirse en una milicia con suficiente poder como para exigir un lugar en la mesa de negociaciones. A la larga exigen un lugar en el Ejército, desde donde puede seguir aprovechándose del comercio de los minerales".

El objetivo de muchos de estos rebeldes es entrar en el Ejército nacional (las Fuerzas Armadas de la República Democrática del Congo, FARDC), porque una vez que se convierten en soldados del gobierno pueden seguir desarrollando su actividad prácticamente con total impunidad. Cuando el líder rebelde Laurent Nkunda fue arrestado en enero del año pasado, miles de sus soldados simplemente recibieron nuevos uniformes y siguieron como si nada.

De hecho, desde que entraron en el Ejército, los antiguos rebeldes de Nkunda en el Congreso Nacional para la Defensa del Pueblo (CNDP) han ampliado el control de los minerales y otros recursos naturales, según el informe de Enough, expertos de Naciones Unidas y observadores sobre el terreno.

"No se han integrado en el Ejército, se han apoderado de él y han pasado a controlar enormes zonas [de la región]", declara a Global Post un ex diplomático durante una reciente visita a Goma.

Las ventas de carbón generan unos 21,4 millones de euros (30 millones de dólares) al año para los grupos armados que controlan ese comercio (que incluye tanto a los rebeldes del FDLR como del Ejército nacional) y que también se benefician de la explotación de los enormes bosques del Congo. Esto se traduce en muchas armas y municiones y en la razón para seguir luchando.

Amanece otra vez en El Congo y pese a la característica niebla, se ven las cuevas de barro y las colinas rocosas. Allí una multitud de hombres andrajosos, con pequeños sacos buscan trozos del grisáceo coltán. Quienes controlan la mina observan de pie, con fusiles AK 47, lo que no deja dudas de que los mineros están allí obligados.

El coltán se transporte posteriormente a pueblos como Goma donde los mostradores u oficinas de negociación lo venden a los intermediarios regionales. Desde allí, entra en el mercado mundial y las multinacionales hacen la vista gorda ante las preguntas sobre el origen del mineral.

El carbón encuentra compradores entre la propia población que ignora su origen. Los más pobres no tienen más remedio que usar el combustible más barato para cocinar y hervir agua.Al menos así era hasta hace poco.

Ahora los guardabosques, que protegen la vida salvaje del Parque Nacional Virunga, han comenzado a repartir briquetas de biomasa (un biocombustible) como una forma de acabar con el mercado del carbón. Pero nadie tiene la intención de que el oro, el estaño o el coltán encuentren mercado en El Congo. Así lo afirmaba una reciente evaluación de Global Witness sobre la década de explotación de recursos en el país: "La explotación ilícita de los recursos naturales [en El Congo] y los serios atropellos a los derechos humanos no se producirían a [tan] gran escala si no hubiera clientes dispuestos a participar en el comercio de estos recursos".

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