Manuel Pizarro tira de dignidad y pone en evidencia a España SA

  • La renuncia del ex presidente de Endesa al acta de diputado del PP pone en evidencia las miserias de nuestra clase política, en general, y de su falta de ideas y soluciones económicas, en particular.
Enrique Utrera

Por si necesitábamos una prueba más, con su renuncia al acta de diputado por el PP, Manuel Pizarro se ha encargado de recordarnos que en nuestra muy mediocre, plana y lenguaraz clase política no cabe lo que podríamos llamar un perfil independiente.

Independiente, que es lo mismo que decir peligroso para la banda de incompetentes con que la diosa fortuna nos ha castigado sin distinción de colores, dándoles las riendas de la política económica española.

Se ha ido el ex presidente de Endesa y hace sólo dos años perdedor del debate más paradójico de la historia de España. Fichado por Mariano Rajoy para poner al descubierto las miserias económicas del equipo Zapatero, fue vapuleado por Pedro Solbes en el famoso debate televisado de febrero de 2008.

El ya amortizado ex vicepresidente económico fue mejor en el cuerpo a cuerpo cuando la crisis era sólo un proyecto, en comparación con lo que ha venido después, y cuyo alcance no habría previsto ni el más pesimista de los observadores.

Noqueado, Pizarro desgranó, sin embargo, todos los vicios que nos han llevado hasta el desastre que hoy viven nuestras cifras de empleo y las cuentas públicas. Lo hizo con una dureza inusitada y sin ese tinte populista que es casi el único activo que hoy le queda a nuestros políticos profesionales.

Pizarro, que a pesar de su visible nerviosismo actuó como un perfecto hombre de Estado –obsérvese la diferencia con un político puro y duro- podría defender hoy punto por punto sus argumentos, y ni un sólo miembro de la oposición le podría mantener la mirada más de tres segundos.

Sin embargo, se va como un perdedor, con un triste gracias del registrador de la propiedad pontevedrés, y sin el reconocimiento de los otros ilustres peperos que han guiado la política económica del partido en la era Rajoy. Léase Cristóbal Montoro o Luis de Guindos, el ex presidente de Lehman Brothers en España, que tanto sonó para tomar las riendas de Caja Madrid.

Tristísima salida la de Pizarro, pero enormemente digna también, al tiempo que su íntimo Rodrigo Rato tomaba el bastón de mando en la caja madrileña y Esperanza Aguirre contribuía a la nota alta de nuestra clase política, con otro calificativo de altos vuelos.

Pero la lección del castigado empresario, mal metido en aventuras políticas, llamando Manuel Pizarro es otra. No se le va a recordar por su legado en las filas populares, sino por todo aquello con lo que no quiso tragar.

Su salida deja en pelota picada a Mariano Rajoy, que como entrenador de fútbol no hubiera tenido precio: habría dejado a Maradona dos años en el banquillo por perder su primer partido. No sería para tanto si el PP tuviera una hoja de ruta económica creíble. Pero no es el caso, y ahí está su titubeante respuesta al último plan de choque de Zapatero y sus huestes.

De estas últimas queríamos hablar también. Porque el adiós de Pizarro es también un bofetón en la cara de la ministra Salgado, que aceptó la sustitución de Solbes a sabiendas de que sería un muñeco de trapo manejado por la rudas manos del jefe. Algo que en la otra orilla del río nunca aceptó Pizarro, que prefirió las galeras a convertirse en un rostro sonriente sin voz, en un número, en otro estómago agradecido con escaño del que vacilar a los amigos

 Así está la política española. Como la economía...

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